Luego de una hora de caminar algunas calles de la ciudad bajo aquella intensa lluvia y de refugiarme un poco bajo el techo de un establecimiento abandonado, decidí encender mi celular y llamar a mi mejor amiga para contarle lo que estaba pasando. Minutos más tarde, nos encontrábamos sentadas en una cafetería cercana.
—¡Embarazada! —gritó Mell a todo pulmón, con un entusiasmo único—. ¡Wau, vas a ser mamá!
—Baja la voz, nos están viendo —murmuré irritada, y bajé la cabeza para evitar las miradas curiosas—. Por favor, Mell, no quiero más espectáculos frente a la gente.
—¡Voy a ser tía! —exclamó alzando sus manos, pero luego se detuvo a pensar y bajó la voz para agregar—: Eso es bueno ¿no?
—No lo sé, creo que sí —respondí sin ánimos y suspiré una vez más para dejar salir el aire atascado en mis pulmones, luego le di un sorbo al refresco de maracuyá.
—¿Vas a decirle a James? —cuestionó a la vez que fruncía el ceño y me observaba con fijeza—. ¿Piensas decirle que vas a tener un hijo suyo?
Decidí darle un par de sorbos más antes de contestar. Y la verdad, es que no sabía ni cuál sería mi respuesta, porque esa era la misma pregunta que en mi mente había estado navegando, sin encontrar un rumbo fijo. No estaba segura si quería que el supiera, pero también estaba consciente de que en algún momento se enteraría.
—No lo sé. Me bloqueó de todo y hasta cambió su número de celular —respondí desanimada—. Supongo que no quiere saber nada de mí.
—Es un cobarde —replicó con una mueca de desagrado—. La verdad, ni creo que se merezca saberlo. Puedes ser madre soltera. Hay muchas en el mundo y nadie se ha muerto por eso —opinó de inmediato y tomó un sorbo de su jugo de durazno.
—Pues sí, imagino que eso seré —afirmé y fruncí los labios. Confieso que esa idea no me emocionaba mucho en ese instante. Nunca me había pasado por la cabeza ser una madre soltera a los veintidós años.
Mell terminó de tragar su bocado de medialuna y me miró incrédula.
—Cambia esa cara, Bella, por favor —replicó mi amiga e hizo un chasquido de dedos—. ¡Un hijo! ¡Un lindo bebé!
—Un hijo que no planeé, Mell —mascullé incómoda ante las miradas de los demás, porque mi amiga estaba tan entusiasmada que olvidó que estábamos en un restaurante—. No lo planeé.
—Hacer planes a veces no sirve de nada, amiga, cuando la vida quiere ponerte a prueba lo hace cuando menos lo esperas.
—Me puso a prueba muy seguido ¿no? —farfullé y tapé mi rostro con ambas manos—. Como que no le simpatizo mucho a la vida.
Mell suspiró y bajó mis manos con las suyas para luego tomarlas y apretarlas.
—En primer lugar, yo sí agradezco a la vida haberte quitado a James del camino —dijo con firmeza—, y, en segundo lugar, si no le simpatizaras a la vida no tendrías vida dentro de tu vientre en este instante. Seguro tendrás muchas personas gustosas de apoyarte.
Traté de sonreír, pero más salió como una mueca forzada, aunque Mell en su alegría ni siquiera lo notó. Se acercó, me besó la mejilla y luego se sentó nuevamente.
—Me ganaste. —Sonrió—. ¿Tú familia ya lo sabe? Viene un nuevo integrante a la dinastía Graze Jones. Es una gran noticia. ¿Están felices?
Resoplé y tomé una gran bocanada de aire antes de responder con gran pesadez y mucha angustia.
—Me gustaría que así fuera. Mi mamá me acompañó al médico, pero solo me juzgó, regañó y recriminó por mis acciones, y lo único que hizo fue hacerme sentir más culpable —murmuré y al final de la frase se me quebró la voz—. No entiende que estoy tan afligida como ella y que la más afectada soy yo. Cree que soy incapaz de hacerme responsable de este bebé.
—Los padres nunca aceptan que ya crecimos. Tu mamá terminará aceptando todo esto. Además, se supone que ya para estas fechas estarías casada ¿no? —argumentó con seriedad y enarcó una ceja—, o sea, igual estarías formando una familia.
—Pues sí, Mell. Exactamente eso le dije, pero ella sólo se empeña en reclamar el qué porqué no me cuidé, que debí protegerme —agregué en voz baja mientras revolvía el azúcar de mi refresco—. Y tiene razón, fui una estúpida, debí haberme cuidado y…
—Pues sí, pero a ver, si ya estaban comprometidos y tenían planes para casarse en poco tiempo, no le veo la lógica a cuidarse con alguien que se supone iba a compartir su vida contigo; además, según lo que me cuentas nunca ambos se negaron a tener un hijo —prosiguió Mell, haciendo gestos con sus manos para enumerar sus razones.
Rompí a llorar y asentí con la cabeza.
—James y yo siempre deseamos tener hijos, en un futuro, claro, pero nunca dijimos que no queríamos hijos. Pero ahora estoy sola y no estoy segura de que él lo vaya a tomar bien después que se fue como un cobarde —murmuré entre lágrimas—. Todo me salió mal.
—Ya Bella, no le hagas caso a eso. Si no está ese tipo es mucho mejor, ya verás que tus padres entenderán todo y te apoyarán. Eres su hija, jamás te dejarán sola —murmuró comprensiva y besó mis manos con dulzura.
—Pero... no quiero regresar a casa. Seguramente están esperándome para echarme en cara mis malas acciones, no quiero más cuestionamientos, no quiero más reproches —musité y sequé las lágrimas que bajaban por mis mejillas.
—Mi casa es tu casa, puedes quedarte el tiempo que quieras —se ofreció con una sonrisa tierna—. Si quieres podemos irnos ya mismo y te recuestas un rato para que…
—Gracias Mell, pero no quiero incomodarlos. Todo esto es muy reciente y necesito pensar qué haré de aquí en adelante —me apresuré a interrumpir—.copy right hot novel pub