"Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que al final nos disfrazamos para nosotros mismos"
François de La Rochefoucauld
Si la noche anterior fue difícil conciliar el sueño, esa madrugada sería casi imposible. No podía sacar de su mente, la imagen de Diego junto a Eliza, ni la actitud agresiva de Ernesto, ni como la hizo sentir, mientras intentaba forzarla a tener sexo. Aún sentía el ardor en sus piernas producto de la fricción del pantalón y sus bruscos movimientos.
Todo en esa noche se había convertido en un episodio grotesco al mejor estilo de Stephen King. Se desviste, poco a poco. Camina hasta el baño, siente el agua recorrer su rostro y confundirse con sus lágrimas. ¿En cuálparte de su vida, podría ser feliz? Esa pregunta siempre rondó en su cabeza.
Haber crecido sin su padre, ya era de por si, algo difícil de entender y lidiar con ello. Siempre debía ver a sus amigos del colegio, cuando sus padres iban por ellos y el de ella nunca aparecía. En los días de celebración en homenaje a los padres, optaba por no ir ese día o fingía sentirse mal para poder regresar a su casa antes de la actividad. Su madre, mucho hacia para cubrir la ausencia paterna.
Si de algo huyó Karem, fue del Síndrome de enamorarse de un hombre mucho mayor y que supliera el afecto del padre que nunca tuvo. Pero ahora sentía que nuevamente el hombre que llamaba su atención, la había abandonado. Diego era tal vez un poco mayor que ella, pero él había logrado descubrir lo que nadie antes descubrió.
Una niña disfrazada de mujer, que aparentaba ser feliz. El retrato del cuadro la develaba tal cual, era.
Salió de la bañera, tomó la toalla, se recostó e intento dormirse de puro cansancio. Mientras cerró sus ojos, tuvo un sueño extraño, veía a Elenita con algunos tubos en su boca, en un lugar oscuro y tenebroso. Veía la mano de un hombre sujetarla; ella buscaba ver su rostro y soltarse para ayudar a la niña, mas no podía verlo, ni huir de pronto sintió como si su cuerpo se volviese etéreo y pudo acercarse a Elena. Volteo atrás de ella y era el rostro de Ernesto.
Sobresaltada despertó. Su corazón latía con fuerza. El miedo se apoderaba de ella, parecía tan real, que tuvo dudas de si lo habría soñado. Miró ek reloj. Había pasado apenas una hora de haberse dormido. Se levantó, fue a la cocina, tomó un vaso con agua y calentó un poco de café en el microondas. Se asomó en la ventana, pronto amanecería. Sintió la brisa fresca.
Pudo ver cuando Rosa entraba al edificio. Decidió esperarla afuera y saber como estaba Elenita.
–Hola Rosa–dijo sorprendiéndole.
–¿Qué haces a esta hora por aquí Karem?
–No podía dormir.copy right hot novel pub