Su respiración era irregular, su palpitante corazón frenético en medio de su pecho cantaba su propia canción mientras el acariciaba la suave piel con la yema de sus dedos trazando un mapa invisible que guiaba el camino desde la cintura baja hasta el fino cuello.
Un bajo gemido fue arrancado de los labios de ella, el detonante e invitación que Dorian necesitaba.
Hambre y ferocidad en sus ojos al tiempo que comenzó a besar su hombro, con deleite animal recorrió el camino hacia su clavícula escalando por su cuello,un destino claro en mente.
—Elena—susurró él, una súplica atada a suspiros mientras reclamaba su boca.
Con delicadeza arrebatadora, acunó su nuca con manos firmes, conduciendo su cuerpo para dejarlo en posición horizontal sobre las mantas color hueso.
—Te amo—susurró Elena por lo bajo, apartando sus labios de los de él solo un instante, antes de volver a reclamarlos.
Otro detonante, una súplica disfrazada de amor. Dorian sabía lo que ella quería y era lo mismo que él.
Envío una mano dulce y gentil a recorrer su cuerpo, pasó por su pecho deteniéndose unos minutos para juguetear con sus pezones, luego continuó su viaje acariciando su vientre con pereza antes de llegar a la altura de su pelvis.
—Te amo Elena—dijo él, alejando su rostro un poco del suyo para ver cada expresión una vez que comenzara el juego.
—Despierta Dorian—susurró una voz sensual como la noche en su oído—es hora de despertar guapo.
Al instante el cuerpo de Elena desapareció de su vista, y como si un brazo lo jalara fuera del agua, Dorian fue arrancado de esa realidad.
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Cuando por fin entre abrió los ojos, la luz del sol le dió la bienvenida.
—Buenos días guapo, me costó un infierno despertarte—lo saludó la alegre y sensual voz de Daphne a sus espaldas.
Por instinto él se dio la vuelta, solo para encontrarla a su lado aún metida en la cama, medio desnuda y vistiendo su camisa.
—¿Por qué demonios me despertaste?—contestó indignado—¿Qué haces vistiendo mi camisa?.
—Muy buenas preguntas guapo y con perfectas respuestas.
Dormido comenzaste a susurrar el nombre de Elena, hasta ahí todo bien, pero decidí despertarte cuando tomaste la almohada y la colocaste debajo tuyo, debía intervenir para salvar a la pobre—comenzó a decir ella al tiempo que las mejillas de él se tornaban color rojizo.
Dorian evitó mirar hacia el costado, pero por el rabillo del ojo notó la almohada ubicada dónde instantes atrás habría estado recostado, dónde había acunado el cuerpo desnudo de Elena en sus sueños.
—Eso no explica lo de la camisa—dijo él intentando desviar el tema.copy right hot novel pub