—No puedo despedirme—murmuró Daphne con un hilo de voz observando el rostro de Luca.
La compasión brillaba en sus ojos color gris tormenta, mientras se inclinaba hacia adelante y la estrechaba entre sus brazos.
Ella contuvo la quemazón que amenazaba sus ojos, mientras intentaba tragar el nudo apresado en su garganta.
Habían acordado que Luca se quedaría a darle la noticia, ya que Daphne no soportaba la idea de una despedida mientras veía los ojos azules del millonario cargados de reproche al descubrir que ella le había mentido.
Solo pedía que no la odiara luego de enterarse de la verdad.
—Le escribí una carta, dile que me perdone por no poder despedirme en persona. También dile a Margarita que sus comidas son las mejores—agregó ella casi en un susurró.
—No te preocupes, yo les diré—respondió el agente, sintiéndose mal por la hermosa mujer que parecía desmoronarse sin que él pudiera ayudarla.
Daphne se apartó de Luca y tomando la valija comenzó a caminar hacia la puerta preparándose para partir.
—Nos vemos en la agencia—susurró ella a modo de despedida, antes de atravesar la puerta principal.
El agente cuya sonrisa ausente estaba adornada por piercings, se limitó a asentir en respuesta sin nada más que hacer.
No si ella no se atrevía a desafiar las reglas por el millonario.
Ella bajó por el ascensor del edición hasta el estacionamiento y caminó hacia la moto, acomodó la valija convirtiéndola en mochila, se la colgó sobre la espalda, montó su vehículo, y girando la llave para que el motor cobrara vida, salió del lugar intentando mantener el manojo de emociones que andaban sus entrañas a raya.
Aún así, cuando las ruedas besaron el frío asfalto, su destino no la llevó en dirección al edificio de la agencia, por el contrario, enfiló la motocicleta hacia los barrios bajos de la ciudad con una clara idea en mente.
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Luca llegó a la florería cinco minutos antes de la hora pautada, ya que su Uber había atravesado las calles de la ciudad más rápido de lo que había especulado.
Aún así, Elena ya se encontraba de pie en la entrada del lugar, luciendo un aspecto nervioso y eléctrico, muy distinto a la mujer sensualmente calculadora que estaba acostumbrado a ver.
Al notarlo, ella corrió hacia él, rodeó su cuello con ambos brazos y estampó un beso en sus labios.
Sin embargo, él la apartó de forma brusca casi al instante. Aquello desconcertó a la mujer de cabello dorado.
—¿Qué ocurre?—preguntó ella temerosa.
Luca se preparó, tragó para humedecer su garganta y comenzó a decir las palabras que tanto anhelaba liberar desde el primer día en que la conoció.
—Me das asco, Elena Lorchan. No eres más que una maldita cerda asquerosa y manipuladora, ¿En verdad creíste que yo escaparía contigo?—comenzó a decir él con deleite malvado—Se lo de Jackob—ronroneó inclinándose hacia adelante, rozando sus labios contra la oreja de ella.
Cuando este se apartó, vio como el rostro de Elena palidecía, asemejándose al de un fantasma.
—No Luca, te lo puedo explicar…—
—¿Qué cosa me explicaras? ¿Cómo me utilizaste mientras estabas a punto de casarte con él?—la interrumpió él, fingiendo enojo, cuando en verdad estaba disfrutando cada palabra que salía de sus labios.
—No, por favor. Te amo—imploró ella, sus ojos color esmeralda desbordando de lágrimas mientras caía de rodillas ante el aferrandose a su ropa.
Las personas que pasaban por la vereda y los que pululaban dentro de los negocios miraban asombrados, expectantes de la escena que se estaba desatando, sacando sus propias conclusiones al respecto.
Pero a Luca nada de eso le importaba en aquel momento, toda su atención estaba depositada en la oración que la mujer de oro acababa de conformar
«Te amo» aquellas dos palabras fueron las que colmaron a Lucas. La última vez que las había oído, salían de los labios de la mujer que amaba.
Ahora eran pronunciadas por los vulgares labios de Elena.
—¿Amor? Qué palabra más blasfema. Tu nisiquiera tienes corazón—escupió él mientras comenzaba a caminar hacia atrás.
Elena se arrastró como un gusano, aferrada a la chaqueta del agente durante un par de metros, destrozando sus rodillas contra el pavimento mientras las lágrimas arruinaban su maquillaje.
Ver a la Diosa de oro rendida ante sus pies fue lo último que necesito el agente para dar como finalizada su misión.
Dando una larga zancada hacia atrás la apartó por completo de él.
—Eres patética—finalizó Luca, con una sonrisa de satisfacción desbordando su rostro.
Luego, sin nada más que hacer o decir, dió media vuelta, comenzando a apartarse de ella, manteniendo aquella sonrisa en su rostro.
Con el pecho inflado de orgullo y seguridad, el agente comenzó a caminar por las calles de la ciudad, alejándose cada vez más de una Elena tendida sobre sus rodillas con el alma y corazón partidos en un millón de partes.
Luca estaba feliz, por él, por Dorian, por Jackob, y por la infinidad de hombres que habían caído en su red de araña, había logrado ubicarla en su lugar.
Con el alma menos pesada, el agente disfrutó su caminata de regreso al departamento, preparándose para enfrentar la peor de todas las despedidas.
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La hermosa mujer de cabello oscuro como la noche, detuvo el ronroneante motor frente al desarmadero.
El aire estaba viciado de combustible, lo cual le indicó que aquella era la dirección que estaba buscando.
Sin pensarlo dos veces bajó del vehículo y comenzó a caminar hacia el enorme terreno repleto de chatarra y partes de autos.
«Vamos Daphne, este será tu último regalo para Dorian» se dijo a sí misma, mientras se disponía a comenzar a llamar.
Sin embargo, no había hecho ni tres pasos dentro del terreno cuando escuchó unos pasos a su derecha, seguido por el sonido de fierros y chapas siendo movidas; con cautela se aproximó, hasta que finalmente, un hombre fue revelado ante ella.
—¿Quien eres?—dijo el atractivo joven escrutandola con su mirada de hielo.
Daphne sonrió feliz, al notar la familiaridad de su hermoso rostro.
—Hola soy Daphne Moon. ¿Tú eres Aiden no es así?—interrogó ella, conociendo ya la respuesta.
El atractivo joven se cruzó de brazos y entrecerró los ojos con desconfianza.copy right hot novel pub