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(COMPLETO) Las Crónicas de Aralia (1): Gemelos de sangre

LXVIII

Karintia avanzó con paso firme. Su cabeza ahora era visible, pues la capucha la llevaba en la espalda. Su pelo negro caía hasta su cadera, moviéndose al compás de su cuerpo mientras se dirigía hacia el hombre que había apuñalado a Azael.

Gael no parecía tener miedo, aunque no entendía el motivo de su seguridad. Simplemente la esperaba con una sonrisa socarrona en los labios, como si tuviera la certeza de que la híbrida no iba a hacerle daño.

Teresa y Kenzye llegaron hasta mí, sorprendentemente. Habían cruzado el campo de batalla para ayudarme, aunque no pudieran hacer gran cosa. A nuestro alrededor, los vampiros de Jared caían derrotados al suelo mientras alas gigantescas e impresionantes lo cubrían todo a su paso. La batalla estaba llegando a su fin, rápida, eficaz y victoriosamente para nosotros. Por mucho que lo intentara, no conseguí ver a Tabak, comprobar que se encontraba bien, pero en lo más profundo de mi corazón sabía que lo estaba.

Karintia casi había llegado hasta Gael, quien se mantenía perfectamente quieto en su lugar, sin temor a lo que la híbrida pudiera hacer con él. Sus manos estaban desnudas, sin el puñal que había clavado en el cuerpo de Azael. Posiblemente el diablo lo mantuviera aún en su espalda. Pensé en ir a ayudarlo, pero este se encontraba a los pies de Gael y este podría tratar de utilizarme para frenar a Karintia. Y eso sí que no iba a permitirlo. Porque si algo tenía claro en aquellos momentos era que me importaba un pimiento la justicia: deseaba venganza. Quería ver, muy a mi pesar, cómo la Guardiana destrozaba a aquella miserable forma de vida hasta reducirla a cenizas.

Un movimiento a mi derecha me sorprendió. Parecía que Jared se había dignado a salir del agujero donde estuviese metido y miraba con el ceño fruncido a la híbrida. Dio un paso en su dirección, como si hubiera tomado la elección de detenerla, pero alguien más se interpuso en su camino: Arianne. La chica ya no parecía miedosa y suplicante, sino más bien decidida. Le dijo algo al vampiro que debido al ruido de la lucha no logré entender y luego se preparó para enfrentarse a él. No lo comprendía. Si eran compañeros, ¿por qué luchaban? ¿Por qué no se iban juntos a alguna parte y vivían felices? ¿Por qué Jared seguía tan obsesionado con Karintia?

—¿Has venido a matarme, Karintia? —la voz de Gael llamó mi atención.

No podía vislumbrar ya el rostro de la híbrida, puesto que se encontraba de espaldas a mí, pero su voz surgió tan fría que incluso podía vislumbrar la nieve cayendo a nuestro alrededor.

—¿Te haría gracia si así fuera?

Si estuviera en el pellejo de Gael, habría echado a correr mientras suplicaba por mi vida. Sin embargo, aquella sonrisa tentadora y cruel no se borró de sus labios.

—Me resulta emocionante la posibilidad —confesó—, pero tengo que recordarte que no puedes tomarte la venganza por tu mano. Merezco un juicio justo y un castigo acorde a los crímenes cometidos. Eres la Guardiana, después de todo.

—Ahora eres tú el que me hace gracia a mí —un tono de diversión macabro apareció en su voz—. Creéis que sigo unas normas, que cumplo unas leyes... pero no os dais cuenta de que yo estoy por encima de todo. Si quiero matarte, tengo todo el derecho del mundo a hacerlo. Pero eso sería demasiado fácil, Gael, y mi vida jamás ha sido fácil.

Por fin, Gael comenzó a entender que Karintia no pensaba detenerse. Daba igual que fuera la defensora de la justicia y de todas las criaturas mágicas y no mágicas. Se había ganado el derecho de impartir justicia… y de clamar por su venganza.

—Yo, Karintia Neisser, Guardiana de ambos mundos, te declaro culpable de tus atroces crímenes y te condeno a una eternidad de sufrimiento —declaró.

Gael no pareció amilanarse, después de todo, y esbozó una sonrisa ladina mientras una chispa roja aparecía en sus ojos.

—¿Y si mato a la Guardiana? —inquirió el hombre.

—Inténtalo… si puedes.

Entonces Gael arremetió contra Karintia, quien no utilizó la magia, sino que lo agarró por el cuello como si no fuera más que un humano tonto. Lo mantuvo así cogido unos segundos mientras apretaba cada vez más y luego lo lanzó a un lado.

Gael se incorporó lo más rápidamente que pudo y miró entre enfadado y temeroso a la híbrida. Y entonces sus ojos cambiaron del marrón al naranja intenso, dejándome estupefacta. ¿Ojos naranjas?

—Esta guerra no tiene nada que ver con nosotros —la voz de Gael había cambiado por completo, tornándose poderosa y terriblemente sensual, tanto que me obligué a mirar al suelo—. Vámonos de aquí, Karintia. Solos tú y yo.

—Eres patético, Gael —al ver que no surtía efecto su magia en Karintia, sus ojos volvieron a la normalidad—. Sin duda es de necios tratar de seducir a una mujer con una mayor habilidad en ello que tú.

—Tenía que probar —sonrió—. Por los viejos tiempos.

—Eso no volverá a pasar.

Karintia avanzó hacia él y Gael pasó al ataque... con fuego. Llamaradas intensas brotaron de sus manos y acorralaron a la híbrida formando un círculo perfecto, pero ella no detenía sus pasos. Nerviosa por lo que pudiera suceder, apreté la mandíbula. ¿Acaso no veía las llamas delante de ella?

Cuando Karintia traspasó la barrera de fuego sin quemarse ni un poco entendí que su magia estaba muy por encima de la de Gael. Él nunca podría tocarla.

Entendiendo que no tenía ninguna posibilidad, Gael retrocedió unos pasos mientras de su espalda brotaban dos alas rojas y negras, membranosas. ¿Un demonio? ¿Gael era un demonio? Solo así se explicaba que pudiera controlar el fuego.

Comenzó a batir sus alas, dispuesto a irse, pero Karintia no se lo permitió. Avanzó hacia él y cuando Gael ya alzaba el vuelo, ella lo cogió del tobillo y tiró de él hacia abajo, provocando que cayera con gran estrépito al suelo. El demonio replegó sus alas.copy right hot novel pub

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