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(COMPLETO) Las Crónicas de Aralia (1): Gemelos de sangre

LXXVIII

Teresa estaba mirando por la ventana de su habitación. Sus dedos tamborileaban sobre el cristal y sus dientes mordisqueaban nerviosamente su labio inferior. Ni siquiera estaba vestida, sino con un camisón blanco que utilizaba para dormir. Su pelo estaba mojado y algunas gotas mojaban la tela del camisón. Todo indicaba que se había dado una ducha para relajarse, pero algo me decía que no había funcionado demasiado bien.

Me acerqué con cuidado hasta colocarme cerca de su espalda. Ella sabía que yo estaba allí, pero prefirió no apartar la mirada del cristal. Estaba siendo duro para ella. Quería que Ángel estuviera bien y pudiera por fin pasar tiempo con él, conocer realmente a aquel que era su compañero. No había sido fácil.

—Es la espera lo que me mata —su voz surgió débil de sus labios—. El no saber... Es como si tuviera una espina clavada en el corazón y un nudo permanente en el estómago con unas ganas impresionantes de vomitar. Preferiría que me dijeran ya que lo nuestro no es posible, que se va a convertir en un lobo oscuro para toda la eternidad. Al menos la espera no sería una tortura. Necesito saberlo ya, Lidia... Necesito...

Su voz se quebró y su brazo izquierdo rodeó firmemente su abdomen mientras el derecho se aferraba al cristal de la ventana. Puse una mano en su hombro en señal de consuelo, pero sabía que no serviría de nada. Teresa necesitaba saber cuál sería el veredicto de la Luna cuanto antes. Por desgracia, el sol continuaba siendo visible en el horizonte.

—Es mejor dejar de pensar en eso, Teresa —froté mi mano suavemente contra su hombro—. Lo que tenga que pasar, pasará. Aún quedan varias horas. Lo mejor será que avisemos a Kenzye y vayamos a cenar. Ella también estará nerviosa y en estos momentos es mejor que permanezcamos juntas.

—Tienes razón.

Se quitó por fin de su posición frente a la ventana y se dirigió al armario sin mirarme siquiera. Era comprensible que no tuviera buen ánimo, así que no le dije nada. Algunas veces necesitamos regodearnos en nuestro sufrimiento, aunque también tenía claro que pensaba animarla, aún no sabía cómo.

—¿Qué color es apropiado en un momento así? —me preguntó sin que realmente le importara la respuesta.

—Elige un vestido bonito —la cogí de los hombros y la obligué a mirarme—. Pase lo que pase, Ángel vendrá. Es una ocasión especial y tienes que estar deslumbrante. Quizás sería mejor que cenases con un vestido normal y luego organizáramos las tres una noche de belleza, de esas de película, para prepararnos. ¿Qué me dices?

—No tengo mucho ánimo para fiestas, Lidia... —sus ojos regresaron a la ventana, pero yo apreté un poco su piel para captar de nuevo su atención.

—¡Vamos! Será divertido. Y lo necesitamos.

Teresa me hizo caso y se colocó un vestido de color azul para ir al comedor. Llamamos a Kenzye, quien se había mordisqueado las uñas de puro nervio, y las tres juntas caminamos hasta el comedor.

Karintia era la única que estaba allí. Sin embargo, ella tampoco parecía que fuese a acompañarnos en la cena. Su expresión era normal, pero sus ojos tenían un brillo extraño. Seguro que estaba preocupada.

—Esta noche cenaréis las tres solas, me temo —esbozó una pequeña sonrisa—. Los demás tienen cosas de las que ocuparse. Los vampiros están siendo llevados hasta el territorio de los elfos para que estos puedan hacerse cargo de ellos.

Me alegraba saber que aquellos vampiros no estarían cerca de nosotros, pero la idea de Tabak rondaba mi mente. Sí, era muy posible que hubiera más como Jared, más criaturas tratando de sacar provecho de los humanos. El mero hecho de pensar que pudiera haber más víctimas como yo, pero sin rescatar, me helaba la sangre de las venas.

—¿Tú no cenas? —pregunté con un ligero carraspeo para tratar de deshacer el nudo que se había formado en mi garganta.

—No, la comida humana aún no tiene sabor para mí. Además, he de prepararme para estar junto a Ángel y Teo lo antes posible.

—Nosotras... —Teresa miró a Karintia esperanzada.

—No —negó suavemente—. Vuestro lugar está aquí. Sé que quieres estar a su lado, Teresa, pero la ceremonia solo puede presenciarse por los miembros de la manada. Además, distraerías a Ángel. Los compañeros no son buenos en ciertos momentos de la vida de un lobo.

—Comprendo.

Karintia sonrió por última vez y después se fue. En aquellos momentos supe que Teresa envidiaba mucho a Karintia, pero ella conocía mucho mejor el mundo en el que nos habíamos metido de cabeza.copy right hot novel pub

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