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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado

Capítulo 616

Capítulo 616

La mujer se acercó y, como aquella noche, tomó del brazo a Rodrigo con afectuosa familiaridad.

Era su manera silenciosa de proclamar que el hombre a su lado le pertenecía.

Marisol observaba con indiferencia, su rostro ya no mostraba ninguna emoción, y no brotaban lágrimas baratas, como las hubiera derramado en el pasado al descubrir una infidelidad. Lo que estaba presenciado ya no tenia el mismo impacto para ella.

Finalmente, Rodrigo soltó el brazo de Marisol y, bajo la insistente mirada de la otra mujer, sacó una tarjeta de su bolsillo y se la ofreció.

“¿Qué significa esto?” Marisol miró la tarjeta fijamente.

Rodrigo parecia titubear, pero al ser incitado por la tos de la mujer, habló lentamente, “Marisol, sé que pude estudiar en el extranjero gracias a que ahorraste y trabajaste a tiempo parcial. Aquí hay cincuenta mil pesos, es lo que me enviaste estos dos años, la contraseña es tu cumpleaños…”

Marisol lo miraba incrédula.

¿Qué se había creído él?

Si su corazón no estuviera ya hecho trizas, le habría gritado preguntándole dónde estaba su conciencia.

Era como si lo viera por primera vez, tan limpio y atractivo como en sus dias de universidad, pero ya no era el hombre que recordaba. Ya no llevaba la ropa deportiva que solian compartir, sino un traje negro de material fino, una imagen completamente diferente…

“Sé lo que estás pensando.” Marisol soltó una risa amarga, “Si acepto tu dinero, te sentirás mejor, pero no lo quiero! Rodrigo, recuerda esto, ¡nunca te perdonaré!”

Dicho eso, no le echó otro vistazo, ignorando completamente la mirada desafiante de la otra mujer y se marchó con su maleta.

Sentia un frescor en el cuello y unos brazos fuertes rodeaban su cintura

Frunció el ceño con los ojos cerrados, abrumada por la intensidad de las sensaciones que el hombre a su lado le provocaba. El dolor que él le causaba parecia seguir su respiración agitada.

¡No, ya basta…!

Pero por más que negara con la cabeza y se resistiera, no podia liberarse de aquel calor y tensión, y solo conseguía provocar más dominacion.

De repente, Marisol abrió los ojos

En la cabina del avión, la dulce voz de la azafata recordaba, “Señoras y señores, estamos a punto de aterrizar. Por favor, regresen a sus asientos y abrochense los cinturones de seguridad. Asegúrense de plegar las mesas y poner los respaldos de los asientos en posición vertical. Apaguen todos los dispositivos electrónicos personales. ¡Gracias por su cooperación! Ladies–and–Gentlemen…

La mirada perdida de Marisol encontró foco y un escalofrio recorrió su espalda.

Involuntariamente, se abrazó, confundida por la mezcla entre sueño y realidad, aún afectada por las imágenes de la

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