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El Hijo Del Millonario ©

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Capítulo uno

Pov Irina

¿Me veo mal o es que tengo un enorme moco en la nariz?

No llevo ni un minuto en el que entre al instituto y ya los adolecentes hormonales me miran como si fuera un bicho raro.

Y claro que lo parezco con este atuendo.

La obligación del instituto Pilar de la Fuente, para las mujeres, es usar una falda con cinco dedos arriba de la rodilla, una camisa blanca de tiras por dentro de la falda y unas gladiadoras o bailarinas.

Ninguna chica podrá entrar en otro aspecto.

Observo mi falda amarilla que lastimosamente es más corta de lo habitual. Mi madre agarró los cinco dedos arriba de la rodilla más la basta y digamos que mis grandes piernas no ayudan mucho a que se mantenga en su lugar. Llevo mi mano a la parte trasera de esta y la bajo, pero cada vez que lo hago es en vano, mi trasero la sube con el caminar.

Ya quiero entrar a clases y sentarme para no levantarme de ahí hasta la salida.

Cuchicheo y más cuchicheo es lo que escucho mientras paso a la sala de dirección, las risas tampoco pasan desapercibidas y mi capacidad mental de sentirme bien recae. Toco la puerta y sujeto las mangas de la mochila, adentro se escucha una voz femenina tan melodiosa que hace sentirme en casa y una voz masculina tan sensual y cargada de rudeza que me eriza la piel.

Sacudo mi cabeza. Debo estar loca pensando de esa manera en las voces de desconocidos. La puerta es finalmente abierta y me topo con unos ojos azules sorprendidos, el mundo a mi al rededor pasa a ser un segundo plano con su intenso mirar, el olor a su colonia me hace querer aspirar fuerte, pero su mirada rápidamente cambia a desagrado total, choca su hombro conmigo y sale disparado del lugar.

Dirijo mi vista a él hasta que desaparece por las puertas del instituto y es entonces cuando volteo encontrándome con cuatro pares de ojos, unos verdes y otros azules igual que los de aquel chico.

La señora tal vez de veinte años o menos con un cuerpo espectacular y relativamente alta me escanea de arriba a bajo y sonríe, junto mis cejas algo incómoda y el señor toma su mano, me observa con aires de grandeza, su cuerpo parece una muralla impenetrable y sus ojos el verde de la selva.

Que miedo.

Soy consciente de que bloqueo su paso y me hago a un lado—Lo lamento—unas suaves manos acarician mis mejillas y alzo la mirada.

—No te disculpes, no tienes porque hacerlo, adiós —coloca un mechón rebelde de cabello rubio atrás de mi oreja. Volteo a ver aquel que al parecer es su esposo y este asiente, poco a poco se van alejando de mí hasta desaparecer igual que el primer chico.

Eso fue extraño.

Suspiro. Tal vez yo fui la que me comporté extraña.

Entro a la dirección y el secretario me recibe—¿Buenos días, señorita Warren? —asiento.

—Buenos días —digo y mi mirada instintivamente se va a su cuello donde hay dos perforaciones.

Las personas ya se quieren hasta poner piercing en el cuello.

Niego para mis adentros—Aquí está su horario y el número de su casillero donde estarán absolutamente todos sus libros, ahora presiona aquí con cualquier dedo—él parece notar mi confusión porque rápidamente se aproxima a hablar—No es para nada malo, solo quiero registrar tu huella para que la utilices en tu casillero y cuando llegues a este no tengas que estar presionando odiosas teclas; solo colocas tu dedo en el identificador y listo, te salva de apuros — coloco mi dedo índice de la mano derecha en el registrador, este emite un pitido y alejo mi mano de eso.

Tomo el horario y la primera clase es química—¿Dónde...? —alza su mano.

—Fondo a la derecha, verás el letrero en grande y no te perderás—coloca su vista en la computadora y comienza a teclear sin prestarme atención.

Salgo y veo el número de mi casillero.

Dos mil dos, sección C.

Miro a los lados y encuentro solo la sección A y B, fijo la mirada a los aires para encontrar la sección C, pero mi búsqueda se ve afectada por mi torpeza, mi cuerpo rápidamente me ordena que me disculpe y levanto la mirada topándome con unos ojos grandes, el chico me regala una rápida sonrisa y jala mi brazo, me abraza por los hombros fuertemente y observa fijamente a la chica frente a nosotros—Ella es Elena—¿Qué?

Lo observo y en sus ojos negros puedo encontrar miedo y desesperación—Con que tú eres la tal Elenita, eh—la pelirroja me escanea y vuelve su vista a él—Solo por esta vez te dejaré en paz, y tú—se dirige a mí y pasa una de sus filosas uñas por mi cuello—Cuídalo mucho—baja su muñeca y pasa a mi lado moviendo sus caderas.

Esto a sido intenso.copy right hot novel pub

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