Capítulo siete
Estoy en el auto de ojos azules nuevamente, pero la diferencia es que ahora hay un silencio claramente incómodo, y más cuando aún sigo pensando en lo que me dijo su madre hace minutos.
Bésalo.
Esas palabras no salen de mi mente y se repiten una y otra vez en mi cerebro.
¿Lo hago o no lo hago?
El navegador automático le indica que de la vuelta y solo faltarían dos calles para llegar a mi hogar.
Dulce hogar.
—¿En qué piensas tanto? —frena de repente y mueve el carro hasta a un lado de la carretera algo vacía —¿Y bien? —apaga el motor y gira hacia mí—¿En qué piensas tanto?
Aprieto mi falda y muerdo mis mejillas por dentro.
¿Por qué rayos estoy nerviosa?
Vamos Irina, bolita de algodón concéntrate y no trates de mirarlo. Carraspeo —No sé de qué me estás hablando —fijo mi vista en su bonito reloj en la mano izquierda.
—Desde que estuviste con mi madre y hablaste con ella estás rara —siento su presencia cerca —Dime que fue lo que te hizo—su aliento a menta choca en mi oído y trago grueso.
Nunca nadie se había acercado tanto a mí.
Primero, porque yo no se los dejaba, y segundo, porque a nadie le gustaba estar al lado de una gorda.
Giro mi cabeza hacia la ventana —Nada, solo hablamos de cocina y ya —lo enfrento —Total, a ti qué te importa, ya llévame a mi casa, secuestrador —sonríe de lado dejando ver esos dientes perfectos.
Un momento.
El auto está apagado, lo que significa...
Puedo huir.
Desabrocho el cinturón de seguridad rápido y abro la puerta antes de que él tome mi mano, cruzo a la acera de la otra vía y le saco la lengua cuando lo veo salir del coche.
Vaya, que inmadura soy.
Corro lo más rápido que me dejan mis piernas y falda, mi cuerpo empieza a agotar sus energías y mi respiración se vuelve agitada.
Volteo hacia atrás y no veo a nadie.
¿Lo perdí?
Pero si ni siquiera llevo más de veinte metros corriendo.
Mi cuerpo se estrella con una persona y mis pies fallan dejándome en ridículo con las piernas abiertas en el piso.
—Fíjate por dónde vas —me grita un señor un poco más alto que yo de forma regordeta y con una cara de pocos amigos —a las personas como tú las detesto —escupe a un lado mío y rápidamente me levanto.
—Lo siento, lo siento —bajo mis manos cautelosa y doy un paso hacia atrás —de verdad lo siento.
—¿Piensas que unas míseras palabras arreglarán mi ropa de cinco mil dólares? —camina hacia mí lentamente —Dime ¿tienes dinero para comprarme mi ropa nuevamente, pobretona?
Mi espalda choca con un pecho firme y observo hacia arriba encontrándome con ojos azules, instintivamente me coloco detrás de él y mis manos agarran fuerte su camisa.
Él ladea la cabeza hacia mí y vuelve a mirar al frente —¿Qué es lo qué le ha hecho para que la trate así?
—Tú, mocoso, hazte a un lado que esto es entre la andrajosa y yo —me mira con ira en sus ojos y muevo todo mi cuerpo detrás del mastodonte.
—Se nota que es una persona sin educación y de bajos recursos —escupe Amir con odio. Me imagino que debe tener su típica mirada de eres inferior a mi pedazo de moco —y si bien escuche, usted le está reclamando por su baratija de ropa que compró seguramente en la rebaja de la tienda —mete la mano en su bolsillo trasero y saca su cartera —No tengo mucho dinero suelto, solo mil dólares —¡SOLO! y dice él que no tiene dinero —busca mejor ropa que esa porquería que tienes y desaparece de mi vista —le lanza al suelo los billetes de quinientos y toma mi mano.
El viejo panzón lleva sus ojos al suelo y luego regresa la vista hacia Amir y luego a mí. Aprieto la mano de él y me apego a su cuerpo —Vámonos —siento su mirada fija en mí y da la vuelta para caminar hacia su bonito auto.copy right hot novel pub