Oh, Dios, esa voz. Esa voz es la que estaba buscando hace rato, la que no había escuchado éstos últimos días. Y justo tiene que aparecer ahora. Clarie y yo nos dimos la vuelta lentamente hacia Lanor, quién estaba parado frente a nosotras de brazos cruzados, estaba serio. Le sonreí lo más casual posible, como si no estuviéramos haciendo nada malo. Clarie me cogió del brazo.
—¡Lanor! —exclamé, rascándome la nuca—¿Dónde te has metido? He estado buscandote.
Frunció el ceño y pude ver cómo se le iluminó la cara, pero después se acercó rápidamente a nosotras y nos tomó del brazo en dirección al auto que estaba justo frente a nosotros.
—Suban, ustedes dos tienen mucho qué explicarme. —rodeó el auto y se subió al asiento principal. No dijimos nada, solo hicimos caso y nos subimos las dos a los asientos traseros.
No podíamos quedarnos más tiempo aquí, Caleb puede salir en cualquier momento y pues... Ahí sí que tendría un gran problema. Lanor arrancó y aceleró.
—Mientras llegamos a tu casa, Katalina, me pueden ir explicando porqué estaban espiando la casa del señor Gray. —dijo.
Miré a Clarie, quién se encogió de hombros. Era hora de improvisar. Moví los labios hacia ella diciendo «sígueme la corriente»
Asintió.
—¿Espiando? Por supuesto que no, Lanor, cómo se te ocurre. —reí. Clarie también—Lo que pasa es que veniamos para mi casa y Clarie, quién traía a su pequeño conejito, tan lindo, ¿podrás creer que justo pasando por aquí se tiró por la ventana? —mentí, joder, podría ganar un Oscar con esta actuación —Y pues nos tuvimos que bajar a buscarlo.
—Sí, —me siguió Clarie—Pero no lo encontramos —fingió tristeza. —Se ha ido.
Le di palmaditas en la espalda, sorbiendo mi nariz.
—Es triste, ya no volveremos a ver al pobre conejito. —susurré.
Miré por el rabillo del ojo que Lanor nos observaba por el espejo retrovisor.
—¿Y cómo se llama el conejo? —preguntó.
Fácil.
—Misifú.
—Firulais.
Dijimos Clarie y yo al mismo tiempo. Grave error. Lanor frunció el ceño.
—¿Qué? —cuestionó. Ya estábamos frente a mi casa.
Miré a Clarie, quién hizo una mueca como pidiendo disculpas.
—Lo que pasa es que... —piensa, Caro, piensa—Tiene dos nombres, sí, eso es. —sonreí.
Clarie me volteó a ver, interrogante.
—Sí, —dijo ella, algo confundida. —Mi conejo se llama... Misifú Firulais.
Qué horror.
Lanor se dirigió a nosotras, mientras se quitaba el cinturón.
—Le pusieron dos nombres a su conejo, uno es de gato y el otro es de perro.copy right hot novel pub