El súbdito le susurró algo a Santiago.
El de Santiago permaneció imperturbable e incluso se rió.
Dijo:
—De acuerdo, entendido.
Luego salió del almacén y llamó a Lidia, que estaba en su habitación.
Aunque la de Ricardo había sido incinerada, el ambiente en la sala seguía siendo deprimente.
La anciana Sra. Merazo lloró toda la noche y los chillidos rodearon la mansión.
Jairo no lloró, pero no quiso comer nada y estuvo abatido todo el día.
Lidia pensó que, a este paso, sus padres podrían seguir los pasos de su hermano.
Ella también estaba en mal estado y se estaba espaciando.
Se sorprendió al recibir la llamada de Santiago.
Tras descolgar el teléfono, Santiago preguntó primero antes de que Lidia pudiera decir nada:
—Lidia, Vanesa casi tiene un accidente hoy. La han perseguido dos coches.
Lidia hizo una pausa:
—¿De qué estás hablando? ¿Por qué me dices esto de repente? ¿Estás sospechando de mí?
Santiago no dudaba de Lidia:
—¿No tenías un mayordomo al que despidieron sin motivo?
Lidia frunció el ceño y no recuerda por ahora:
—No estoy muy segura.
Santiago sonrió:
—Conducía uno de los coches que han seguido a Vanesa hoy.
Además, ese mayordomo apareció antes en el casino.
Lidia se detuvo y de repente tuvo una sensación extraña.
La criada ha llevado hoy el desayuno a las habitaciones de los Sr. y Sra. Merazo.
Después de desayunar en la planta baja, vio a Eustacio entrar en su habitación.
Sospechaba de Eustacio desde hacía mucho tiempo y escuchaba su conversación a escondidas cuando lo veía.
Primero convenció a Eustacio para que se endureciera y llegó a dirigir la empresa.
Jairo suspiraba constantemente.
En realidad, era perfectamente normal que no pudiera volver en sí después de lo que había pasado.
Eustacio dijo entonces de repente:
—Sólo hay que esperar y ver. Nuestra empresa será cada vez más fuerte.
Jairo seguía revolcándose en su dolor y dijo con ligereza:
—No, no pasará. Mi Ricardo se ha ido y toda mi esperanza se ha ido con él.copy right hot novel pub