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La Llave En El Lago

Capítulo 8:

Amelia se encontró bajando por una de las escaleras dobles que daban hacia la salida todo era extrañamente similar, había algunos cuadros que eran iguales a los de su casa, aunque no estaba el cuadro de su antepasado, mientras bajaba se fijó que dos hombres estaban hablando en la puerta, uno era que había conocido ayer y el otro no podía verlo porque estaba de espaldas a ella, cuando estuvo en los últimos escalones, el que decía ser doctor hizo un gesto de inclinación quitándose un sombrero de copa que llevaba puesto y Amelia le pareció escuchar "buenos días, señorita" pero al mismo tiempo que él hacia ese saludo el otro hombre se giró hacia ella:

-¡¿Gael?! - exclamó Amelia aliviada, era su hermano, ella corrió hacia él, lo abrazo mientras enormes lágrimas corrían por sus mejillas hasta que no vio a Gael no se había dado cuenta de cuánto miedo tenía y ahora todo tenía sentido, sus hermanos le jugaban una broma, una broma con un toque de venganza por ser la única heredera de la mansión. El abrazo no fue correspondido, en cambio, sintió como los músculos de su cuerpo se tensaban, Amelia se despegó solo un poco de su cuerpo para mirar fijamente a la cara de quien creía era su hermano, inmediatamente lo soltó y sintió una mezcla de pánico y vergüenza, ciertamente el hombre podía hacerse pasar como un gemelo de Gael, pero tenía los ojos de otro color aparte Gael compartía la vida fitness con Erick y este había torcido la nariz en una pelea de boxeo y a pesar de que se recuperó rápido de esa torcedura su nariz no volvió a ser la misma con la que nació y era obvio que la nariz la tenía distinta al hombre que tenía parado al frente -tú no eres Gael - dijo Amelia mientras sentía que su corazón se le rompía en mil pedazos.

-Mi nombre es Edward y soy su anfitrión -el hombre caminó hacia la puerta de entrada parecía estar incómoda y Amelia también lo estaba -el carruaje está esperando -Amelia y Cipriano salieron hacia el exterior mientras Edward se quedaba para dar las últimas instrucciones a sus criados.

Edward dentro de él se sentía incómodo porque una señorita lo hubiese abrazado de esa manera, aparte lo había llamado ¿Gael? ¿Quién era Gael y que clase de nombre era ese? Por su parte Cipriano estaba impaciente por saber qué había pasado con la joven antes de encontrarla así que de vez en cuando giraba la mirada en su dirección para ver si ella se disponía hablar, pero como si fuese cosa del destino a la cuarta vez que giro para verla, lo vio, solo fue un segundo quizás menos, pero observo como a la joven veía la fachada de la mansión con auténtico horror, como si hubiese estado las últimas dos semanas en un castillo embrujado.

Amelia había visto la fachada de la mansión con la esperanza de memorizar algunas cosas para cuando lograra huir y pusiera la denuncia en la policía lograra dar todos los detalles importantes y así apresaran a esos delincuentes lo antes posible, pero no había nada que memorizar era la mansión Wilson, únicamente que se veía distinto, el color amarillo de las paredes parecía nuevo, más brillante y más lleno de vida, pero seguía siendo idéntica a la mansión, Amelia se preguntaba en qué demonios estaba pasando, no era posible que existiera una réplica exacta de la mansión ¿cierto? Y si alguien se hubiese metido a hacer ese teatro en la mansión los vigilantes, los turistas, los guías o cualquier persona se habría dado cuenta… Era irracional pensar en que la mansión tuviese una réplica exacta, pero era aún más loco pensar que fuese la misma.

Amelia trató de no pensar en eso, su plan era sencillo hacerse ver que cooperaba, tomar un momento de distracción huir y encontrar un centro policial y si todo eso salía mal esperaba que la cantidad de dinero que habían recibido fuese suficiente para que esos criminales no quisieran hacerle ningún daño.

Amelia se paró sorprendida de no haberse dado cuenta del carruaje, era un carruaje de época con dos caballos blancos jalando de él, pero el carruaje no parecía viejo ni usado como los que se consiguen en los tours turísticos, este era de un deslumbrante color negro con detalles dorados, el que se hacía llamar doctor le extendió la mano para ayudarla a entrar, una vez a dentro le pareció estar dentro de una elegante cabina de teleférico, era obvio que todo era nuevo y de brillantes colores, pero resultaba algo claustrofóbico e incómodo, los dos hombres se sentaron el uno al lado de otro en el asiento contrario al de ella, ella tomó esto como una excelente señal, quería decir que estaban confiando en que ella no huiría o en realidad no les importaba si lo hacía, si ella lograba ser discreta y ágil podría acercarse a una puerta y tal vez podría saltar si la velocidad no era muy alta.

De repente sintió como todo comenzó a moverse no iban muy rápido lo que ayudaba a su plan, solo necesitaba hacerlo en un sitio con más personas donde pudiera gritar, antes de salir de la propiedad el hombre que se hacía llamar Edward se aclaró la garganta y dijo:

-el cochero no sabe a dónde dirigirse - él parecía una buena persona en especial por el parecido con su hermano y su hermano era buena persona ¿Cómo alguien tan parecido iba a ser una mala persona? Pero en el fondo ella sabía que no debía confiar en nada de lo que dijera -¿Podría indicarme dónde está su hogar?

-puede decirle que nos deje en la plaza más cercana yo encontraré el camino - no era tan ingenua para pensar que la iban a dejar en un parque para que huyera y alertara a la policía, pero hasta ahora no habían sido violentos con ella y tal como pidió la iban a “llevar a su hogar” aunque sabía que no sería así, igual no iba a perder nada con decir que la dejen en un lugar público

-no, no podríamos llamar a nosotros mismos caballeros si dejamos a una dama abandonada en una plaza -protesto Cipriano y Edward asintió en señal de que estaba de acuerdo por lo dicho por su amigo.

Hubo una larga pausa, Cipriano y Edward sabían que llevar una mujer en un carruaje sin rumbo fijo estaba mal, pero ambos querían respuestas y creyeron que la mejor forma de conseguirlo era siendo colaboradores con ella, pero aun así la joven seguía a la defensiva, no quería hablar, solo los miraba fijamente como si su mirada fuese suficiente para disuadirlos y que estos los dejarán en la plaza, así que cuando el silencio resultó ser demasiado incómodo Cipriano probó con otra estrategia:

-Si estás huyendo de un esposo maltratador podemos buscar la manera de ayudarte - Amelia lo miró fijamente con rabia en sus ojos ¿en qué podría ayudarla un hombre que la tenía secuestrada bajo un teatro?

Amelia se negó a contestar y, en cambio, los fulminó con la mirada, llevaban alrededor de unos quince minutos en el carruaje y aproximadamente diez de esos quince minutos habían sido de total silencio, Edward por su parte había decidido no formar parte de la guerra de miradas de odio que tenían Cipriano y la joven, así que decidió dar un par de golpes al techo del carruaje para llamar la atención del conductor e indicó que debían ir a la plaza central, no le gustaba la idea, pero estaba seguro de que la joven no iba a cambiar de parecer y cuando dio las indicaciones noto que parecía relajarse solo un poco en su asiento, a pesar de estar sola en su asiento parecía incómoda de vez en cuando se movía de la silla como retorciéndose de una extraña manera y quedaba uno o dos centímetros más distantes de su punto original:

-señorita no nos ha indicado su nombre hasta ahora - observó Edward, ella lo miró desconcertada así que él se dispuso a explicarlo - despertó en mi casa hace un día, no tenemos ni idea de quién es usted y usted no tiene idea de quiénes somos nosotros, tal vez todo esté… -Edward sabía que palabra no debía usar, pero no sabía cuál usar así que se aclaró la garganta y dijo- malentendido - era una palabra que seguramente no escribiría correctamente el berrinche que parecía tener Cipriano y la joven - se deba a que no nos hemos presentado adecuadamente, si lo hacemos tal vez podamos hacer la misión de llevarla sana y a salvo con su familia más rápido y más agradable, Yo soy el conde de Wilson Edward Giovanni Sáenz Blanco y mi compañero presente es el doctor Cipriano Roberto DeLuca leone y ¿usted es?

-Me llamo Amelia -respondió cortante

-¿No tiene apellido? - el apellido era lo único que le importaba saber a los dos caballeros, con un apellido sería fácil rastrear a su familia, sin embargo, ella solo se les quedó mirando fijamente hacia la ventana.

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