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La Llave En El Lago

capítulo 24:

Cipriano fue el primero en verla, corriendo hacia ellos, las lágrimas le corrían por las mejillas y estaba completamente aterrorizada, Edward y el Vizconde Navarra estaba muy distraídos apuntando hacia las dianas por lo que no se habían percatado de la presencia de Amelia, que corría hacia ellos lo mejor que podía debido al vestido que llevaba puesto, Cipriano decidió que lo mejor era ir a calmar a la joven antes de que los otros dos hombres se fijaran en su estado y comenzaran a hacer abrumarla, igual él no sabía por qué se encontraba tan desesperada, pero lo que si era cierto es que si Edward o el vizconde se fijarían en ella, tardarían horas en saber que pasaba y arruinaría el día tan maravilloso que habían tenido.

Sin que los otros dos hombres se dieran cuenta Cipriano camino con lentitud sin llamar mucho la atención y cuando estuvo lo suficientemente lejos para no llamar la atención, caminó hacia ella apresuradamente, cuando se encontraron de frente él la tomo por ambos brazos para detenerla, notaba en sus ojos que estaba aterrorizada, Amelia desde su perspectiva no podía ver a nadie, ni siquiera había visto al doctorcito acercarse a ella y tan pronto como estuvieron frente el uno del otro sintió su corazón acelerado por el susto inicial y luego sintió un ligero alivio:

-¿Eso son disparos? -las lágrimas le corrían por las mejillas

-lo son, pero no tiene por qué preocuparse -Amelia lo vio como si fuera un idiota y Cipriano comprendió que estaba asustada por los disparos

-¿Está Edward bien? -Amelia nunca había tenido ningún tipo de encuentro con un arma por lo que cuando escuchó el disparo sintió un pánico tremendo y solo quería saber si Edward se encontraba bien

-Si, solo estamos haciendo algo de… -Amelia al escuchar que Edward se encontraba bien sintió necesidad de abrazar a Cipriano y no lo pensó dos veces lo abrazo tan fuertemente mientras lloraba, ella sabía que estaba siendo irracional, no había razón por que llorar, todo estaba bien, pero no podía dejar de llorar, Cipriano al principio se sintió sorprendido por el repentino abrazo y con dificultad pregunto -¿usted se encuentra bien? -Ella levantó su rostro para verlo a los ojos, por un segundo ella había olvidado que él tenía heterocromía y le pareció realmente hermoso los colores de sus ojos que se contrastan, sus rostros estaban tan cerca el uno del otro que estaban a centímetros de un beso ambos se separan con sus rostros sonrojados por la vergüenza de la repentina cercanía

-no lo sé -dijo Amelia alejándose de él -cuando escuché el disparo pensé que había pasado algo horrible -ella se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, y trataba de disimular los mocos que le salían por la nariz, Cipriano le pasó un pañuelo que llevaba siempre consigo -y creo que también… sé que no me cree, pero solo quiero regresar… -Ella estaba comenzando a sentir los estragos de no saber qué ocurría con su familia y tal vez solo por eso se encontraba un poco más sensible de lo normal

-Amelia -grito Edward quien estaba a una distancia bastante considerable, Cipriano rogaba que no los hubiesen visto el abrazo - ¿Pasa algo? -grito

-No -Respondieron Cipriano y Amelia al unísono

-¿Vamos? -Cipriano le ofreció el brazo y ella lo aceptó ambos caminaron en silencio hasta donde se encontraba Edward y El vizconde

-¿Cómo estuvo tu paseo prima? -preguntó Edward haciendo énfasis en la palabra "prima" ella no se había fijado en la presencia del otro hombre

-fue agradable -respondió, mientras seguía observando al hombre curiosa algo en su cara le parecía familiar, él se acercó para darle un beso en forma de saludo

-Buenas tardes, señorita -entonces ella cayó en cuenta era el vizconde Navarra, que sin la peluca o el maquillaje de la noche anterior era un hombre completamente distinto, sin el polvo blanco que llevaba puesto la noche anterior su tez era una tonalidad más oscura y el cabello negro lo tenía largo hasta los hombros y sus ojos verdes parecían sobresalir en el ambiente invernal en el que se encontraban, ella se sintió muy decepciona al darse cuenta de que no tenía una melena rubia como se había imaginado, sin embargo, debía admitir que era un hombre bastante apuesto

-vizconde Navarra -Amelia se llevó una mano para taparse la boca y le devolvió lo mejor que pudo un saludo con una reverencia -disculpe no lo había reconocido

-No se preocupe -Le quitó importancia a su descuido -por favor puede llamarme Alessandro -Amelia se sintió sonrojar al ver como le hablaba con muestra de galantería y sus ojos verdes parecían estar fijos en ella

-usted puede llamarme Amelia entonces - Alessandro asintió con la cabeza tratando de evitar toser, él nunca había tenido la oportunidad de cortejar a una dama, desde muy joven había tenido esa maldita enfermedad, al igual que su padre y la tos era el mayor inconveniente para hablar con una mujer, no era nada galante y probablemente era poco romántico cuando tu pretendiente tose sin parar en medio de una conversación, sin embargo, allí estaba tratando de cortejar a Amelia y parecía que le estaba yendo bien, puesto que ella se había sonrojado -¿Qué están haciendo?

-algo de tiro, es más emocionante si las dianas están ocultas -se apresuró a explicar Edward, su madre hubiese prohibido hacer tiro en medio de la nieve porque sería muy peligroso al no poder diferenciar las lianas del entorno y seguramente cualquier otra mujer de la época diría que no, por lo que se veía en la obligación de explicar el motivo aunque no debiese porque Amelia seguramente no entendería que en estas fechas no es algo que se hace

-ah entiendo, me asusté un poco al escuchar los ruidos -respondió ella con un tono comprensivo y Edward recordó que su primita no era una joven doncella tímida de la época sino más bien una mujer hecha y derecha del futuro, se le notaba que estaba asustada, pero aun así parecía estar llenándose de valor para estar allí, Cipriano comenzó a toser una clara señal de que quería llamar la atención de los presentes

-Está comenzando a hacer frío… -Edward lo examinaba con curiosidad de repente su amigo parecía estar algo intimidado -tal vez deberíamos dejar esta actividad para otra ocasión

-Estoy de acuerdo -dijo el vizconde -Me gustaría ilustrísimo Conde que me permita dar un paseo con su prima

-Creo que mi prima está algo cansada para el paseo -Edward sabía las intenciones del vizconde y aunque Amelia de un momento para otro se había vuelto su mejor amiga y obviamente si hubiese sido una mujer de la época hubiese considerado al vizconde a pesar de su enfermedad como un buen candidato, ya que era un hombre joven, exitoso y bien parecido que podría encargarse de una familia, pero estábamos hablando de una mujer que venía de otra época, que usaba pantalones, que podía insultar igual de bien que marinero borracho y sobre todo tendría que regresar en cualquier momento a su época, él entendía lo que un corazón roto significaba y no quería que ninguno de los presentes sufriera, porque si uno caí en ilusión de enamorarse saldrá inevitablemente destrozado y aparte Amelia tendría que irse en algún momento y por más que la quisiera no podía dejar que perturbara su vida y la de los demás- sin embargo, tal vez quiera quedarse para la cena -la cocinera odiaba los visitantes de último momento, pero la cortesía lo exige más aún después de negarle un paseo con la mujer que él pretende cortejar

-Aceptaré su invitación, ya que mis planes de hoy no fueron los que esperaba -aceptó el vizconde -si me permite señorita Amelia ¿Podría escoltarla hasta la mansión? -Edward pensó que ese era un gesto muy galante y a la vez respetuoso, puesto que en realidad nunca se alejarían de su visión y sería como la versión mini del paseo que planeaba dar, Amelia aceptó.

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