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La Llave En El Lago

Capítulo 31:

Amelia había quedado muy desilusionada por su plan de unir a Olivia y Edward, este último tuvo que ir a visitar a sus arrendatarios antes de las fechas decembrinas y por lo que se fue por tres días completos, Amelia lo había pasado bien a pesar de la mirada estricta de la señora Beatriz que la vigilaba con vista de águila aun así disfruto de la compañía de Samira, Olivia y eventualmente del vizconde Navarra.

En esos tres días descubrió lo difícil que era el bordado mientras reía a carcajadas con las dos jóvenes, se sorprendió de que realmente estaba disfrutando de vivir en esa época tan pacífica, aunque en las noches mientras cenaba sola y en silencio se encontraba extrañando a sus padres, amigos e incluso extrañaba a Erick, una tarde la señorita Samira que era la miembro más joven del reducido grupo preguntó con su voz todavía infantil:

-¿Cómo era su esposo? -pregunto con total curiosidad

-¿Mi esposo? -La pregunta la tomó desprevenida le tomó más de un segundo darse cuenta de que para ellas Amelia era una joven viuda

-Si no quiere hablar de él, está bien -Interrumpió la señorita Laurens que tomó su duda para hablar como un tema del que no quería hablar

-Era un hombre encantador -Dijo Amelia con cierta nostalgia en su voz mientras pensaba en Erick- Era simpático y cuando se reía se le hacían ojuelos en las mejillas…

-Suena como si fuese una buena persona -Olivia tomó la mano de Amelia y esta se sintió mal de engañarlas con la historia de que era una falsa viuda

-No era una mala persona, pero tampoco era perfecto -sintió como se le destrozaba el corazón, ella tenía a Erick en un pedestal y reconocer que no era perfecto era doloroso -era algo narcisista -se obligó a recordar cosas malas de él -era quisquilloso con la comida -como típico seguidor del mundo fitness fastidiaba hasta por las calorías de un jugo de frutas endulzado con azúcar incluso cuando él no era el que se lo iba a tomar -y sobre todas las cosas tenía aventuras fuera del matrimonio -Ambas chicas se vieron con preocupación y Amelia entendió que estaban buscando las palabras exactas para disculparse -No se preocupen -dijo antes de que pudieran dar una disculpa

Hubo un momento de silencio donde Amelia estaba casi segura que la reunión se había acabado, sin embargo, la señorita Cecil se decidió a preguntar algo que le tomaría tiempo explicar:

-Señorita Amelia puedo hacerle otra pregunta indiscreta -Olivia la vio con preocupación y Amelia con curiosidad -Solo se lo pregunto a usted porque es una buena persona y es una mujer muy inteligente -Amelia se sonrojó por el cumplido inesperado

-Puedes preguntarme lo que desee -Samira se levantó y cerro la puerta del salón, ella no quería que nadie aparte de las presentes escucharan sus preguntas

-¿Qué ocurre la noche de bodas? -Amelia pestañeó confundida ante la pregunta y Olivia se atragantó con el té que estaba bebiendo, pero luego de recobrar la compostura parecía tanto o más interesada que Samira

-¿No lo sabes? -Preguntó Amelia, en su época era muy común que chicas incluso más jóvenes que Samira recibieran clases de educación sexual en los colegios, sin embargo, había que tener en cuenta que todas estas chicas eran educadas en casas y educadas para ser lo más puras posibles antes de su boda por lo que no era de extrañar que no supieran absolutamente nada

-Se supone que tu madre debe decirte una noche antes de tu boda -Respondió Olivia, Amelia encontró esto bastante abusivo, obligas a una niña a casarse no le dices nada y esperas que todo le vaya bien -Yo no me he casado y probablemente no me case y la señorita Cecil… -Olivia dejó el final de la frase a medias, pero lo que quería decir estaba explícito la señorita Cecil era huérfana de madre comprendió Amelia, suspiro

-No sé si deba ser yo la que les cuente esto… -¿Se metería en problemas si les comentaba lo que ocurría?

-No le diremos a nadie -Prometió Samira

-Aun así -Amelia respondió pensativa, consideraba que Olivia era una mujer hecha y derecha, puesto que era un año mayor que ella y no le haría mal saber lo que era el sexo, pero Samira todavía no había cumplido ni los dieciocho años y le parecía mal tener que hablar con ella de este tema, nunca se había encontrado en una situación ni remotamente similar, en comparación a cualquier joven de esa misma edad que viviese en su época ellas sabían más de lo que necesitaban saber, pero Samira era el equivalente a una niña de once o diez años y pensaba que esto sería algo impresionante para ella

-Aun así lo sabré el próximo mes cuando despose a lord Fitz y quiero estar preparada -Esto le cayó como una patada en el estómago a las otras dos chicas, siempre que se mencionaba al anciano y desagradable señor Fitz era algo demasiado desagradable y Amelia se lamentó que la primera vez de esa pobre niña fuese con un hombre tan desagradable

Amelia decidió que no podía hacer nada por ese acuerdo matrimonial aparte de ayuda a Samira a estar lo mejor preparada posible para lo que se iba a tener que enfrentar, le comento de la mejor manera posible que era el sexo:

-¿de esta manera una mujer queda embarazada? -Preguntó Olivia con un rostro muy sorprendido, pero de cierta manera parecía que era una confirmación de sus sospechas.

-Así es -Confirmó Amelia

Luego surgieron otras clases de preguntas que Amelia consideraba como dudas razonables, preguntaron si los animales también lo hacían o preguntas que seguramente no eran para nada correctas en la época como si el embarazo se podía lograr por parejas de un mismo sexo y si realmente era tan doloroso como sonaba, lo que derivo en que Amelia tuviera que profundizar el tema, ella no sabía que ocurría con las parejas de un mismo sexo en esos años por lo que no abundo en detalles aunque dejo en claro que a veces esto ocurría y podía ser normal porque el amor era amor aunque más por el rostro de Olivia que el de Samira entendió que no debía ir más allá de lo poco que había explicado, sin embargo, decidió que el tema del placer en el sexo era sumamente importante y decidió explicarlo más a fondo, hablo por casi media hora sobre algunas cosas que consideraba importantes:

-En fin es complicado pero es muy placentero

-A pesar de sus esfuerzos por sus explicaciones no parece ser algo que vaya a disfrutar -suspiro decepcionada Samira

-La verdad no sé que decirte -Amelia admitió su incompetencia mientras le tomaba la mano a su amiga, pero esto fue interrumpido por el mayordomo quien anunció que el vizconde estaba allí, en los tres días que llevaban yendo las jóvenes y el vizconde nunca se habían cruzado, pero esta vez las jóvenes se habían quedado más tiempo que porque la conversación lo requería y se había perdido el sentido de la hora

-No sabía que el vizconde venía a visitarla -comentó Olivia sorprendida

-Si viene a jugar ajedrez conmigo -Era una de las pocas cosas que Amelia sabía y que podía compartir con alguien de la época

-y hasta ahora la dama y yo hemos empatado en más partidas de las que puedo contar -interrumpió el vizconde que estaba parado en la puerta y llevaba consigo un ramo de flores, Amelia había descubierto lo encantador que era el vizconde, era un hombre con un excelente sentido del humor e inteligente que hacía Amelia desear que el vizconde fuese de su época, el vizconde tosió varias veces, pero a nadie de los presentes le importo -Pero hoy estoy dispuesto a ganarle -Se acercó para entregarle el ramo de flores

-como ya sabrá soy muy competitiva y no me dejo ganar tan fácilmente

-Entonces creo que es hora que nos despidamos -interrumpió Olivia mientras tomaba a la señorita Cecil por el brazo de la manera más discreta posible, Amelia pudo leer en los labios de la señorita Laurens el “de esta manera no la interrumpimos más”, tal vez desde su posición el vizconde y ella estaban coqueteando, pero esto no era así, ella le había dejado muy en claro a vizconde que no se encontraba interesada, sin embargo, con la ausencia de Edward encontraba muy divertida la presencia de él, tan pronto como las jóvenes se marcharon entró en el salón la señora Beatriz que estaba sirviendo de doncella, se quedaba en el salón haciendo como si no le importaba, a veces fingía limpiar, coser o incluso tejer mientras veía fijamente el juego de ajedrez.

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