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La Llave En El Lago

Capítulo 62:

Cipriano como de costumbre llevo a Edward hasta su habitación aunque sin duda él también estaba casi tan mal como su amigo mientras caminaba sentía que el pasillo daba vueltas:

-Por un momento pensé que me tendría que casar con Olivia -suspiro Cipriano mientras dejaba a Edward en su cama

-Es mi esposa, no puedes pensar en ella de esa manera -gruñó Edward

-No pienso de ella en esa manera y todavía no es tu esposa -replicó Cipriano con cariño mientras se dirigía a la puerta

-Priano -llamo Edward, él volteó

-¿Si?

-No hagan tanto ruido… -dijo y se quedó dormido, Cipriano se sonrojó porque sabía a qué se refería, cerró la puerta y muy rápidamente se encontró frente a la habitación de Amelia “¿Qué estoy haciendo?” se dijo a sí mismo mientras culpaba a Edward por meterse en su mente, ni siquiera había pensado en Amelia de esa manera hasta que él le advirtió del ruido, la puerta de la habitación se abrió sin que él llamara, Amelia tenía un camisón casi transparente aunque todavía llevaba puesto el cabestrillo, tenía la cara sonrojada por el alcohol

-¿Vas a pasar? -Le dijo ella, no protesto porque él estuviera en su puerta, ni siquiera parecía sorprendida del hecho, Cipriano entro y ella cerró la puerta

-No debería estar aquí ¿cierto? -él sabía que lo que estaba haciendo era producto del alcohol, era algo que deseaba, pero sabía que estaba mal y si no fuera por las libertades que otorga el alcohol ni siquiera estaba allí

No, no deberías -dijo ella -pero estas -El giro para verla, ella seguía de cara a la puerta con la mano en la manilla de la puerta -¿Quieres solo por una noche?

-Solo por una noche -Cipriano se acercó y la beso desde detrás de las orejas hasta la base del cuello -¿te duele el hombro?

-No lo suficiente para detener esta locura de borrachos -Ella se giró para quedar cara a cara, ambos podían sentir el aliento alcoholizado del otro, con su brazo Amelia comenzó a desabrochar la camisa

Cipriano con la mayor de la delicadeza que podía tener en ese momento la ayudó a quitarse el camisón que cayó suavemente en el piso, se besaron suavemente en los labios y él prosiguió a besarla por el cuello y su clavícula hasta bajar a sus pechos, Amelia que con solo un brazo le costaba desvestir a Cipriano rápidamente abandonó la idea así que metió su mano entre sus pantalones acariciando su pene de arriba abajo con un movimiento repetitivo, él gimió de placer:

-no debemos hacer mucho ruido -Dijo él mientras ponía los ojos en blanco y una expresión de placer

-No haremos mucho ruido -prometió ella mientras el calor de sus cuerpos se invitaban mutuamente a saborearse.

A la mañana siguiente Cipriano sintió que alguien se sentaba a un lado de su cama y con esa acción lo despertaba de su sueño, no tenía que abrir sus ojos para saber de quién se trataba:

-Sal de mi cama, degenerado -gruño Cipriano

-No estás en tu casa, así que técnicamente esta es mi cama -gruñó Edward, “sabía que era ese desgraciado” se dijo así mismo Cipriano, el peso de su amigo era inconfundible, lo había cargado tantas veces en tantas borracheras que era imposible confundirlo con otra persona -aunque bueno esperaba encontrarte en cama con otra persona

-¿Con quién me encontrarías? -Cipriano sentía que la cabeza le daba vueltas y eso que ni siquiera había abierto sus ojos, también estaba comenzando a odiar la voz de Edward que con cada palabra que salía de su boca parecía estar hablando mucho más alto, pero pronto comprendió que tenía la resaca más grande de su vida

-Amelia -dijo su amigo sin rodeos, lo que le hizo a Cipriano abrir los ojos como platos, recordaba haber ido a ver Amelia, los besos y que ella le prometía no hacer ruido, pero luego de eso su mente se apagó, no recordaba que habían hecho y mucho menos cambiarse de habitación, internamente suspiro de alivio al darse cuenta de que no estaba en la habitación de ella ¿Pero como había llegado allí? Miró a Edward y mientras sentía que la luz del sol le quemaba los ojos

-Dios porque me siento tan mal -dijo Cipriano tratando de tapar sus ojos con la sabana de la cama, pero Edward estaba sentado sobre ella y no parecía querer dejarla ceder

-tienes resaca -dijo Edward con el mayor de los orgullos por su diagnóstico

-Sí y ¿por qué tú no?

-Práctica -respondió Edward encogiéndose de hombros -¿Planeas dormir todo el día o vas a acompañarme?

-¿a dónde? -gruño Cipriano

-Eres el tipo de borracho que se enoja por todo -dijo Edward, la verdad era que Cipriano nunca había tomado tanto como Edward, pero su amigo se acababa de comprometer y quería celebrarlo tanto como él pero no esperaba que beber tanto como él lo dejara como si un coche le hubiese pasado por encima -Me voy a casar ¿sabes? Hay mucho por hacer

-Lo sé -Dijo Cipriano dándose por vencido, Edward debía estar más emocionado que la misma novia y no parecía querer dejarlo en paz -Antes de que nos aventuremos en todos los trámites misteriosos del matrimonio ¿Podemos hacer un par de cosas antes? -Cipriano hizo una lista, debía regresar a su departamento, bañarse y cambiarse de ropa no podía ir por la vida oliendo a alcohol y habanos aparte tenía la ligera impresión de que si se lavaba la cabeza podría aliviar un poco el dolor de cabeza, tenía que pasar por casa del vizconde y de algunos otros pacientes, también debía verificar si había llegado la carta que llevaba unas semanas esperando

-Si, pero primero vamos a comer algo -dijo Edward, mientras se levantaba de la cama y caminaba a la puerta-La señora Acosta me aseguro que pidió que hicieran una sopa perfecta para la resaca -Edward salió de la habitación dejándolo solo

Cipriano suspiró mientras su cuerpo se fundía en la cama cerrando fuertemente sus ojos, estaba casi seguro que la noche anterior Amelia lo había montado como ninguna mujer antes lo había hecho, pero al mismo tiempo todo le parecía un sueño húmedo causado por la borrachera.

Cuando sintió que la habitación dejaba de darle vueltas se levantó y se arregló la ropa mal puesta frente al espejo, pero no importo cuanto se arreglara el mismo se veía como un borracho de esquina. “No volveré a tomar” se repetía mientras la cabeza le retumbaba con cada escalón que bajaba, cuando llego al comedor, se encontró con Mary Ann, Amelia que no parecía estar mejor que él y a Edward que parecía irradiar una luz brillante como si fuese un sol, Cipriano se sentó justo al otro extremo de Amelia, ella llevaba un vestido sencillo de color crema claro:

-¿Cómo se sienten? -Preguntó una voz detrás de él, pronto Cipriano vio a la nueva ama de llaves

-Tengo resaca -dijo como si nada Amelia

-ya servirán una sopa para la resaca -le dijo la mujer - eso hará más llevadero el malestar -La mujer se acercó a su hija y le acarició tiernamente el cabello, Amelia arrugó la cara

-Cada quien tiene sus remedios -Dijo Amelia quien pensaba en que su remedio era irse a comer la hamburguesa más grande y grasosa que pudiera encontrar mientras usaba sus lentes de sol y tomaba una coca cola de dieta ¿Por qué de dieta si se estaba comiendo una bomba de calorías? Ella no lo sabía bien, solo le parecía gracioso la cara del personal que le daba la hamburguesa con todo y un refresco de dieta

-¿Querida prima harás algo el día de hoy? -Edward parecía querer llevarse consigo a todas las personas que pasaba por frente de él a hacer las diligencias que tenía que hacer, pero Amelia no parecía dispuesta dejarse arrastrar como Cipriano

-Voy a ir a la casa Fitz -dijo seriamente

-oh -A Edward parecía apagarse solo un poco el brillo -No debes...

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