Eduardo frunció el ceño y su cara se congeló.

Miró a Celia, que se cubría la tripa mientras corría hacia el baño, y sintió que estaba a punto de estallar.

—Celia, no me estarás castigando, ¿verdad? —Eduardo se lo creía a medias.

La voz de Celia salió del baño.

—Tengo la intención, pero no ese valor.

Cuando salió, ya se había vestido con todo tapado.

Pero Eduardo, en la cama, seguía en la misma posición que antes, con una mirada deprimida.

Celia se acercó a él y le dio un abrazo reconfortante.

—Pórtate bien, no sé cómo se me ha adelantado de repente. Pensaba que era un día seguro…

—Quiero luchar en sangre —La voz de Eduardo era baja y apagada.

Celia se congeló y se apresuró a abrazarse con fuerza.

—Tú, tú... Ve a tomarte una ducha fría… —deseando envolverse con otra capa de ropa.

Eduardo agachó la cabeza como un balón desinflado.

—Me duele —dijo resignado, como un niño.

—¿Dónde? —preguntó Celia sin pensarlo.

Eduardo agarró su mano y la movió hacia abajo.

—Aquí.

A Celia le tembló la mano y se rio.

—Yo también lo estoy pasando mal con los dolores menstruales.

No se atrevía a arriesgarse con él en este momento. Si se descontrolaba, ella saldría perdiendo.copy right hot novel pub