Por todos lados, quiérase ver donde sea no servía un propósito, la molesta y pesada neblina se interponía. Con dificultad unos dos metros hacia el frente era lo máximo que se podía distinguir. Un chico jadeaba por aliento en medio de todo.
Llevaba corriendo más de lo que deseaba ser consciente. Podría estar dirigiéndose a un acantilado y lo único positivo era que no lo sabría hasta el momento de la caída.
Lo único divisible, a penas reconocible por sus contornos como los de un dibujo no finalizado, eran una serie de altos edificios y ominosas torres en la distancia, que por más que avanzara, no daba señal de acercarse a las ruinosas estructuras.
Sin embargo, no podía parar, por más inútil que parezca continuar o por más que le falte el aliento y que sienta que su pecho fuera a explorar en cualquier momento.
El momento que se detenía empezaría de nuevo.
No pudiendo soportar más, su cuerpo lo traiciono; tropezó. De alguna manera logrando mantener el equilibrio, inconscientemente se detuvo un momento a recobrar el aire y los pesados pasos que cría haber perdido una y otra vez, reanudaron su retumbe; atravesaron cada fibra de su ser.
De nuevo, comenzaba con el sonido de alguien tomándose su tiempo para alcanzarlo, pero de repente sin son ni ritmo estos aceleraban, lo que sea que está allí oculto en la nebulosa neblina había pegado un sprint a toda potencia. De un instante al siguiente se le escuchaba cerca, demasiado cerca para el gusto de cualquiera.
Quería gritar, quería pedir ayuda, pero de nada serviría.
No había nada ni nadie a su alrededor para acudir. Solo podía correr, ¿pero hasta cuándo resistiría? ¿Lograría llegar a aquellas estructuras lejanas o sería alcanzado por esa cosa que parecía disfrutar torturarlo? Y si lo hiciese, ¿siquiera había otras personas allí, un lugar para ocultarse o al menos un medio para contactar a la ayuda?
«No puedo más… Tal vez, solo tal vez, debería rendirme.» Pensó Aiden.
El momento que las palabras se formaron en su mente un ensordecerte chirrido lo hizo pegar un saltó. Era la sirena más escandalosa que había escuchado en su vida. Más que una alarma, le daba la impresión de ser la trompeta dando anuncio del apocalipsis.
No podía saber si esa cosa aún lo perseguir, la blanca planicie era devorada por la ridícula sirena.
Su corazón palpitaba a mil por hora, pero no podría sentirlo, ni siquiera podía sentir la saliva resbalando por su garganta por semejante ruido ensordecedor que lo llevo a sus rodillas.
En vano trató de bloquear el sonido con sus manos y sus gritos. En ese momento en que se encontraba más vulnerable una serie letales hojas de un material semblante al metal salieron de la neblina con la violencia como si fuesen producto de un escopetazo.
La mayoría fallaron, pero Aiden no podía ser tan afortunado. Por una suerte ricochet entre sí, una de las longevas cuchillas, de unos 15-18 centímetros, atinó a su mulso izquierdo. Lo penetro limpio en un ángulo recto y fue tan rápido que le tomó un segundo procesar lo que había ocurrido.
Agobiante como fuese la situación, lo más asfixiante era que incluso así no podía escuchar sus propios gritos de agonía. Y como si no fuera suficiente su tormento, la tierra comenzó a temblar y sacudirse con tal violencia que el mundo mismo parecía derrumbarse sobre sí.
Retorciéndose aún en el suelo, Aiden notó, era imposible no hacerlo, como los edificios iban cayendo como piezas de dominó y a los pocos que el marco les quedaba definitivamente habían quedado hechos pedazos por dentro.
Finalmente apareció de entre la penumbra la criatura que le había causado aquella terrible herida.copy right hot novel pub