Modo oscuro
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Ciudad Del Alquimista

Encuentro bajo la Luna.

El recuerdo de un cierto incidente fue lo que tomó para borrar con risas el amargo sabor que había provocado pisar accidentalmente en la privacidad de Maika. Por supuesto, las risas no podían durar para siempre.

El que interrumpió el momento puro fue, por supuesto, Aiden quien, en su periférica, por pura coincidencia alcanzó a divisar algo que acabó por captar su interés.

—¿Ah? —dijo sin pensarlo.

A unos veinte metros al diagonal suyo, hacia donde iba caminando, había un pequeño canal de unos cinco metros de ancho que se extendía varias docenas de metros, algunas curvas y pasa debajo del puente por el que nuestro protagonista estaba cruzando actualmente. En la orilla del pequeño canal con una depresión de unos 2-3 metros al nivel del asfalto, a plena luz lunar meciente por las nubes arrastradas con el viento, se encontraba una chica bañándose, adentrándose cada vez más en el canal.

A pesar de que no tenía mayor profundidad y la intensidad de la corriente no era algo de qué preocuparse, pues era un riachuelo artificial y sistematizado, a cualquiera que viese la escena desarrollarse le surgirían una serie de interrogantes. Aiden apresuró el paso.

—Acabo de ver algo extraño. —dijo el chico con el aliento claramente más agitado que antes.

No sabía si se trataba de alguien que había estaba bebiendo y no supo controlar su alcohol o si la chica era una persona diagnosticada con depresión y estaba tratando de suicidarse, o lo que sea. Ciertamente era alarmante ver a alguien ir por un baño nocturno en el canal, sobretodo porque estaban en una zona un poco alejada de la conglomeración urbana. En las afueras del distrito comercial solo había almacenes en construcción y bodegas.

—Está en medio del canal, cerca de mi dormitorio. Lo siento, tengo que colgar, hay una chica, se está bañando, tengo miedo.

Aiden cortó la llamada a pesar que alcanzó a escuchar como Maika iba por media oración: "¿¡Una chica qué!? Alt-". No terminó siquiera de formular la palabra alto cuando la llamada fue terminada.

Corrió hacia el punto más cercano a los bordes del canal y sin pensarlo arrojó a un lado su maletín y se deslizó por la pastosa y mohosa pared inclinada. Paseando al borde del agua llamó a la chica varias veces antes de que ésta se percate de su presencia y volteara en su dirección. Entonces, a pesar de la pobre iluminación, pudo darle un buen vistazo a la chica en medio del canal.

Llevaba un delgado vestido one-piece blanco, que ahora es casi transparente, con unos sutiles diseños y decoración florales aquí y allá. Su liso cabello rojo, completamente húmedo, fluía delicadamente desde la copa de su cráneo hasta acumularse, como un charco de sangre, a su alrededor en el agua que le llegaba un poco más debajo de la cintura. Sus brazos desnudos lucían su cualidad de porcelana, agua era removida seductoramente del derecho por el izquierdo en un movimiento descendente. Comenzó a caminar en dirección de Aiden, sus piernas, a medida que iban siendo descubiertas se mostraba largas y delgadas. Su rostro era más redondo que cuadrado, pero tenía ciertos acentos firmes en la quijada, sus labios finos carecían de color, seguramente por el frío, sus cejas gruesas y ascendentes le daba cierto carácter agresivo. Sus ojos, sus ojos, eran grandes y profundos, como dos cavidades directas al alma, lo perturbarte era que allí no había nada. Uno podía perderse por horas en sus ojos, simples, llanos, oscuros. Era como si toda luz era absorbida en ellos para nunca escapar, como si todo reflejo iba a morir allí; como una gota de tinta en el agua, solo era, flotaba libre por la membrana. Pero lo más llamativo para Aiden, sin duda era que, de esos preciosísimos, o tal vez horrorizantes ojos dependiendo a quien le preguntases, brotaba un líquido transparente resbalando en cada redonda mejilla. Ella estaba llorando, es más, parecía estar sufriendo, la torpe forma en que travesaba el agua y como se estrujaba entre sus brazos la delataban.

Claramente le costaba caminar hacia él, pero Aiden se encontraba hipnotizado, sabía que debía ir a ayudarla, pero una parte suya disfrutaba de la vista. Estaba preocupado a la vez que extrañado, aquella chica había atrapado su interés de alguna manera. Una vez que estuvo suficientemente cerca extendió su mano y la ayudó a saltar el pequeño montículo a tierra firme. La observó en silencio mientras escurría la base de su vestido y las puntas de su largo cabello hasta que determino que era máximo que iba a poder exprimir de ambas cosas.

—¿Qué hacías allá en medio? —Preguntó Aiden.

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