Los utensilios de la cocina eran nuevos. Una criada estaba preparando algunos ingredientes. Al ver a Declan, se sorprendió.

—Buenos días, señor.

—Salid. No entréis sin mis instrucciones —dijo Declan.

La criada respondió y se fue.

Elizabeth se quedó en trance mirando los utensilios de la cocina, sin saber por dónde empezar.

De verdad que no había cocinado en muchos años. No tenía esa necesidad, ni tenía tiempo.

—¿Hay ingredientes? —preguntó, respiró hondo, entró y se dirigió al frigorífico.

—No lo sé. Apáñate con lo que haya. —En aquel entonces había comido muchos platos desastrosos que había preparado Elizabeth, y todos tenían algo en común: el mismo sabor.

Elizabeth apretó los dientes, pensando: «Él me ha pedido que se lo cocino. Yo no me haré responsable de las comidas hechas por mí».

—¿Estás seguro de que quieres que te haga el desayuno?

Elizabeth abrió el frigorífico y al ver los ingredientes preguntó:

—Hace mucho que no lo hago.

—¿Cuánto es mucho? —Declan entrecerró los ojos.

—Siete años. —«Siete años» parecía un tema tabú para los dos. Nadie lo mencionaba, porque un simple «siete» era suficiente para hacerles sufrir.

Pero Elizabeth lo dijo.

Inesperadamente, esta vez Declan no parecía enojarse. En cambio, estaba más contento. Miró a Elizabeth y dijo:

—¡Estoy seguro! Deja de perder el tiempo y ponte a hacerlo —respondió a su pregunta de antes y la instó.

Elizabeth se dio la vuelta, suspiró y miró los ingredientes, un poco preocupada.

Declan esbozó una sonrisa que ni siquiera él mismo se había dado cuenta. Luego se apoyó contra la puerta y miró a Elizabeth haciendo el desayuno en la cocina.

Estas escenas eran tan similares a las de su memoria.

Elizabeth no se atrevió a mirar atrás porque allí estaba Declan, quien podía acabar con todas sus máscaras con una sola mirada.copy right hot novel pub