Ya todos nos encontramos en la mesa del comedor y obviamente varias miradas caen sobre mí, odio ser el centro de atención, que me vean como la intrusa o la extraña que irrumpe momentos familiares, esto es demasiado incomodo.
Cada vez que busco refugiarme en los ojos de alguno de mis posibles hermanos termino sumergida en un insoportable misterio. Nadie quiere hablar de mí, nadie quiere preguntar por mi presencia, todos esperan que alguien diga algo y todos prefieren callar.
Doña Murgos, quien está en la cabeza de la mesa, espanta el silencio al aclarar su garganta.
—Cuñados, sobrina... ya que nadie se inmuta en presentar a nuestra invitada, yo me tomaré el trabajo de hacerlo... Les presento a Sor Inocencia, es amiga de mi hijo y es una monja.
—¿Qué trama tu hijo, Murgos?... primero trae a una estrella porno y ahora... ¿a una monja?— se pregunta el tío Yonel.
Al otro extremo de Doña Murgos se encuentra Delancis, la veo llevarse dos dedos a su raíz nasal, lo aprieta junto con sus sus ojos y luego le hace señas a una de las chicas del servicio domestico para que se lleven a Marisol. Todos esperan la pequeña salga por la puerta y así la conversación continúa.
—¡¿Estrella porno?!— a Valentine parece haberle fascinado la noticia.
—Estrella porno y una monja... el trío del siglo, mi sobrino es un genio— pero que cachondo el tío.
—No Edward, es una monja decente. Le permití quedarse aquí para que me ayude a diciplinar a Charlotte.
—¡¡¿Qué?!!... Doña Mugre, pero que ilusa...— Lottie es detenida por la mirada amenazante de Delancis.
—¡¿Qué tratas de insinuar, niña?!— Doña Murgos le exige explicación.
Después de una respiración profunda, Lottie decide buscar una salida en los ojos de Delancis y de Florence, pero ellas igual no saben que decir.
Entonces es cuando el ruido del arrastre de una silla alerta los sentidos de cada uno de los presente, es el tío Yonel quien se ha levantado de la silla, justo me está mirando como si estuviera expuesta a a él, como si hubiese profanado mi mente.
—Es tan evidente, Murgos... tu siempre tan aérea por la vida.
Me asusta ese misterio que crece con cada uno de sus pasos, lo veo venir hacia mí con ese rostro inexpresivo que me estremece por completo, siento las palpitaciones de mi corazón en la garganta, en el brazo, en la espalda, en las rodillas, estoy aterrada, por favor Dios mío sácame de estas y líbrame de todo mal, amén.
El tío golpea su bastón contra el piso y yo tenso mis hombros y aprieto mis ojos.
—Ojos castaños y una mirada profunda como la de Gabriel— vuelve a golpear el basto contra el piso y yo pego un brinco sobre la silla — nariz perfectamente perfilada, idéntica a la de Gabriel— lo tengo atrás de mi silla, da otro golpe contra el suelo haciendo que apriete los glúteos —... Y una cabellera castaña con delgadas hebras cobrizas o como decía Gabriel, fibras de oro.
Fijo mi mirada en Doña Murgos y la veo acomodarse sus gafas, con la boca abierta trata de aclarar su vista, parece que el tío la a convencido pero aún así parece que no quiere decir nada, ha preferido guardar silencio.
—Yonel, que buen observadores eres, tienes toda la boca llena de verdad— el tío Edward se ve muy sorprendido entre esas pequeñas carcajadas.
Con una sonrisa triunfal, el tío Yonel va de regreso a su silla y en su trayectoria no me quita los ojos de encima, se sienta justo enfrente a mí y me observa con su mentón levantado, con una seriedad que alcanza el disgusto, es como estar frente al padrino de la mafia. ¡Oh por Dios!... ¡No ahora!... ¡¿porqué tenias que aparecer justo ahora?!.copy right hot novel pub