El área social de la mansión parece estar inspirada en locaciones propias del paraíso, la amplia piscina tiene una hermosa arquitectura ovalada con finas baldosas color turquesa, desde un extremo de la piscina se puede escuchar como el agua se desborda hasta caer a un nivel más bajo, parece ser una extensión exclusiva para niños, ya que de ese lado hay un pequeño tobogán que desciende en aguas llanas.
Estoy sentada en una cómoda hamaca colgante de bambú y nilón, sus suaves cojines provocan querer dormir sobre ellos, pero ahora no es momento, ya que estoy en compañía de mi hermano menor, Ermac; ambos nos relajamos bajo un translucido techado y nos mantenemos cálido junto a una pequeña chimenea portátil mientras mantenemos nuestros ojos sobre Marisol, quien está usando su nuevo caballete para pintar el hermoso paisaje de Invierno que tiene en frente.
—Ermac, conozco tu historia con Antonella —digo rompiendo silencio.
—Antonella y su problema para mantener su vida en privado…
—Aquí el del problema eres tu, y lo sabes bien —busco su rostro con mi mirada, se ve muy serio—. No debiste ponerla en esa situación.
—Cuando me propongo algo, me aseguro de que se cumpla sí o sí… y esa es la única manera que conozco para cumplir mis cometidos —sigue hablando sin verme al rostro… por cierto, sus palabras me han hecho recordar a Dimitri.
¡Maldición, sal de mi cabeza!
Sacudo mi cabeza tratando de lanzar lejos aquel recuerdo de Dimitri. —Ya, Dimitri… solo trata de ser un mejor esposo para ella, aún hay tiempo para remediarlo —fijo mi mirada en él… de repente se me ha quedado viendo de manera extraña e interrogativa
—¿Me acabas de llamar «Dimitri»? —dice con cierto repudio.
—¡Disculpa! —empiezo a titubear—, es q-que aún no supero e-ese suceso…
—Uhmmm ya… entonces Dela te lo contó.
—SÍ… ¡Pero ya! Volviendo al tema sobre Antonella; solo déjala ser libre.
—¡Quiero hacerlo!… pero…
—¿Pero?...
—Tengo miedo, Inocencia… temo que al darle esa libertad me muestre un rostro diferente; si ella llegara a confirmarme que nunca llegó a amarme entonces podría destruirme, y no tendría el coraje para forzarla nuevamente a estar conmigo.
Wow… entonces sí esta enamorado de ella, y parece no estar seguro si ella le corresponde.
—Ermac, no puedes vivir para siempre con la incertidumbre de que «si te ama o no».
—Lo sé, pero… —el sonido que hace mi celular le interrumpe.
—Ya vengo… —me levanto de la hamaca colgante y camino hacia los alrededores de la piscina—… ¿Hola? —respondo al celular.
—Flor de Jazmín, podría decir que tienes voz de ángel, pero no, de seguro los ángeles copiaron la tuya.
—Dimitri… —digo sorprendida luego de escuchar su voz.
—Estaba pensando en ti… ¿Será que tu también lo estabas?
—¡C-Claro que no! —miento con descaro, incluso amanecí soñando con él.
—Ya mandé a alguien para que pase por ti, uno de mis sicarios debe estar preguntando por ti en la garita del portón. Para no levantar sospechas le dije que se disfrazara de monje.
—Eres increíble, ¡¿cómo se te ocurre cometer tal aberración?! —digo sintiéndome avergonzada y a él solo le causa gracia.
La puerta que da a la mansión se escucha deslizarse, tanto Ermac como yo volteamos para ver de quien se trata, es Peter, que de seguro viene para decirme que alguien vino a buscarme.
—Dimitri, ya vinieron por mí.
—Bien.
Cierro la llamada y camino hacia donde está Peter, Ermac parece estar hablando con él.
—Señorita Inocencia, alguien del monasterio dice estar esperándola afuera en la garita.
—Sí, hoy iremos a dejar regalos a una casa hogar.
—¡Pero qué hermana tan bondadosa tengo! —dice Ermac mostrando una amplia sonrisa.
—Espero y mi hermanito siga mis ejemplos —digo sonriéndole de la misma manera y él deja de sonreír viéndose menos animado.
Al salir por la puerta principal del vestíbulo ambos subimos al sedán que nos llevará al portón principal, donde debería estar esperándonos el supuesto monje.
—Voy a contactar a dos guardaespaldas para que le acompañen.
—¡NO! —grito asustada, recordando lo que pasó con los anteriores guardaespaldas.
—¿Eh?
—N-No hace falta, estaré bien en compañía de las monjas del monasterio.
—Pero es que… es una orden de la Señora Delancis.
—No te preocupes por Delancis, yo me encargo de explicarle.
—Bueno… Ok.
El auto se pone en marcha, y mientras vamos cruzando el jardín voy tratando de controlar mi agitada respiración producto de toda esta ansiedad que siento… pues, nuevamente volveré a verme con Dimitri, desearía no volver a encontrármelo, quisiera creer que después de esto jamás volveré a verlo, pero entiendo que eso sería algo imposible.
—Señorita Inocencia, disculpe que le pregunte, pero… ¿es permitido que un monje tenga su cuerpo tatuado?
—Pues..copy right hot novel pub