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Destino Inevitable

XXX. Adiós.

Aurore que se encontraba bebiendo un jugo de naranja los vió bajar por las escaleras.

–¿Van a salir? –Preguntó ella al verlos con prisa.

–Sí, puede que volvamos hasta la noche. –Le contestó Alessandro acercándose un poco.

Ella se extrañó, se veían ansiosos y agitados.

–¿Me dejarán aquí, sola?

–¿Tiene miedo? Nadie sabe de este sitio, sólo necesita cerrar la puerta, volveremos pronto. –La vió con fijeza–. Traeré a Florentino hoy mismo, no se preocupe más por él, ¿de acuerdo?

–¿Sabe dónde se esconde ese hombre? –Estaba totalmente convencida de que no se había equivocado, él no había estado trabajando.

–No haga más preguntas, tenemos poco tiempo.

Aurore se impacientó con su comentario.

–¿Cómo no quiere que haga preguntas? Ese hombre es peligroso, me intentó matar a mí. Y quiere matarlo a usted también. Nos atacó y se llevó a Florentino, y sabe dios qué más quiere hacer. Seguramente es otra trampa, como la última vez. No es seguro que vaya, debemos llamar a las autoridades y que ellos se encarguen de este asunto.

–La justicia de las autoridades no existe.

–¿Cómo lo sabe sino les comunicó de lo sucedido? –Su voz era casi suplicante, no quería que nadie más salga herido.

–Conozco la capacidad y el trabajo de esos inservibles, vas a pedirles ayuda anhelando que te auxilien, y te brinden una justicia. Cuando lo único que obtienes de ellos es una pérdida de tiempo y un engaño absoluto, en el cual te hacen creer que están contigo, pero lo único que te proporcionan es un embuste donde eres alguien sin importancia para ellos. Esas autoridades son iguales o peores que ese hombre. La misma clase de inútiles, piensan que poseen el poder y no son más que una panda de ineficaces. Si esperamos a que ellos tomen justicia por nosotros, Florentino ahora mismo estaría muerto.

Aurore sintió cada palabra dura y firme que pronunció, recordó la impotencia e incapacidad que sintió años atrás al querer proporcionarle justicia a su padre, no pudo luchar más para conseguir su paz total, su asesino sigue libre por el mundo, ni siquiera le brindaron a su mamá y ella la oportunidad de enterrarlo, el cuerpo había desaparecido, de la misma forma en la cual lo habían matado. Con sigilo, comprando silencio y cerrando bocas que podrían haberla ayudado. Todos estos años reprimiendo esas ganas de querer descubrir y destruir al culpable llevándolo ante la ley, el investigador encontró varias pruebas pero ninguna suficiente para hallar dónde se encontraba. Lo único que sabía con exactitud es que odiaba con toda su alma a aquella persona que le arrebató a su padre, desde ese momento su vida se desmoronó, destruyendo cada sueño que tenía, del más insignificante al más valioso. Arruinando su vida, jamás odió tanto a un ser humano.

–Alessandro, no seas tan duro. Ella sólo quiere ayudar. –Intervino Francesco viendo que aquellas palabras la habían afectado.

–No soy duro, soy realista. Es hora de irnos. –La miró una última vez y salió del apartamento.

Aurore pudo ver desde su posición una pistola que resaltaba por fuera de su camisa. El temor se empezaba a apoderar de ella, presentía que algo malo iba a ocurrir. Francesco se acercó a ella y le dedicó una sonrisa.

–Tranquila, yo cuido a ese demente. No pasará nada malo, nos vemos dentro de poco.

Miraba hacia la puerta por la que habían salido pensativa y absorta, quizás Alessandro tenga razón y la ley no exista, puede que en realidad no briden ningún tipo de justicia, sino injusticias.

Llegaron aproximadamente en una hora al lugar, debido a que condujo con rapidez, ese hombre logró enconderse demasiado bien, recorrieron una infinita carretera solitaria rodeada de bosque. A lo lejos se podía ver la casa, aparcaron a bastantes metros donde los hombres que rodeaban el lugar no percibieran los coches. Alessandro salió del automóvil y Francesco lo siguió. Los guaruras que lo habían seguido en una furgoneta negra se posicionaron en grupo esperando la orden de él.copy right hot novel pub

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