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Destino Inevitable

XXXIV. Aurore.

Después de hacer un par de llamadas para resolver y aclarar los asuntos que se suponía iba a hacer él y no pudo terminar por todo lo que ocurrió se encaminó hacia el despacho. Revisó varios correos y mensajes de socios, información del transcurso sobre los nuevos productos. Habían pasado varias horas y no se percató de ello, leyó unos documentos que se encargaría Francesco de llevar y terminó firmándolos y volver a introducirlos en la carpeta. Viajarían esa mismo noche, así que necesitaba tener todo listo. Mientras escribía una contestación se escucharon unos leves golpecitos en la puerta sacándolo de su concentración, alzó la vista y vió asomarse una cabecita por la puerta. Era Florentino, terminó por entrar y llegar hasta él.

–Pequeño, ¿estás bien?

–Sí, tío. Vengo a por ti –Mencionó con una enorme y encantadora sonrisa.

–¿Y eso? ¿Me necesitas para algo? –Preguntó apoyándose en el sillón mientras lo miraba atento.

–Aurore y yo estamos haciendo galletas de chocolate, tus favoritas.

Alessandro arrugó el entrecejo mientras sonreía ampliamente.

–¿Cómo sabes que son mis favoritas?

–Las comes siempre que trabajas, le pides a Olivia que las haga. Te escuché decir que te ayudan a concentrarte.

Lo tomó por las dos mejillas estrechándolas entre sus manos, Florentino intentaba zafarse de ellas divirtiéndose.

–Eres demasiado listo, debería cortarte esas orejas que tienes para escuchar tanto.

El pequeño al fin logró liberase de sus apretujones y lo tomó por el brazo intentando levantarlo.

–Vamos, tío. Las galletas están esperando.

–No puedo ahora, debo terminar esto antes de irnos. Dame unos minutos sólo.

–Es que están calentitas y recién hechas, Aurore cocina muy rico. Ven a probarlas.

–Florentino...

–Porfa…un ratito.

–¿Y quién me ayuda después con esto para terminar temprano? ¿Lo harás tú?

–Sí, yo te ayudo.

Alessandro ahogó una risa al verlo hablar tan firmemente y retomó la seriedad.

–De acuerdo, más tarde te quiero ver aquí.

–Promesa de hombres.

Se carcajeó levantándose del sillón mientras cerraba sesión en el portátil.

–Muy bien, así se habla campeón. Promesa de hombres. Vamos a ver esas galletas que hiciste.

–Las ha hecho Aurore, pero yo la ayudé.

–Bueno, veamos entonces las galletas de Aurore –Susurró mientras removía su cabello.

Florentino paró en seco antes de salir del despacho y lo miró como si recordara algo.

–Tío, ¿nos vamos hoy?

–Sí, por la noche seguramente. ¿Por qué?

–No puedes irte sin antes conseguir mi peluche, Aurore me dijo que lo traería pero no fue así, se quedó en el hotel –Hizo un puchero notablemente triste.

Alessandro se agachó para estar a su misma altura.

–¿Así que tu peluche se quedó en el hotel? ¿Por qué te mintió entonces?

–Le expliqué que no podía dormir sin él, lo hizo para que no tenga miedo. También se puso muy triste.

–¿Quién? ¿Aurore?

–Sí, ella también perdió su collar y sus ojos se pusieron muy rojos.

–¿Qué collar? No me acuerdo de ningún collar.

–Es uno que siempre tiene puesto, mientras duerme lo aprieta con sus manos.

Alessandro frunció el ceño recordando, era cierto que había visto sucesivas veces que llevaba puesto un collar.

–Florentino, no puedo conseguirlo. No creo que me dé tiempo de ir a buscarlo.

El pequeño agachó la cabeza pero él le hizo verlo.

–Vamos a ver cómo están aquellas galletas, ¿vale?

Sonrió al escucharlo.

–¡Vale!

Bajaron a la primera planta, el pequeño empujaba a su tío agarrándolo por la mano emocionado. Cuando llegaron a la cocina no había nadie.

–¿Y tú niñera, Florentino? –Preguntó confuso.

–No lo sé, estaba aquí hace unos minutos. ¡Aurore! –La llamó el pequeño.

Segundos después ella salió de la despensa ligeramente sorprendida por la repetina aparición de Alessandro en el lugar, no lo había visto en todo el día.

–Estaba revisando si había un ingrediente para polvorear las galletas. –Explicó ella mirando a cualquier lugar que no sea hacía aquel hombre tan atractivo y enigmático, su mirada penetrante no hacía más que desnudarla.

A Alessandro se le pasaron miles de cosas, tenía demasiada hambre, y no precisamente de la comida.copy right hot novel pub

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