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Destino Inevitable

LXXXV. Mensaje.

Aurore suspiró recostada en el sofá, transcurrió casi una semana desde que llegó a ese apartamento, y había estado reposando todos los días con los excesivos cuidados de Alessandro, prácticamente no la dejaba hacer nada, cuando realmente ya se sentía bien. Los síntomas de malestar desaparecieron por completo.

Cerró el libro que estaba leyendo, aunque físicamente había mejorado favorablemente, su cabeza no paraba de maquinar, pensando en el pequeño, sabía que Alessandro lo estaba buscando de día y de noche, pues aunque no le contaba nada para no preocuparla, verlo metido en aquel despacho desvelándose no hacía más que confirmárselo. Él tampoco había salido mucho durante esos días, eran pocas las veces que lo vio hacerlo.

También su mente estaba con Ámbar, no la había vuelvo a ver desde aquella vez en el hospital, quería salir corriendo e informarse sobre lo que sucedió con la acusación que le hicieron. Sentía que era una pésima amiga por haberse desentendido de ella, cuando en realidad moría por acompañarla.

Se incorporó sentándose en el sofá, dejó el libro sobre la mesilla, que a pesar de ser interesante no había prestado nada de atención. Se volteó viendo a lo lejos la puerta del despacho, no pudo evitar levantarse e ir hacia allá. Podía escuchar la voz de Alessandro, y parecía estresado. Abrió la puerta suavemente, y entró cerrándola detrás de ella.

–Sí, entiendo. –Vio su mano desabotonar los primeros botones de su camisa, sabía que eso lo hacía cuando se sentía sofocado–. Pero de igual forma, dígales que vuelvan a rastrear esa misma zona, estoy seguro que ese territorio puede ser clave para conseguirlo. –Parecía oír la respuesta al otro lado de la línea–. De acuerdo, espero nuevas noticias en las próximas horas.

Dejó el teléfono en el escritorio, y este no tardó ni siquiera dos segundos en sonar haciendo entrante en la pantalla una llamada, desde su posición no logró ver quién era, sólo observó cómo Alessandro colgaba. Iba a hacer visible su presencia, pero de pronto el volteó viéndola. Aurore no ocultó su sorpresa, ¿cómo sabía que estaba ahí? No había hecho ruido al entrar.

–¿Desde cuándo espías conversaciones? –Preguntó suavizando sus facciones, ahora una sonrisa ladeada se asentaba en su rostro.

Lo vio caminar hacia ella.

–Desde el momento en que me aburrí como una ostra. Ya no encuentro nada más que hacer... –Iba a seguir hablando cuando la tomó de la mano, haciéndola sentar en el sofá en forma de L, él se agachó hasta juntar sus rostros, besó su frente.

–Necesitas descansar, princesa. Ya escuchaste lo que dijo el obstetra.

–¿Más?

Alessandro se sentó en la mesilla, frente a ella, capturó su mejilla con la palma de su mano, Aurore suspiró cerrando los ojos. Los abrió viéndolo sonreír.

–Alessandro, yo creo que ya es tiempo.

–¿Tiempo, de qué? –Tomó un mechón de su cabello enrollándolo en su dedo índice.

–Pues de que me digas por fin lo que sucede. –La miró unos segundos, para luego volver a concentrarse en el juego de su mechón–. Sé que están pasando demasiadas cosas.

–¿Siempre has tenido el cabello así de largo? –Preguntó como si no la hubiera oído.

–Alessandro...

–Lo digo porque normalmente las puntas se secan demasiado rápido y es imposible mantenerlo así de sedoso.

Aurore lo vio con la mirada entrecerrada, y eso provocó que su sonrisa se ensanchara más. ¿Por qué tenía que verse tan atractivo sonriendo? No podía estar enojada viéndolo hacerlo.

–¿Ahora eres peluquero?

–Simple curiosidad.

–Sí. Siempre lo he tenido así, me crece muy rápido, y en los últimos años he estado donándolo. Pues existen varias organizaciones y programas que pueden convertir mechones naturales en pelucas gratuitas para personas con cáncer.

–¿Ah, sí? ¿Y qué te impulsó a hacerlo? –La escuchaba con suma atención, aunque ahora se encontraba serio. Quizá, ¿era admiración lo que se reflejaba en sus ojos?

–La primera jefa de trabajo que tuve sufría de cáncer de mama, y fue bastante triste verla desvanecerse con el paso del tiempo, deteriorándose junto a aquella enfermedad. Su cabello se había caído por completo y usaba gorritos, era bastante lamentable ver que su fuerza y sus ánimos iban desvaneciéndose poco a poco. Clausuró su restaurante porque su enfermedad crecía a pasos agigantados, luego me enteré que podía ayudar en eso y no dudé en regalarle una. A partir de ese momento, comencé a hacerlo siempre que cumplía con los requisitos, para algunos será algo insignificante, pero una simple peluca puede proporcionar confianza; fortaleza y esperanza a alguien que esté pasando por esa etapa tan difícil. –Terminó por decir, a la vez que sonreía. La seriedad y la forma en la cual la estaba mirando empezaba a ponerla nerviosa–. ¿Qué sucede? ¿Por qué me ves así? –Rió.copy right hot novel pub

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