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Destino Inevitable

LXXXIX. Momia.

–¿Escapar? Yo lo llamaría volver a tu lugar.

Autore lo vio sin entender.

–¿Qué quieres decir?

Jacob caminó hasta la ventana, para contemplar los exteriores.

–Nunca has dejado de ser la misma niña curiosa. ¿Qué te pareció el espectáculo?

Aurore tragó saliva nuevamente.

–¿Por qué le hiciste aquello a ese hombre? Eras bueno...

Se volteó a ella, para mostrar esa sonrisa que no dejaba de ser perturbadora.

–¿Me convierto en una buena persona por ayudar a una niña? Si sigues con esa mentalidad dudo mucho que logres salir nuevamente de aquí viva.

Caminó hacia él, y lo miró con cierta desesperación en la mirada.

–Ayúdame, por favor. Tú eres capaz de sacarme de aquí, ¿verdad?

–¿Qué te hace pensar que te ayudaré?

–Viniste aquí y me hiciste recordar. –Dijo Aurore buscando en sus ojos la intención de socorrerla, pero no encontró más que una mirada burlona en su rostro–. Si no es así, ¿por qué lo harías?

–¿No te acuerdas?

Aurore frunció el ceño.

–¿De qué?

–Tenían razón cuando decían que habías perdido la memoria. Te olvidaste de lo que sucedió antes del incendio. Como también de lo que te hacía.

–No recuerdo nada de lo que dices, ¿lo que me hacía a mí? ¿Quién?

Jacob suspiró caminando hacia la puerta.

–¿A dónde vas? ¿Te vas a ir? Jacob, eres el único que puede ayudarme. –Comentó Aurore completamente abrumada.

Se giró observándola.

–No hables ni te comportes de manera extraña fuera de esta habitación, hay cámaras en cada rincón, incluso aquí.

–¿Aquí? –Preguntó viendo hacia las paredes.

–No pierdas el tiempo buscándolas, las desconecté antes de que llegaras. Probablemente Osvaldo se de cuenta en unas horas y pensará que es una degligencia por parte de seguridad. Así que no seas estúpida y saques el teléfono despreocupadamente porque estarás perdida.

Aurore quedó muda por la sorpresa.

–¿Qué pasa con esa cara?

–¿Tú sabes...?

–¿Que me grabaste? –Enarcó una ceja—. Hasta una niña sería más discreta que tú.

–¿Y no vas a hacer nada?

–¿Cómo qué, por ejemplo?

–Intentar borrarlo o quitarme el teléfono.

Jacob dio dos pasos hasta llegar a ella, pero Aurore no retrocedió.

–¿Y no has pensado en la remota posibilidad de que quizá todo esto sea una trampa y él esté escuchando nuestra conversación en este mismo instante? –Se inclinó hacia ella–. No peques de inocente, hermanita.

Aurore tragó saliva.

–No serías capaz...

–¿Por qué te ayudé hace años? No confíes en alguien que ni siquiera recuerdas, hasta tu propia sombra te abandona en la oscuridad. –Se alejó haciendo una mueca al ver las marcas en sus brazos, resultado de los agarres salvajes de esos tipos. Luego clavó la vista de nuevo en ella–. Guarda bien el vídeo, puede que lo necesites para defenderte de mí en algún momento, nunca se sabe. –Reanudó la caminata hacia la puerta, y cuando parecía irse se volteó una vez más–. Tampoco comas ni bebas nada cuando bajes, si quieres seguir estando embarazada.

Giró el pomo, pero se detuvo al oír a Aurore.

–Jacob. –La vio de reojo–. Gracias...

–No agradezcas antes de tiempo, todavía no se sabe quién ganará. –Dijo para terminar por salir.

Aurore vio a su alrededor sintiéndose observada, se abrazó a sí misma para luego suspirar. Decidió salir y seguir a Jacob por el pasillo, no sabía a dónde ir, así que no perdía nada haciéndolo. Iba a girar hacia la derecha, en la misma dirección en la que lo hacia él, hasta que paró en seco al ver a Fausta frente a ella justo al girar la esquina. Se llevó la mano al pecho, como si hubiera visto al mismísimo espíritu santo.

–¿Qué haces siguiendo a mi hijo? –Preguntó con desdén, su tono de voz era elevado demostrando su desagrado.

–Nada, señora. Sólo estaba buscando a mi padre, no sé dónde está.

La vio de arriba abajo.

–¿Qué es eso que llevas puesto en los pies? Te di unos tacones.

Aurore resopló.

–No son de mi gusto.

Volvió a echarle una de esas miradas asesinas.

–Baja, tu padre te espera en el comedor. –Parecía una orden.

Autore asintió sin más, tuvo que rodearla ya que no se dignó a apartarse. Si pensó que esa casa era grande, se equivocaba, era un total laberinto. Tardó en encontrar las escaleras que la condujeran a la primera planta, una vez abajo se dirigió al comedor, donde él se encontraba ya sentado. Una sonrisa se dibujó en su rostro al verla. También estaban dos empleadas sirviendo la cena, la cual vio con desconfianza, recordando las palabras de Jacob.

–Ya estás aquí, cariño. –Observó su vestido con sumo detenimiento–. Ven aquí, siéntate conmigo.copy right hot novel pub

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