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Destino Inevitable

XC. Odio.

Apagó la cámara, no podía seguir viendo aquello. ¿Cómo podía ser capaz de...? ¿Y por qué no recordaba nada? Se sentó en la silla más cercana, prácticamente arrastrándose sin posibilidad de caminar.

–Esto no puede estar pasando. –Negó con la cabeza sucesivamente, mirando la cámara–. ¿Por qué él? ¿Yo? Mi mamá... –Tragó saliva, segundos después sentía sus mejillas mojadas sin siquiera percatarse.

–¿Qué esperas para salir? ¿Quieres que venga a por ti?

Volteó para ver a Jacob. En trance entreabrió los labios, pero no salió nada. Lo vio acercarse; serio, impasible. Si el sabía lo que contenía la cámara, ¿cómo podía estar así? Hasta la persona más malvada que habita este planeta podría quedar en shock tras visualizar ese vídeo.

–A pesar de lo que viste, tienes que ser fuerte y...

Aurore lo interrumpió dejando la cámara en la mesa, para levantarse y posicionarse frente a él.

–¿Fuerte? –Apretó los puños, al sentir ese nudo cerrando por completo su garganta–. ¿Tú sabes lo que he tenido que vivir y pasar, acaso? Para que vengas a decirme que sea fuerte...

–Yo no...

–Tú sí, Jacob. Tú sí quisiste decir eso, porque eres igual de calculador y frío que ese miserable. ¡Ese monstruo! ¡Maldito! ¡Repugnante! –Gritó a pesar de su voz quebrada–. Ese asqueroso...Que me arruinó la vida a mí y a mi mamá. Si viste el vídeo, ¿cómo puedes entrar tan tranquilo y decirme que sea fuerte? ¿Cómo...? –Se desplomó en la silla con la mirada perdida–. Si ya no me queda nada de fuerza, Jacob. ¿No ves que me han derrotado? ¿Cuánto daño puede soportar una persona en la vida hasta que la matan? Porque yo ya no puedo seguir...

Apareció en su campo de visión, al agacharse.

–Si yo pude, tu también podrás.

–Yo no soy tú... –Susurró viéndolo a los ojos.

–Pasé por lo mismo, Aurore.

–¿Qué?

–Él también me hacía lo mismo.

Aurore lo vio conmocionada.

–¿Cómo puedes...?

–¿Seguir con él? También hubieras estado aquí hasta la luna de hoy, sino te ayudaba a escapar esa noche. Escapar de él, es sentenciar tu muerte. ¿Piensas que no lo intenté? Mira. –Se desabrochó los botones de su camisa para dejar a la vista un torso con numerosas quemaduras–. Estaba al borde de la muerte, hablé con ella. Y me dijo que los verdaderos demonios viven aquí, y no en el infierno.

Aurore entrecerró los ojos, al recordar esa frase, dicha por Alessandro. Y se dio cuenta, de que era una egoísta. Si era cierto que había vivido atrocidades que un individuo normal vería como algo imposible de procesar, pero realmente existían personas que vivieron y viven en carne propia lo que es el verdadero infierno.

Tragó saliva asimilando lo que veía.

–¿Cómo yo pude escapar?

–Lo hiciste, pero lo lograste dejando a tu madre y tu memoria atrás. Sin embargo, te hizo un favor haciéndote olvidar todo.

–No podremos escapar de aquí, ¿no es así?

–Levanta. Quedan menos de dos minutos para que las cámaras se activen.

Se levantó observando que ordenaba todo en su lugar.

–Estás siendo así, ¿por qué tengo razón?

Cerró la caja fuerte y caminó hacia ella.

–¿No te han dicho que haces muchas preguntas?

–Sí lo han hecho.

–Razonable. –Se aclaró la garganta, tomando un pañuelo de su bolsillo para dárselo. Aurore lo tomó–. Contestando a tus preguntas, sí saldremos de aquí. La diferencia entre antes y ahora, es que ahora tengo una razón por la que salir de aquí, sin importarme morir.

–¿Yo?

–No.

–¿Entonces?

–No seas tan preguntona.

Se encaminó hacia la puerta, Aurore hizo lo mismo y paró al mismo tiempo.

–Queda un minuto. Te explicaré lo que haremos.

–¿En un minuto? ¿Por qué no vienes a mi habitación?

–Ya activaron las cámaras, así que si quieres cambiarte o ducharte hazlo con la luz apagada. Y no hables en voz alta. –Autore asintió–. Quedan cuarenta y cinco segundos. Ahora calla y escucha. Esta noche te quiero aquí, a las doce. Aunque tengas el teléfono, toma este reloj. –Le extendió uno–. Las cámaras estarán activadas, así que te verán, ven rápido sin parar en ningún lado. Y si algún guardia es más rápido y te alcanza le disparas. –Dejó en el aire su arma, pero Aurore no la tomó.

–¿Tengo qué matarlo? Yo no...

–Me temía que no la tomarías. –La guardó de nuevo, y sacó otro objeto–. Una pistola eléctrica; tiene una carga máxima de 30.000 voltios, utilizala bien. No vas a matarlo, pero si impedirle moverse durante un prolongado tiempo. –La tomó con cuidado–. ¿Lo has entendido todo?

–Sí. Pero, ¿y tu mamá? ¿No vas a ayudarla a escapar?

Jacob sonrió ladeado.

–¿Cómo preguntas esa idiotez después de cómo te trató? Deja de ser tan buena, de nada sirve.

–Pero es tu mamá. ¿Vas a dejarla con ese monstruo?

–No sólo la dejaré con él, sino que morirá esta noche. –Rió al ver la sorpresa en su rostro–. ¿No te imaginas quién reveló mi ubicación para encontrarme y presenció cómo me marcaban?

–¿Tu mamá? –Preguntó en un murmullo.

–Diez segundos. –Terminó diciendo para desaparecer.

Aurore hizo lo mismo, se apresuró y volvió al comedor. Las empleadas seguían en su lugar, la misma que la ayudó también. No podía evitarlo, estaba temblando, de miedo. ¿Sería fácil escapar de aquel lugar? Quería ser fuerte y pensar en positivo. Viendo a Jacob tan seguro, debería de estar igual. Pero no podía evitarlo, respiro hondo sentándose de nuevo en su lugar. La comida seguía intacta, ¿qué se supone que debía hacer? ¿Irse o esperar? Suspiró al pensar que debería verlo de nuevo. ¿Cómo actuaría? Si lo único que quería era no volver a ver su nauseabundo rostro.

–Mi flor, ya estoy de vuelta.

Tragó saliva al oírlo.

Podemos llorar de felicidad, ¿quieres hacer que mamá esté feliz?

Cerró los ojos al sentir su asquerosa voz retumbando en su cabeza, los cuales ardían por las lágrimas reprimidas.

Y una pregunta hizo aún más ruido en su interior. ¿Podría matarlo? Sólo existe un sentimiento con la misma magnitud que el propio amor; el odio. Era tanto su odio y rabia hacia él, que debería no dudar en arrebatarle la vida. Pero, ¿realmente valía la pena hacelo? Odiar y guardarle rencor a alguien es parecido a sujetar un carbón caliente para lanzárselo a alguien. Sin embargo, quien se quema eres tú. Pero...

Pero, ¿qué se supone que deberíamos hacer? Seguir viviendo cuando nos han quitado parte de nosotros, siguir existiendo con el alma hecha migajas mientras ellos siguen su vida destrozando más vidas, regocijándose y gozar del mal que hacen cuando nosotros nos morimos poco a poco, no...

Y en aquel momento entendió a Alessandro, comprendió sus palabras, fue consciente de ello, aquella herida jamás nadie podría curarla. Eliminarlos, era la única forma de tener la certeza de que otra persona no estaba destinada a pasar por el mismo martirio que tú.

–Tendremos que dejar la conversación para otro momento, debo salir. Te dejo comiendo.

Aurore lo vio con dificultad.

–¿No vas a responder a ninguna de mis preguntas? –Su voz era seca, a pesar de su temblor.

–Por supuesto, tenemos toda la vida para eso. Mañana tienes la cita con el médico. Después tendremos un plática extensa de la vida que tendrás a partir de ahora junto a mí. Todo cambiará, mi flor. Ya lo verás.

Arrugó la tela de su vestido, estrujándola entre sus dedos. Su mirada se desvió al cuchillo sobre la mesa, delante de ella. Y las ganas incontrolables de agarrarlo para clavárselo una y otra, y otra vez empezaban a apoderarse de ella. Su mirada se nubló por la rabia, quería hacerle sentir cada una de las lágrimas derramadas por su madre, por ella, por todos los que estuvieron viviendo muertos, en vida. Entreabrió los labios, sintiendo su pecho subir y bajar. Sólo debía estirar un poco la mano y tomarlo.

Y la respuesta vino por sí sola; sí sería capaz de matarlo. Es mentira aquello de no poder matar ni a una mosca, si piensas de esa forma quiere decir que no has odiado a alguien con todas tus fuerzas. Querer devolverle el mismo sufrimiento, la misma tortura.

–¿Quieres decirme algo? –Lo oyó preguntar.

Pero, odiar a alguien no te hace igual que aquella persona. No se convirtiría en una copia de él, ella no.

–Nada.

–Te vendré a buscar. –Hizo una pausa, que le hizo fruncir el ceño–. Mañana.

Asintió sin más. Sin quitar la vista del cuchillo, hasta dejar de escuchar sus pasos. Cubrió su rostro soltando un largo suspiro.

–No puedo creer que haya pensado en eso. –Susurró.

–Srta, le dejé una bandeja en su habitación. –Elevó la vista al escuchar a la empleada.

–¿Por qué...? –Calló al recordar las cámaras–. Gracias.

–Nada en esta mesa es de su agrado, espero que sí lo sea lo que le preparé.

Sonrió mientras se levantaba. Pasó al lado de la otra empleada y notó que agarraba una especie de botecito, el cual quería ocultar entre sus manos. Se apresuró para llegar hasta su habitación, vio la bandeja sobre la cama. La verdad es que se moría del hambre. La empleada que la ayudó parecía ser buena, pero no podía confiar en nadie. Tomó la bandeja dejándola en la mesilla de noche. Había una muda de ropa sobre la cama, quería quitarse lo que llevaba puesto cuanto antes. Apagó la luz para cambiarse, se puso un vestido rosa palo; de tejido mullido, largo y de cuello alto. Ahora se sentía cómoda.

No encendió la luz, con dificultad por la falta de claridad rebuscó hasta encontrar su teléfono. Una vez lo obtuvo se cubrió bajo el edredón para encenderlo, soltó un resoplido al ver aún la falta de señal. La batería empezaba a agotarse. Ese 32% la atormentaba, ¿y si Alessandro no podría encontrarla? ¿Sería tan fácil escapar con Jacob?

Faltaban un par de horas hasta las doce. Se sentía dentro de un cronómetro, el cual sonaría en cualquier momento. Las horas fueron largas. Tocaron a la puerta varias veces para la cena, pero puso como excusa un malestar.

Cinco minutos.copy right hot novel pub

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