Los días siguieron su curso tal y como estaban. Rachel sentía miedo cada vez que se iba a la cama a dormir cada noche. Sintió y presintió que su amo iba a entrar por esa puerta para quitarle la poca inocencia que quedaba en su cuerpo, pero nada pasó en esos días que estaba con sus dos amigas en esa inmensa casa a las afueras de la ciudad.
Los días pasaron y Rachel poco a poco fue sintiéndose tranquila, con algunas preocupaciones de por medio. En esos días en los cuales no había recibido noticias de su amo por ningún medio, por alguna extraña razón se sintió mejor.
Así como esos días pasaron, el año nuevo llegó, y con eso nuevas cosas llegaron a su mente.
Estaba en la parte trasera de esa gran casa con Valeria y Carla conversando sobre las cosas que les había pasado en el poco tiempo que estuvieron separadas.
— Casi me da algo cuando ese tipo entró por esa puerta — dijo, dramáticamente —. Sólo dije: Hasta aquí llegué con este tipo.
— Eso es ser muy dramática, Val — se burló Carla, y ella la vio con una sonrisa maliciosa —. Esto no me gusta.
— Al menos a mí no me llegaron a meter algo, en cambio a ti te metieron los dedos y...
— Cállate, Valeria — sus mejillas se tiñeron de rojo carmesí y Rachel no dudó en reír por el tono avergonzado que usó su amiga.
— Pero si es la verdad — le tiró una uva —. No te rías, Rachel, que no te quedas atrás — le golpeó el brazo —. Al menos te dieron besos — hizo un pico con los labios, aunque Rachel no la vio.
— Pero no me metió nada como a Carla y eso es bueno — sus mejillas se tiñeron de rojo carmesí —. Aunque, la felicidad que me queda puede que no dure mucho tiempo cuando él venga otra vez — murmuró.
— No estés triste, Rachel, verás que quizás ellos ya no vengan más por aquí y nos dejen en paz — acarició su cabello y Rachel colocó su cabeza en el hombro de ella.
Carla tampoco se quedó atrás, colocó su regazo y miraron el bosque que estaba del otro lado de las rejas de metal.
— Esos tipos me dan miedo — murmuró Carla, mirando a los hombres vestidos de negro custodiar las rejas y los alrededores.
— Lo sé — dijo Valeria, con poco ánimo —. Desde que llegamos... ellos están ahí y no nos han dejado de mirar por nada del mundo. Hasta pienso que nos tienen vigiladas hasta en el baño.
— Y yo que pensaba que era la única — concordó Carla, acariciando la pierna de Rachel.
— No sean dramáticas — negó Rachel con la cabeza —. Al menos agradezcan que no han sido tocadas por nadie en estos días — les recordó —. No sabemos cuánto tiempo estaremos así de tranquilas por las cosas que están pasando con nosotras.
— En eso tienes razón, las cosas cada vez están peor con nuestro país — bufó Carla —. No sé cuándo este gobierno hará algo para que las vidas de las personas cambien.
— ¿Cambiar? — se burló Valeria —. Eso es algo imposible — las tres rieron.
— Deseo que todo acabe rápido — susurró Rachel, tocando el cabello de Carla —.copy right hot novel pub