Los relámpagos casi atraviesan la mitad del cielo.
La que estaba dormida tranquilamente en la cama levantó las sábanas y se incorporó bruscamente al oír el trueno.
Las luces de la habitación se apagaron. En la oscuridad, se pudo ver una figura bajando de la cama y caminando hacia fuera.
La luz del pasillo iluminó inmediatamente la oscura habitación y el rostro de Xenia, desmaquillado pero todavía delicado.
Apenas dio un paso, dos hombres se detuvieron delante de ella.
-¡Señorita!-
Xenia miró a los dos hombres con cierta sorpresa, sus pálidos labios se movieron, -¿Quién sois?-
-No es seguro afuera, el Señor Diego nos ha ordenado para proteger a usted a la puerta.-
“¿Protegerme?” pensó ella.
Xenia no pudo evitar burlarse con una leve sonrisa en los labios, -¿Protegiéndome o espiándome?-
La expresión facial hizo que los dos se miraba recíprocamente embarazosos. Uno de ellos, el más atrevido, se adelantó y dijo: -Señorita Xenia, naturalmente Señor Diego nos ha pedido que vigilemos para su seguridad.-
Se trataba de vigilancia, pero también de protección.
La vigilaba, no la dejaba salir. Afuera había tormenta. Si salía afuera a esa hora seguramente se caería enferma, pero...
Xenia se mordió el labio inferior y dijo con voz fría, -Sea cual sea el motivo, ahora quítate de en medio, que tengo algo que tratar.-
Los dos se quedaron sin palabras.
-Lo siento, Señorita. Señor Diego nos ha ordenado expresamente que se quede en su habitación y descanse hasta el amanecer, no puede irse.-
-¿Y si tengo que hacerlo?-
-Sea razonable, Señorita Xenia, afuera está tan oscuro y tormentoso que, aunque saliera, se perdería de vista en el camino.-
***
Lo que dijo el hombre hizo que el corazón de Xenia se hundiera hasta el fondo.
¿Incluso era difícil caminar?
-¡Quítate de en medio!- Xenia, que estaba de pie, extendió repentinamente la mano y empujó a las personas delante de ella. Mientras estaban aturdidas, caminó adelante.
-¡Srta. Xenia!-
Los dos volvieron al sentido. Dando pasos con las piernas, fueron a detenerla.
-Señorita Xenia, por favor, no nos complique, es orden del Señor Diego. Afuera está lloviendo a cántaros y no se puede salir a esta hora.-
-No es asunto tuyo, suéltame.-
Xenia no podía avanzar ni un solo paso porque tenía la mano agarrada, así que la cara se puso roja por la ira.copy right hot novel pub