El Señor Mastache tenía la cocina preparada para ella, con todos los ingredientes listos, así que ella misma solo necesitaría escoger un plato de la receta para iniciar su preparación.
-Es demasiado exigirte hacerlo todo, Señorita Sáenz. Eleja un plato del menú con el que se sienta más confidente. Te dejaré la cocina mientras esperamos fuera. -dijo Señor Mastache.
-De acuerdo -aceptó Naomí.
Después, Señor Mastache llevó a el intermediario y a Brisa a la terraza para tomar el té. De hecho, era muy ducho en la preparación de té. Por desgracia, ninguno de sus invitados sabía el arte de té.
El intermediario era muy rudo y manejaba la taza de una manera un tanto extraña. No obstante, era muy bueno hacer pelotas. Después de tomar un sorbo, aduló con exageración,
-¡Dios mío!¡Qué delicia!
Señor Mastache sonríó pero no dijo nada.
Brisa estaba tan preocupada por su hija que no tenía ganas de beber el té. Las palabras del intermediario le había convencido de que Señor Mastache era un hombre muy leal, y que la tienda era la legación de su mujer difunta. Naturalmente, ella podía entender que Señor Mastache exigía el mantenimiento de la tienda original y el elevado alquiler.
Sin embargo, lo ocurrido este mismo día hizo que Brisa se sintiera muy incómoda, pensando que este señor le estaba poniendo las cosas difíciles a su hija. Naomí no sabía nada de su esposa, ni siquiera su nombre. ¿Cómo pudo exigirle a Naomí que preparara un plato que supiera exactamente como el de su difunta. ¡Esto era ridículo, totalmente imposible!
Brisa tenía la razón de creer que la renta era un cebo y que el verdadero objetivo de ese señor era humillarlas. Quería insultar para expresar su enojo y disgusto, pero las palabras no le salían por recordar lo que había dicho su hija.
«Olvídalo, Naomí sigue ahí cocinando, tengo que tener fe en ella. ¡Lo conseguirá!Tengo que controlar mi ira, después de todo, aún no han sacado las conclusiones... »
El tiempo pasó lentamente, Señor Mastache siguió sirviéndoles té y el intermediario fue complacido, bebiendo taza tras taza. El té que bebía le calentaba el cuerpo y ahuyentaba el frío invernal. Pero el inconveniente era que al beber demasiada agua le daban ganas de orinar.copy right hot novel pub