-Es hija mía, digo lo que quiero. No me intervengas.
Mateo pensó, “Olvídalo. no razono con las mujeres.”
-De hecho, nuestra hija debería estar enamorada. Recientemente tengo que prestar más atención a eso.
Mateo quería decirle a Brisa que le debería dejar algo de espacio a tu hija, pero después de pensarlo, al final no lo dijo. Después de todo, tenía una relación más estrecha entre la madre y la hija que entre el padre y la hija. Algunas cosas se podían discutir entre ellas, pero no con él.
Naomí no comió mucho todo el día, probablemente debido a la excitación excesiva. No sintió hambre en absoluto, sino que estaba llena de energía. Después de ducharse, se probó el vestido.
Sorprendentemente, descubrió que la falda le quedaba perfectamente, tanto en la posición de cintura como en la de los hombros.
El diseñador era muy caprichoso, no solo se limitó a diseñar vestidos para chicas, sino que también solo hizo una talla. Cada diseño solo tenía una obra sola, y nunca haría una segunda misma.
Entonces Naomí se sorprendió al ver que la falda era adecuada, lo que indicó que su figura todavía está buena.
Afortunadamente, si se engordara un poco más, la falda no le quedaría bien.
Cuanto más lo pensaba, más agradecida se sintió Naomí que no comiera tanto. Si comiera demasiado, el vientre se abultaría y se vería fea.
El banquete se celebraría pasado mañana, por lo que Naomí llegó a la empresa como planteado al día siguiente.
Aunque venía todos los días, saludó cortésmente a la recepción cada vez que pasó y luego subió las escaleras.
Cuando llegó a la recepción este día, descubrió que había seis o siete chicas reunidas allí, todas las cuales parecían ser empleadas del Grupo Leguizamo.
Naomí pensó que ocurrió algo, así que no se acercó para que no las molestara, pero la detuvieron cuando pasaba por allí.
-Oye, la repartidora de comida, espera.
¿Repartidora de comida?
Naomí se detuvo y miró a lo largo de la fuente del sonido con sospecha. Naomí no pudo dudó en el corazón, “¿Me está llamando?”
Después de todo, miró a su alrededor y no encontró a ningún otro repartidor.
Pensando en esto, Naomí señaló su propia nariz, y una chica alta entre la multitud asintió con arrogancia, -Sí, eres tú. Ven aquí..
No sabía por qué le llamaron , pero por cortesía, Naomí optó por acercarse.
-Hola, ¿pasa algo?
Tan pronto como se acercó, todas las chicas la miraron sin escrúpulos, cuyos ojos la recorrieron como si quisiera tragar a Naomí cruda y entera.
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