Naomí ahora parece simplemente muy mal.
Tenía el pelo revuelto, un lado de la cara hinchado y con muchas manchas de lágrimas, y parecía agraviado y tímido con su ropa rota.
-¿Qué pasa si te lesionas y no vas al hospital? -Diego trató de mantener la voz lo más baja posible y preguntó en voz baja.
-No voy a ir al hospital de todos modos, tampoco quiero ir a casa - Naomí se encogió sobre sus rodillas, con la voz apagada-. Puedes dejarme en un hotel.
Qué tontería estaba diciendo esta chica, él no había manera de que la enviara a un hotel en un momento así, aunque no fuera al hospital.
Pensando en ello, Diego llevó a la chica directamente a la casa. Sólo que este lugar era su lugar privado, sin sirvientes, no la casa habitual donde vivía, por lo que Naomí estaba un poco confundido cuando bajó del coche.
-¿Dónde está esto?
-Mi casa.
Naomí se dejó llevar por él, rodeada de su olor, sabiendo que ayer ya había decidido que no volvería a verlo. Pero ahora este hombre la salvó en su momento más desesperado y le dio una sensación de seguridad y protección. No pudo controlar sus pequeños movimientos y se encogió lentamente hacia los brazos del hombre.
Los pasos de Diego se detuvieron un poco y sus ojos se movieron ligeramente hacia abajo, obviamente sintiendo el cambio en ella también.
Diego sólo asumió que ella estaba asustada, así que apretó sus brazos y su voz baja tenía un toque de ternura no expresada en ella.
-No tengas miedo, no volverá a ocurrir.
Al pensar en lo que acababa de suceder, Naomí sintió una punzada de miedo; si Diego no hubiera acudido a rescatarla, ¿qué le habría pasado esta noche?
El cuerpo de Naomí se estremeció involuntariamente al pensar en una posibilidad cierta.
Diego la llevó arriba y la colocó en el mullido sofá, moviéndose con cuidado, antes de decir, -Espérame aquí.
Se dio la vuelta y estaba a punto de marcharse cuando Naomí le agarró bruscamente por la manga.
-No te vayas.
La habitación era muy grande y estaba un poco vacía de miedo.
Al verla así, los ojos de Diego se hundieron un poco más y sólo pudo decir en voz baja.
-Voy a la puerta de al lado, vuelvo en un minuto.
¿Un minuto?
Naomí le miró con cierta incertidumbre, una mirada que parecía preguntar, ¿de verdad?
Diego asintió con la cabeza.
-Bueno, vuelve rápido entonces... -finalizó Naomí, antes de soltar a regañadientes su propio tirón de la mano y dejar a Diego para que cogiera el botiquín.
Mientras Diego se alejaba, Naomí miró hacia abajo y se dio cuenta de que sus zapatos blancos estaban manchados de manchas negras, parecía extraordinariamente brusco. Pensó en el aspecto propio que acababa de tener.copy right hot novel pub