Zoe sintió que la fuerza de Rubén era tan fuerte hoy que los huesos de su brazo parecían ser aplastados por Rubén. Zoe trató de gritar de dolor, pero cuando levantó la vista vio los ojos de Rubén, como si nubes oscuras estuvieran a punto de llover una tormenta.
Zoe estaba demasiado asustada para hablar, y dejó que Zoe la tomara del brazo y saliera. Rubén no miró hacia atrás, pero Zoe pudo sentir sus frías emociones y sintió que no podía respirar porque era la primera vez que veía a su hermano tan enfadado.
Una vez en el coche, Rubén le ordenó que se abrochara el cinturón de seguridad y Zoe no se atrevió a resistirse. No dijeron una palabra en todo el camino, y fue directamente a la casa. Cuando llegó el momento de salir del coche, Zoe se asustó aún más y tuvo miedo de salir. Como había cometido un grave error, Rubén podría no castigarla, pero el abuelo no la perdonaría, y quizás la castigaría severamente. Así que Zoe no se desabrochaba el cinturón de seguridad y no salía del coche.
-Ya estamos en casa, aunque te arrepientas ahora tienes que enfrentarte a todo. ¿Saldrás del coche por tu propia voluntad o haré que alguien te baje? Te daré diez segundos para que lo pienses. -Rubén dijo estas palabras sin un rastro de emoción, como si Zoe no dijera que sí, Rubén haría que los de seguridad la bajaran inmediatamente.
Zoe tuvo que bajar las escaleras y se dirigió a su casa, pero no pudo dejar de llorar a los dos pasos:
-Hermano, sé que he hecho mal, ¿puedes suplicar al abuelo por mí?
Sin embargo, Rubén no mostró ninguna expresión, como si la persona que estaba frente a él no fuera su hermana.
-Hermano, has sido el mejor para mí antes, ¿puedes ayudarme esta vez? -Zoe se asustó mucho al ver la cara inexpresiva de Rubén. Cada vez que había cometido un error antes, Rubén, como mucho, sólo se había enfadado un rato, o había razonado seriamente con ella, diciéndole lo que no podía hacer y lo que debía hacer. Pero ahora, mientras Zoe lloraba y suplicaba a Rubén, éste no decía ni una palabra.
Si Rubén, que solía ser el mejor con ella, era así, entonces su abuelo, que siempre había sido muy estricto, no la perdonaría, y Zoe no se atrevió a seguir adelante. Pero Rubén realmente dijo:
-Si sigues perdiendo el tiempo, dejaré tu asunto en paz.
A Zoe le pareció escuchar de nuevo un atisbo de esperanza:
-¿Hermano?
Zoe no se atrevió a demorarse más y, a pesar de la debilidad de sus piernas, se levantó rápidamente del suelo y siguió a Rubén al salón.
En el salón, Orlando estaba sentado en el sofá fumando un cigarro en silencio, la criada se mantenía a su lado de forma especialmente disciplinada, cuidando incluso de respirar, y el ambiente era muy deprimente.copy right hot novel pub