Lidia y Violeta dieron un paseo por la plaza visitando todos los pequeños negocios de allí. Compraron algo, pero no se veía bien. En fin, Lidia llevaba dos bolsas en la mano y las dos entraron en el mercado.
Y Vanesa tomó conciencia de hallarse ridícula al seguirlas. Pese a lo pensado, sus pasos no cesaron y se metió también en el edificio.
La madre y la hija fueron a la zona de ropa de mujer y poco después, salieron con muchas compras. Mientras tanto, Vanesa lo observaba todo al lado del ascensor.
Salió Lidia de una tienda. Cogió el móvil y llamó. Su perfil que estaba contemplando Vanesa expresaba mucha alegría. Al mismo tiempo, con la mirada fijada en su hija, Violeta parecía tener ningún remedio, pero paradójicamente, algo feliz.
Vanesa no pudo entenderlas.
La llamada no duró mucho tiempo y fueron a la cafetería de al lado. Como era fin de semana, había mucha gente entrando y saliendo, dejando la puerta siempre abierta.
Lidia y Violeta se sentaron a una mesa cerca del rincón. Más tarde, Vanesa se sentó a la mesa vecina cuando nadie prestó atención. Había comprado de paso una gorra que ahora ya llevaba, y también había suelto el cabello. Así, no era fácil reconocerla.
Ahí al lado Lidia y Violeta pidieron café. Y no habló Violeta hasta que la camarera se alejó,
—Luego lleva tú esos dos, y el chófer y yo el resto.
Lidia asintió,
—A ver qué tal esta noche. Puede que os llamemos para cenar juntos. Esperad mi llamada —añadió.
Suspiró Violeta,
—Hija mía —exhaló unas quejas no tan fuertes—, de pequeña eres siempre sigues en tus treces. No te entiendo.copy right hot novel pub