Vanesa durmió hasta que la llamaron.
Su mente estaba nublada y sintió que alguien la ayudaba a levantarse, luego le tocó la frente.
Vanesa se molestó un poco y alargó la mano para apartar la del hombre.
—Vete.
Santiago pensó un momento, luego levantó a Vanesa y dio unos pasos hacia arriba.
Vanesa estaba muy sensible, no había nada malo en su temperatura corporal.
Santiago puso a Vanesa en la cama.
—¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal en algún sitio?
Vanesa se dio la vuelta y no contestó en absoluto.
Santiago estaba sentado a su lado y Vanesa parecía realmente fuera de sí con esa mirada.
Ni siquiera se dio cuenta cuando entró y Vanesa no respondió ni siquiera después de que él la llamara varias veces.
Santiago esperó, miró la hora y bajó las escaleras.
Vanesa tuvo una buena noche y cuando se despertó, ya era la tarde.
Se levantó y se movió un poco, luego bajó las escaleras.
Santiago estaba abajo, y había un hombre con él.
Vanesa se sobresaltó.
—Santiago, ¿qué haces aquí otra vez?
Santiago sólo giró la cabeza para mirar a Vanesa un momento antes de seguir hablando que tenía delante:
—Por favor.
El hombre hizo un gesto con la mano, llevó una maleta y se fue.
Entonces, Santiago se giró, corrió hacia Vanesa y la miró.
—Sube, he hecho un guiso, luego te traigo un cuenco.
Vanesa frunció el ceño.
—¿Qué haces? ¿Quién era ese hombre de hace un momento?
Santiago dijo:
—Es un amigo médico, lo llamé para que te viera, estabas tan dormido que no sentiste nada.
Vanesa había estado durmiendo tan profundamente que ni siquiera había sabido que había alguien en la casa.
Santiago subió unos peldaños, cogió a Vanesa por los hombros y la llevó a su habitación.
—No estabas durmiendo bien, así que llamé a alguien para que viniera a echarte un vistazo, pero no hay nada malo.
Su temperatura era normal, su presión arterial estaba bien y el médico dijo que probablemente había estado demasiado cansada últimamente.
Santiago recordó que la había asustado mucho al venir en medio de la noche anterior y que probablemente no había descansado bien durante la mitad de la noche posterior.
La culpa sigue siendo de él.
Vanesa sí se sintió cansada, volvió a su habitación, se lo pensó y fue a tumbarse en la cama de nuevo.
—No quiero comer ahora, vete. Descansaré un rato y cuando tenga hambre, bajaré a buscar algo para comer yo misma.
Como Santiago se sintió cómodo al irse, se acercó y se sentó en el borde de la cama.
—Duerme, yo vigilaré por aquí.
Vanesa resopló, ¿qué había que vigilar si en esta casa, nadie más que Santiago iba a entrar ahora?
Pero Vanesa no se molestó en decírselo, se dio la vuelta aturdida y volvió a quedarse dormida.copy right hot novel pub