Vanesa ni siquiera parpadeó. Simplemente dio un paso atrás para evitar mancharse de sangre.
Aquel hombre de aspecto duro resopló de dolor. Su cara se torció un poco.
Vanesa miró la sangre en la daga y luego la restregó en su parte superior.
Siguió preguntando fríamente, como siempre:
—¿Me lo dices o no?
Benito sonrió:
—¡Vaya, nunca esperé que fuera tan dura!
Santiago no pudo evitar sonreír mientras la miraba.
Antes de venir aquí, todavía le preocupaba si debía mantenerla fuera por si se ponía enferma a causa de la escena sangrienta.
Después de todo, supuso que la sangre sería repelente para una mujer embarazada como ella.
Pero el resultado resultó ser impresionante.
Aquel hombre mantenía la cabeza baja, luchando por soportar el dolor.
Esta vez, Vanesa hizo un corte bastante profundo. Incluso la carne de su brazo se reveló claramente en el aire.
Pero la sangre seguía cayendo. Unos segundos después, su brazo estaba cubierto de sangre por todas partes.
Vanesa apretó entonces la daga contra el otro brazo suyo:
—Supongo que debes ser un matón sofisticado. Estoy segura de que has hecho muchas cosas desagradables antes, ¿eh? ¿Y si te inutilizo los dos brazos? Si es así, me pregunto si todavía podrías hacer el mal.
Aquel hombre seguía jadeando, pero sin decir nada. Se volvió para mirar a Vanesa.
Los ojos se le inyectaron en sangre y la frente le sudó.
Pero siguió siendo duro.
Vanesa hizo una mueca y continuó sin dudar:
—Bueno, desde entonces, me gustaría ver lo que tienes.
Tras decir eso, empuñó la daga y cortó el otro brazo.
Esta vez ese hombre finalmente gritó.
Benito comenzó a aplaudir mientras lo observaba:
—Vaya, parece que te subestimé antes. Pareces tener el mismo talento que yo en este aspecto.
Benito se consideraba a sí mismo lo suficientemente talentoso a la hora de realizar un interrogatorio violento. Pero ahora Vanesa también parecía bastante experta en ello.
Esta vez Vanesa no limpió la daga manchada de sangre. Miró su muslo.
Luego apuntó la punta de la daga a su muslo:
—Prefiero que sea el siguiente.
Ese hombre no pudo evitar gritar. Pero antes de que pudiera pronunciar nada, ella le clavó la daga.
Esta vez ese hombre gritó mucho más fuerte.
Santiago se levantó, se acercó y tomó la daga:
—No te manches de sangre.copy right hot novel pub