Stefano volvió a última hora de la tarde y parecía enfadado.
Vanesa y Erika ya habían llamado a alguien para seguir jugando a la carta, pero en lugar de dinero, ganaban coins
Simplemente disfrutaban del proceso de jugar a la carta.
Con el rostro ensombrecido, Stefano entró en la habitación y cuando vio que todos estaban radiantes y divirtiéndose, la mitad de su enfado se esfumó.
Vanesa le miró y dijo:
—¿Qué ha pasado? Parecías furiosa. ¿Quién puede hacerte esto? Estoy muy sorprendida.
Stefano soltó una risita y fue a sentarse junto a Vanesa:
—Bueno, aquí no hay nada importante.
Vanesa siguió jugando y no hizo más preguntas.
Stefano estaba evidentemente nervioso todo el tiempo y no paraba de sacudir las piernas.
Vanesa le hizo una pregunta sobre la carta y Stefano ni siquiera sabía de qué estaba hablando.
Vanesa soltó una risita:
—¿Qué pasa? No pareces estar bien.
Stefano le devolvió la sonrisa y se levantó:
—Bueno, esto está muy cargado. Tengo que salir a tomar aire fresco.
Vanesa miró las ventanas abiertas y supo que Stefano sólo estaba poniendo excusas.
Pero ella se limitó a reírse: —Claro, resuelve lo que te molesta.
Stefano dejó escapar un largo suspiro y salió.
Erika miró sus azulejos: —Está claro que algo va mal.
Vanesa respondió: —¿El juego?
—No —Erika se rió— La persona que acaba de salir.
Vanesa respondió: —Bueno, es evidente que Stefano está fuera de forma hoy. Bueno, nos contaría lo que pasó después a juzgar por su mirada.
Stefano fue a fumar un cigarrillo y la gente de dentro dejó de tocar.
Los camareros salieron y saludaron a Stefano.
Stefano siempre saludaba a las horas normales, pero hoy parecía que no se enteraba de nada.
Vanesa se apoyó en el marco de la puerta y miró a Stefano:
—Entra. ¿Quieres decirnos algo?
Stefano descartó la idea: —No tengo nada que decir.
Luego volvió a la habitación.
Erika fue a situarse junto a la ventana y sí prestó atención a Stefano.
Aunque Stefano se negó a decir nada, pronunció mientras entraba en la habitación:
—Tengo que castigar a esos imbéciles cuando tenga tiempo.
Vanesa sonrió: —Claro, hazlo.
Luego fue a sentarse en la silla:
—Estuviste mucho tiempo fuera.
—Bueno, sí, pero en realidad no hice nada.
Acababa de torturar a dos personas que eran idiotas y todavía está echando humo.copy right hot novel pub