Mientras Vanesa se dirigía al destino, se devanaba los sesos para pensar en el nombre de su madre.
Hacía años que no la veía y no tenía ningún apego hacia su madre, por lo que le resultaba bastante difícil recordar el nombre de su madre de forma inconsciente.
Empezó a llover a mitad de camino.
Luego, de repente, se convirtió en un aguacero.
Observando el movimiento de los limpiaparabrisas a izquierda y derecha, Vanesa recordó lentamente el nombre de su madre.
Ah, sí, era Amaya, lo cual no era difícil de recordar, pero tardó mucho en recordarlo.
En lugar de dirigirse al almacén de los suburbios, el coche llegó a una casa.
El patio tenía un aspecto algo descuidado y abandonado.
Había un subalterno esperando en la puerta con un paraguas y saludó inmediatamente al ver el coche de Santiago.
Santiago se bajó del coche y el subalterno dijo:
—Está dentro y estaba agotada, pero aún no coopera.
Vanesa se bajó del coche y tomó un paraguas. Respiró profundamente y se dirigió directamente al patio.
Podía oír vagamente los gritos y maldiciones de una mujer cuando acababa de entrar en el patio.
Vanesa hizo una pequeña pausa y se puso en marcha.
Entonces empujó una puerta para abrirla y el interior era bastante oscuro. La distribución y las decoraciones parecían bastante anticuadas y viejas como el patio.
Vanesa entró antes de recuperarse un rato.
La cocina estaba justo a su izquierda y parecía que nadie había cocinado aquí durante mucho tiempo.
Aunque todos los cacharros estaban colocados en la mesa de forma ordenada, seguía pareciendo un desorden.
Había un pequeño pasillo después de la cocina y varias habitaciones en el interior.
El llanto salía de una de esas habitaciones.
Vanesa se dirigió directamente a esa habitación.
Era una habitación bastante pequeña y la puerta estaba abierta de par en par.
Una mujer estaba atada en una silla de madera.
Se retorcía locamente y su voz estaba más que ronca, pero seguía insultando.
Vanesa se quedó junto a la puerta y miró fijamente a aquella mujer.
Tenía moretones en la frente y la sangre que salía de esas cicatrices le manchaba toda la cara.
Su rostro era difícil de ver con claridad y era bastante horripilante.
La puerta de la otra habitación estaba cerrada y dentro también se escuchaban lamentos.
Vanesa sabía más o menos quién estaba dentro.
Amaya seguía maldiciendo y acababa de darse cuenta de que había una persona de pie junto a la puerta.copy right hot novel pub