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La Llave En El Lago

Capítulo 33:

Cuando Edward vio a Olivia en la parada en las puertas de su casa su cuerpo quería hacer dos cosas diferentes, la primera fue huir y la segunda era quedarse a hablar con ella, de cierta manera había hecho ambas y ninguna de las dos lo complació por completo, así que como un cobarde invento como escusa que tenía que visitar sus otras propiedades y a sus arrendatarios cuando en realidad él nunca había ido antes de las fiestas a estas propiedades, así que se vio forzado a llegar de sorpresa a una casa de campo no muy lejos de la ciudad “Esto es ridículo ¿Por qué diablos estoy acá?” se dijo a sí mismo mientras la hija pequeña del señor y la señora Acosta lo hacía partícipe de una fiesta de té conjunto a un peluche de un oso y una muñeca de porcelana:

-¡Mary, ¿qué estás haciendo?! -Exclamó la señora Acosta al ver al Conde sentando con una mini taza de porcelana en sus manos, la familia Acosta eran los encargados de la casa de campo cuando esta no era usada, se encargaban de mantener la casa y el jardín, en cambio, ellos vivían en la mansión mientras nadie estaba y cuando Edward venía ellos se mudaban a una casa más pequeña dentro de la propiedad, pero usualmente Edward les avisaba con semanas de antelación, pero esta vez no fue así por lo cual la familia seguía en la casa cuando él llegó y este insistió en que no se fuera debido a que solo planeaba quedarse tres días

-Estamos en una fiesta de té -Respondió la niña con total firmeza, Edward no era muy allegado a los niños, sin embargo, la niña había entrado al pequeño despacho de la casa donde Edward estaba tratando de aclarar sus pensamientos y tras un silencio incómodo y unos minutos donde la niña y él se miraron fijamente, la niña con una cara muy sería lo invitó a tomar té en su fiesta, al principio Edward pensó que se refería a una fiesta de verdad y se imaginó que la familia Acosta invitaba a toda clase de personas cuando él no estaba, pero no pasó mucho tiempo antes de verse envuelto en una fiesta falsa de la cual no sabía que decir o cómo actuar, no obstante la niña pasó aproximadamente un cuarto de hora informando sobre toda la vida del señor oso y la señorita Penélope (la muñeca de porcelana), la situación le recordaba mucho a la que la se vivía en la alta sociedad con los rumores que corrían en las reuniones sociales.

-No debes obligar al conde a jugar contigo -Dijo su madre con la misma cara seria con que la niña había entrado y lo había engatusado para que Edward jugara con ella -lo siento mucho conde está en esa edad donde solo quiere jugar

-No se preocupe -respondió Edward y luego viendo a la niña -Señorita Acosta he disfrutado de tan maravilloso té, pero me temo que debo retirarme, sin embargo, antes me gustaría reiterar mis más sinceros agradecimientos por tan atentas atenciones -la niña que lo veía aún con cara seria lo miró fijamente y al cabo de un segundo le sonrió complacida de que su fiesta del té fuese un éxito con el único invitado que podía expresar una opinión distinta a la suya, la niña tomó sus juguetes y se fue a cualquier otro lado, la señora Acosta por su parte se quedó parada mirándolo con curiosidad

-Mi señor -dijo al cabo de un minuto

-¿Si?

-¿Le ocurre algo? -La señora Acosta y su hija tenían un carácter fuerte y miradas muy serias

-Nada en absoluto

-Oh entonces es eso -la mujer le dio una sonrisa condescendiente -Sacudiré el polvo si no le importa -La mujer comenzó a sacudir con un plumero algunos estantes llenos de un montón de libros viejos que nadie había leído como hace un millón de años y Edward se quedó pensativo observándola fijamente, al cabo de unos cinco minutos preguntó

-¿A qué se refiere con “entonces es eso”? -La mujer le regaló una sonrisa mucho más amplia a Edward como si ya supiera que iba a preguntar

-¿Me permite ser indiscreta? -Edward asintió esperando que la señora Acosta no fuese el tipo de mujer que le gustaba tener amantes y que haya puesto sus ojos en el Conde para una aventura de una noche -Parece que le preocupa una mujer ¿tal vez una futura condesa?

-Tienes razón eres muy indiscreta -Frunció el ceño Edward, la mujer siguió sacudiendo, pero al cabo de unos minutos más -No es una futura condesa -dijo y la señora Acosta se quedó viéndolo mientras aguantaba la risa, sin embargo, se las había arreglado para no reírse -Solo que hace años dije algo un poco ofensivo y nunca tuve la oportunidad de disculparme y no sé si es muy tarde...

-Si ocurrió hace años y todavía siente que debe disculparse, tal vez deba hacerlo sin importar que sea muy tarde -respondió la señora Acosta

-¿Estás segura? -Preguntó Edward temeroso

-Por supuesto, a lo mejor descubra que todos estos años que ha cargado el peso de su ofensa no valieron la pena y que ya la cicatrices causadas han sido borradas por el tiempo

-Eso suena… Muy sabio -Edward se quedó viendo al techo

-Eso aplica también para las confesiones de amor -Bromeó la señora Acosta

-Estás siendo muy atrevida -gruño Edward, la señora Acosta no pudo aguantar y se río a carcajadas

Edward también acompaño a las risas de la señora Acosta y le agradeció de todo corazón, tenía muy claro posiblemente Olivia no quería retomar su amistad con él, pero, por otro lado, no podía seguir año tras año pensando en lo que había hecho sin buscar la manera de solucionarlo, tal vez antes lo había podido ignorar porque no había visto a la joven desde lo que había pasado, pero ahora que la había visto sabía que él no podía continuar cargando ese peso.

Edward decidió regresar a la ciudad la tarde antes de nochebuena, todas las mañanas de ese día se celebraba una misa y casi toda la ciudad, sean nobles o plebeyos asistían para celebrar el nacimiento de nuestro señor y era el momento perfecto para buscar y dar el perdón:

-¿Ya se va? -Le pregunto la niña antes de que se montara en el carruaje

-Así es mi señora - Edward se arrodilló y le dio un beso en la mano de la pequeña niña como haría con cualquier dama -Espero poder asistir a una próxima fiesta de té con usted -El señor Acosta los veía con curiosidad, pero la señora Acosta se reía encantada de la escena

-Señor Conde -la niña tenía una expresión muy seria -Si no se ha casado por favor espere a que yo crezca para casarnos -La expresión de ambos padres fue de horror absoluto, la niña, en cambio, tenía una expresión de seguridad y determinación, Edward se quedó sorprendido y al cabo de un segundo dijo

-No puedo esperar por mi señora, ya que mi corazón le pertenece a otra -le sonrió -pero espero que mi señora crezca con fortuna, inteligencia y amor -La niña pareció sentirse desilusionada, pero sin perder la compostura le deseo suerte y le recordó que debía regresar para tomar el té

Una vez de vuelta a su hogar, se enteró por medio de la señora Beatriz que Amelia había disfrutado de la compañía de la señorita Cecil, Laurens y del vizconde Navarra, el ama de llaves se encontraba completamente molesta con Amelia, creía que sería castigada por irse de la mansión sin avisar, sin embargo, el conde se había ido tan pronto ella regresó también expresó su preocupación por la distancia en que estaba tomando la amistad de Cipriano y él, Edward escuchó pacientemente a Beatriz ¿Como explicarle a la mujer que Amelia no era como las demás mujeres y, por lo tanto, no podría castigarla? Como no podía cumplir los deseos del ama de llaves solo podía escuchar sus molestias, pero prontamente él también perdió la paciencia:

-Sé que esa mujer no es su prima no soy idiota -ese comentario fue lo que hizo perder su paciencia, un buen sirviente debe saber cuando hacer la vista gorda a las indiscreciones de su jefe -si no le debe nada debe sacarla porque no vale la pena que destruya su vida por ella

-Señora Beatriz -Edward la interrumpió mientras sacaba algo de tabaco -la respeto como una segunda madre, pero aun así usted es solo una empleada -sintió algo de bilis subiendo por su garganta, no estaba bien lo que estaba diciendo -Actúe como tal y no se meta en asuntos que no le corresponde -La señora Beatriz trago saliva y se puso pálida

-Sí mi señor disculpé -dijo -Me retiraré si no le importa

-Adelante

Amelia a penas iba a cumplir dos meses en su casa y en la mayoría del tiempo eran risas y diversión, se había comportado lo mejor que podía, pero parecía que todos los que tenían algún tipo de relación con Edward se comenzaban a sentir enojados con respecto a Amelia, incluso él se sentía de esa manera, sin embargo, debía ser razonable, en un par de semanas ya ella se iría y seguramente no iba a volver por lo que toda esa molestia se borraría y, en cambio, terminaría extrañándola por el resto de su vida

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