Modo oscuro
Idioma arrow_icon

Mi dulce corazón

Capítulo 131: La reciprocidad

Cordelia Vega frunció el ceño, no le gustaba su agresiva forma de hablar con ella y la posición en que la ponía Aurelio Clemente.

—¡Si tú normalmente estás ocupado y yo solo estoy ocupada estos días!

—Aun así, no.

Este hombre era demasiado mandón en algunas partes.

Él dijo seriamente:

—Porque yo soy hombre, debería ser el responsable de una casa e incluso de una familia, pero tú no, lo que tienes que hacer es ser la señora Clemente, puedes tener un pasatiempo o una carrera en tu tiempo libre, pero no puedes dedicarte en ello por demasiado tiempo.

Cordelia no estaba de acuerdo con lo que dijo:

—¿Quieres decir que tu trabajo es importante y lo mío ya no? Aurelio, eso es muy machista. Te dije hace tiempo que yo no soy una mujer que depende de ti y que pierda mi libertad, tampoco me puedes pedir qué hacer bajo tus criterios.

—Sí, puede ser que mi trabajo no sea nada para ti, pero eso es muy importante para mí, yo no quiero depender de nadie, ¡ni abandonar mi carrera!

Cuanto más hablaba, más emocionada estaba y casi lo dijo gritando la última frase.

Cuando terminó de hablar, giró la cabeza hacia el otro lado para no ver al hombre con una cara enfadada.

Aurelio no estaba contento.

—¿Cuándo te dije que quiero que abandones tu trabajo?

—Sí lo acabas de decir, lo que tengo que hacer es ser la señora Clemente, podría hacer mi carrera, ¡cuando tenga tiempo libre!

Ella especialmente mencionó lo de “cuando tenga tiempo libre”, como si le estuviera recordando de cómo era de irrazonable y le había bajado su autoestima.

Aurelio de repente se rio mirándola enfadarse.

Cordelia tenía mucha ira, pero aun así, él seguía riéndose y ella estaba tan enojada que casi explotaba.

Ella quería apartarse de él.

—¡Suéltame! ¡No quiero hablar contigo, me voy a dormir!

Y quitó las manos de Aurelio con mucha fuerza.

Sin embargo, el hombre era mucho más fuerte que ella, ella no lo podía mover ni un poquito.

Cordelia casi lloró por la furia.

Ella estaba enfadada y agraviada, al final se paró cabreada y giró su cabeza.

—¡Aurelio! ¡Qué malo eres!

Aurelio no se aguantó y se rio en alto.

—Madre mía qué niña pequeña, ¿te has enfadado solo con eso?

Él soltó su cintura, le agarró de la barbilla forzándola a que mirara hacia él.

Ella intentó no dejar que la cogiera, pero no tenía suficiente fuerza, le dolió la barbilla y tuvo que girar la cabeza hacia el hombre.

Él vio que la mujer tenía una cara enfadada, con los ojos rojos, tenía lágrimas por dentro, parecía que si el hombre le dijera una frase más que fuera excesiva y ella lloraría.copy right hot novel pub

Comentar / Informar problema del sitio