No pude disfrutar el resto de la fiesta en lo más mínimo, aún cuando Jack se había marchado tras dar su discurso y saludar a uno que otro conocido, en especial a mí, quien era su principal objetivo desde el inicio.
Aquella discusión seguía atormentándome en mi cabeza, helándome la sangre.
Intenté comer lo que me habían servido, pero apenas daba un bocado, los deseos de salir corriendo al baño a vomitar regresaban.
Nia parecía estar aún más angustiada que yo al verme de esa forma, casi como si me fuese a desmayar en cualquier instante.
—Vámonos, Lucy —repetía con preocupación—. No te ves nada bien.
Pero me quedé, pensando que podía sobreponerme.
Justo cuando todos se pusieron en pie para bailar, Nia insistió en que regresáramos a la casa, quise conducir, pero mis manos temblaban y mis pies ni siquiera coordinaban, al igual que mis pensamientos.
Entonces ella se tomó la molestia de ser la piloto, mientras yo me quedaba en silencio observando por la ventana, sintiendo el remolino de recuerdos azotarme cada vez con más fuerza.
Siete años, siete malditos años engañado pensando que era mi culpa, reprochándome lo ocurrido en la soledad. ¿Cómo Deborah había sido capaz de hacernos eso?
Sentí la rabia recorrer mi cuerpo al recordar el rostro de esa desalmada mujer, la forma tan tonta en la que había caído en su perfecta actuación, y rechine los dientes, conteniendo los deseos de romper todo, de destrozarme incluso a mí misma.
"¡Maldita mujer!"
Sentía que mi espíritu se lo había llevado aquel hombre que creía estaba enterrado metros bajo tierra, y ahora sólo yo era el verdadero muerto viviente, uno que a duras penas respiraba.
Nia me analizó, mordiéndose el labio inferior, ansiosa de que estuviera con los labios sellados por tanto tiempo.
Sin muchos ánimos, me senté en el sillón, inexpresiva a la espera de tener un poco de tiempo a solas.
Cody, quien estaba en la cocina tomándose un vaso de agua cuando llegamos, un poco sorprendido porque estuviéramos de regreso tan rápido, le preguntó a Nia que me ocurría, y con cierta torpeza le contó lo que sabía.
Se sentaron lentamente en dos sillas frente a mí, como temiendo sobresaltarme con sus acciones, y finalmente el pelinegro me pregunto:
—¿Qué se supone que harás ahora?
—Ni yo misma sé —confesé, dedicándoles una afligida mirada por primera vez desde que había puesto un pie en el apartamento.
—Significa que la madre de Jack te ha dicho mentiras.
—Es algo demasiado obvio, ¿no? —refunfuñó Nia cruzándose de brazos, demasiado pensativa para mi gusto.
Aunque su expresión de irritación se debía a que Cody estaba muy cerca de ella, sin embargo, algo en su intensa mirada me decía que yo me estaba perdiendo de algo igual de importante que el asunto de Jack.
—Él me odia, como si hubiera hecho algo realmente grave —suspiré desganada.
—Es porque no debe saber nada de lo que has tenido que vivir —dedujo Nia con tal naturalidad, que por un leve momento, sentí envidia de su veloz percepción de las cosas.
—Deberías decirle —dijo Cody, dedicándome una mirada cargada de afecto, como si quisiera alentarme a la distancia.
—¿Y qué sentido tiene contárselo ahora?
—¿Por qué no confesarle la verdad, Lucy?
—Está casado —farfullé, sintiendo como la simple palabras desgarraba mi garganta al pasar, dándole paso a la tristeza en todo mi interior.
—¿Y qué importa? —masculló el pelinegro encogiéndose de hombros, como si meterse en una relación no fuese nada del otro mundo—. No vas a intentar quitárselo a la presidenta, sólo vas a aclarar las cosas con él, y así no habrá rencores absurdos, Lucy.
—¿Y si aclaro las cosas con él y decide regresar a los viejos tiempos?
—¡Pues anímate! —canturreo, dejando escapar una amplia sonrisa—. ¿No lo amas aún?
—No es tan fácil, Cody —susurré, cubriendo mi rostro con mis manos, ante los horripilante deseos de echarme a llorar como una niña pequeña—.copy right hot novel pub