Varios meses después de planear todo adecuadamente, de elegir el lugar, lo que vestiríamos y hasta lo que comeríamos, viajamos en un jet privado hasta Bora Bora, una pequeña isla en la polinesia francesa, que a decir verdad era un sitio magnífico.
Se le había ocurrido a Jack que sería el indicado para realizar nuestra ceremonia nupcial, y yo un poco emocionada acepté, dado que en las fotos que había visto por internet cada rincón era espléndido.
El mar era tan claro que podía ver los peces nadando en él, la brisa cálida en mi rostro me aceleraba el corazón y la arena blanca bajo mis pies, eran sencillamente las mejores sensaciones del universo.
Debía admitir que llegar hasta allí no había sido nada sencillo, ya que habíamos tenido un montón de contratiempos para organizar nuestra boda, las invitaciones no habían salido como yo esperaba, incluso entregarlas fue todo un calvario, el traje de Jack casi que no estaban listos para la fecha que habíamos indicado y mucho menos mi vestido, el apartar el hotel, y el restaurante para tantas personas, era casi un imposible.
Definitivamente habíamos atravesado días muy estresantes para los dos y para rematar, más de uno de nuestros invitados se había negado a asistir por falta de presupuesto para viajar, o por problemas en el trámite del pasaporte, en pocas palabras, sólo habían logrado ir con nosotros unas 30 personas, pero era más que suficiente.
Sinceramente, no creía necesitar algo tan grande y ostentoso, solo estar junto a Jack y nuestros amigos más cercanos, era lo más idóneo para mí.
Mi futuro esposo había estado tan tenso como yo durante las últimas semanas, habíamos discutido en miles de ocasiones por míseras bobadas, el ambiente a nuestro alrededor no estaba del todo bien, pero a veces pensaba que era por los nervios y el montón de situaciones que nos rodeaban.
De todos modos, no todo podía ser color de rosa en nuestra relación amorosa, sin embargo, nos habíamos mantenido juntos, siguiendo adelante a pesar de lo que ocurría.
Jack dichoso, había anunciado nuestro compromiso frente a toda la prensa y el mundo entero el día de la inauguración del parque de diversiones Jacksonville, el cual fue todo un éxito y lo sigue siendo hasta el día de hoy. La gente no se había tomado del todo bien la noticia, no se tragaban de entero que el maravilloso magnate, guapo y multimillonario chico, se hubiera separado de su hermosísima esposa, para casarse con una insignificante muchacha de pueblo.
Sin embargo, aunque él decía que no le había afectado en sus negocios, ni tampoco le molestaba en lo más mínimo las cosas ofensivas que salieron por días enteros en la televisión y en casi todos los periódicos, podía notar en su mirada que mentía, que le dolía sobremanera cada palabra insultante que escuchaba sobre nosotros, y aún cuando intentaba hacer oídos sordos, le era imposible no entristecerse.
Lastimosamente, todavía existían personas que no aceptaban nuestra relación; pero eso no era algo que nos fuese a detener.
Al día siguiente de nuestra llegada, en medio de la playa desolada –en ese lujoso resort, donde las cabañas flotaban prácticamente sobre las aguas cristalinas–, se encontraba Jack de pie junto al abogado Black; quien cordialmente oficiaría la boda.
Caminaba tembloroso de la mano de mi madre, él a la distancia en total calma, se veía increíble con ese smoking negro, mientras yo había elegido un vestido blanco con piedrería en la parte del torso y una falda amplia y ligera que tenía una cola corta.
Por aquel camino de arena bajo mis pies descalzos, a lado y lado estaban emocionadas todas esas personas que habían acompañado nuestra historia, incluso habíamos invitado al Jefe del bar, a Tina y Marlon, habíamos tenido que ir hasta Ellijay, pero fue acogedor pasar varios días en ese pueblo donde nos habíamos conocido.
Jack, al verme tan tímida y nerviosa andando en su dirección, sonrió encantado con mi aspecto, me tomó de la mano que le ofrecía mi madre y le agradeció en un susurro a esta última, para de inmediato quedar frente a él con el corazón acelerado.
Realmente estaba sucediendo.
Estaba allí, a punto de ser la persona que estaría para toda la vida junto a mí, Jack sería la persona que me acompañaría hasta mi vejez y ni por un segundo dudaba de ello, de lo que estaba ocurriendo, de las palabras que salían de la boca del abogado Black, acerca de si nos aceptábamos en la salud, en la enfermedad, en la riqueza, en la pobreza, en la alegría y en la tristeza, no importaba en qué situación nos encontráramos, yo estaría dispuesta a estar a su lado para siempre.
—Sí, acepto —murmuré, sintiendo cómo mis ojos se llenaban de lágrimas. Puse su respectivo anillo en el dedo anular de su mano derecha con mi respiración irregular y mi corazón desbocado por la satisfacción de haber llegado hasta ese deseoso instante. Jack me sonrió dichoso de por fin escuchar esas simples palabras que tanto ansiaba—. Prometo quedarme a tu lado por el resto de nuestras vidas.
—Sí, acepto —juró él, dedicándome una mirada que removió cada centímetro de mi cuerpo. Era mágica la forma en que nos amábamos, tan pura e infinita, que no existía forma humana de explicarla con palabras—.copy right hot novel pub