Incertidumbre, ese momento en que sientes que cualquier cosa que hagas estará mal. No sabes cómo actuar, qué hacer o si algo reparará lo que pasa. Sentir como todo cae a tu alrededor, solo en tu mente, un ataque de pánico, un sentido de poco raciocinio. El cerebro dolía, no por un dolor de cabeza, sino por el desgastante uso de nuestra mente, cansándose poco a poco de la lijadura de los insistentes pensamientos.
Así se sentía ella, mientras se hallaba en medio de la oscuridad de una noche algo joven. No hacía mucho que el cielo se había ocultado; pero desde su asiento algo infantil en el columpio de los juegos para niños del hotel podía ver el mar, la oscuridad, un cielo estrellado y una luna llena en su totalidad. Hacía frío, por ello llevaba guantes y una chaqueta que cubría con una tersa piel artificial su cuello. Si la temperatura continuaba bajando de aquella manera, pronto habría nieve llenado el paisaje de un blanco helado escarchado.
¿A dónde iría ahora? ¿Tendría nieve allí también o sería un lugar cálido y seco?
Recostó su cabeza en la cadena de metal que sostenía el columpio; aunque este también estaba helado, su calor corporal lo aclimató en segundos. A pesar de que no había mucha diferencia a estar en su hogar se sentía sola allí, mientras se movía con ligereza en el columpio a penas con un pequeño vaivén que producían las puntas de sus dedos en el zapato y consecuentemente la tierra.
Necesitó caminar un rato, pensar un poco más en si lo que estaba haciendo era lo correcto. ¿Qué pasaría si no funcionaba? ¿Perdería a Jay también? ¡Necesitaba que eso funcionara!
Andy ya no era ni siquiera un sueño posible, ya no era nada para ella más que un recuerdo por olvidar.
Sentía la necesidad de avanzar, fluir más allá de las palabras y todo aquello que la aprisionaba, necesitaba olvidar todo, seguir adelante, luchar por su vida y formarse nuevos propósitos. No se ataría por más tiempo a algo que jamás saldría de un diario de dibujos de su infancia, no valía la pena, necesitaba recuperar su vida, sentir que tenía propósito y al fin ser alguien.
Suspiró y sonrió a ojos cerrados, tarde o temprano sabría cómo todo esto terminaría; ella daría de su parte, necesitaba que él también fuera feliz y se asiría de él para encontrarle un nuevo propósito a su existencia.
Haría que todas sus mentiras fueran realidad, llegaría a amarlo como se lo merecía.
Al abrir los ojos pudo visualizar a lo lejos la figura de su duende protector, llevando la correa de Hipo en la mano izquierda, sosteniendo un vaso con la derecha.
Él era hermoso, de mejillas adorables y dulce mirada, puede que estuviera algo rellenito ahora, pero ella recordaba a la perfección el ardiente cuerpo que tenía hacía poco tiempo; no obstante, con o sin él, seguía siendo un chico de ensueño. Puede que no tuviera un mágico color de ojos o una voz grave que erizara tu cabello con cada palabra; pero él tenía sus propios atributos. Era como una dulce nube de azúcar, suave como un malvavisco, apetecible como un chocolate, fuerte como un turrón.
La fantasía de cualquier chica amante del azúcar, él resultaba ser la representación viva de lo que todo aquello podía significar.
Ella sonrió cuando sus miradas se cruzaron, empezaría a vivir por él, dejar de vivir por ella. Necesitaba que él estuviera bien, debía protegerlo tanto como él la protegía a ella.
―Te traje cocoa caliente con canela, tu favorito ―dijo él extendiendo en su dirección el vaso, para que ella lo tomara.
“Tu favorito”, él la conocía como a nadie. Ella aun tendría que conocerlo mucho para llegar a saber tanto de Jay como él lo sabía de ella.
―Delicioso, gracias ―dijo y lo tomó, recibió el vaso con ambas manos, sintiendo el calor del vaso penetrar sus guantes y calentar la palma de sus manos. Era acogedor, miró la tapa de la cocoa por un minuto, perdiéndose entre lo blanco de su mente sin pensar en nada, solo sintiendo su corazón arder, sin saber exactamente lo que debía sentir.
― ¿Sucede algo? ―preguntó Jay mirando su cabeza baja, debía admitir que sentía temor porque Paola se arrepintiera y lo dejara, volviendo a casa.
―No puedo pensar en nada, no lo entiendo ―respondió mostrándose confundida, reaccionaba ante sus sentimientos en el estómago, corazón, venas y huesos; pero no lograba encontrar en su mente un mensaje que le explicara lo que podía significar cada cosa que sentía. Era como si su mente estuviera completamente vacía, una casa sin nada dentro de ella. Jay no supo que decirle.
¿Cómo podría responder a ello?
Su mente siempre estaba llena y ella siempre ocupaba una gran parte de sus pensamientos.
―Quizá es temporal, ya pronto pensarás en algo ―consoló él dándole una pequeña caricia en la mejilla.
Paola alzó la mirada, quedándose fija en sus ojos. Él significaba tanto para ella.
¿Cómo era que había llegado a su vida? ¿Qué lo había hecho quedarse a su lado?
No tenía gracia o encanto alguno, su vida era miserable, no disfrutaba de lujos o privilegios.copy right hot novel pub