El crepúsculo se acercaba, de una llovizna tosca se refugiaban bajo el techo poco prometedor del carruaje de un príncipe rebelde.
Adkins bufó al sentir una gota de agua caer en su nariz, volviendo a pensar en los mediocres lujos de aquella familia real; había una gran diferencia en casa. No obstante, aquel simple ser pálido de ojos verdes seguía siendo objeto de fascinación para las chicas, aún más que su rara e incomparable belleza de ojos violetas y cabello pelirrojo, con marcados músculos y una asombrosa perfección mágica. A simple vista él parecía ser más que un ser mágico, eso era claro a los ojos de Jackue, él no era lo que decía ser, a pesar de no saber nada de aquel extraño individuo, estaba casi convencido de que un ser humano ingenético no era una probabilidad posible, al menos no para él.
Kenia tenía acogida en sus regazos la cabeza de la dríada a la cual rescataron, habían pasado varias horas desde la lucha y encuentro de aquella chica de apariencia espectacular. Sus ojos aún estaban cerrados, pero respiraba quietamente con poca distinción al ojo; su pulso era estable, Jackue podía sentirlo al tocar su mano.
Ópalo la miraba preguntándose: ¿Por qué ella no despertaba?
Solo tenía una laceración profunda en la pierna, la cual su primo se encargó de sanar. Estaba bien, estaba completa, no había nada malo en ella.
¿Por qué continuaba dormida?
Kenia apoyó su cabeza en el hombro de Adkins intentando tener un apoyo en el cual descansar. Adkins mostró a Jackue una sonrisa victoriosa cuando ella escogió su hombro antes que el de él.
Ella se sentía agotada, siempre que utilizaba sus poderes perdía fuerza; aunque jamás lograría conciliar el sueño, gracias a su naturaleza de Banshee, quería cerrar los ojos e imaginarse lo que era dormir placenteramente como el resto de las especies que la rodeaban.
Entraba la mañana, era cuando las horas se hacían más pesadas y el sueño se apoderaba de cualquier cuerpo, Adkins terminó durmiendo sobre la cabeza de Kenia, ya que era su mayor apoyo. Ópalo logró arrinconarse a una de las esquinas de la carroza, como siempre, absteniéndose de tener contacto con cualquier otro ser. Jackue también llegó a dormirse sin lograr soltar la mano de la dríada, atento a los latidos de su corazón. En un reino atorado en el tiempo y el espacio, en la era medieval, sin monitores de latidos, tecnología o si quiera energía eléctrica, se debía hacer lo que estaba a mano, en aquel caso, solo se tenían a ellos mismos.
Las pesadillas y sueños confusos no tardaron en llenar la mente de Ópalo tan pronto cerró los ojos, siempre repitiendo las mismas escenas confusas durante todo el tiempo que estaba consiente. Un chico de ojos color cielo, marcado de brazos, con la libélula aleteando sobre su pecho. Palabras confusas y un fuego abrazador que consumía su cuerpo mientras él gritaba palabras que ella jamás llegaba a comprender; quería escucharlo, quería entenderlo, saber quién era y salvarlo de ser consumido por la imagen que tanto le provocaba agonizar mientras un dolor comía su alma, sin saber que hacer o a dónde ir, porque en su mente no había más que un profundo vacío que no lograba llenar, por eso nada tenía sentido, no había una explicación. Confundiendo hasta su identidad, dudando de todo lo que ella era y de dónde vino.
Inexplicable, un deseo sin pensamientos, no más que una pesadilla repetida cada noche. Fuego ardiente como un dolor desgarrador, quebrando sus huesos y pulverizando su alma. Sintiendo la necesidad de escapar de dónde sea que se hallara; porque ella no pertenecía a aquel mundo que tanto la rodeaba. Queriendo ser aceptada, buscando la posibilidad de ser una de ellos sin lograr nada más que un temor bien infundado, ya que ella era como una pesadilla, su misma pesadilla.
Una lágrima se escurría por su mejilla con cada noche de terrible dolor y martirio conforme aquel sueño se reproducía en su cabeza vacía.copy right hot novel pub