La temperatura en la Ciudad S bajo bruscamente tras pasar diciembre y pequeños copos de nieve caían por el oscuro cielo nocturno.
Eran las diez en punto y Olivia Pomar estaba junto al alféizar de la ventana esperando a que saliera la presentadora anterior e ir a continuación a grabar el siguiente programa de radio.
De repente, sonó su móvil dentro de su bolsillo y lo sacó para echar un vistazo. En la pantalla aparecía un nuevo correo cuyo remitente era Lucas Montenegro y el asunto del mensaje era “CONVENIO DE DIVORCIO”.
Cada mes ella recibía este correo, no había nada en el contenido, tan solo contenía un archivo adjunto.
Su primer acuerdo de divorcio fue escrito en papel, pero ella lo había roto en aquel momento. Por lo que después, Lucas le mandaba directamente la versión electrónica para no verla, además, él sabía que por mucho que se enfadase ella, no iba a romper su móvil.
Después de estar dos años casados, Olivia ya estaba acostumbrada a esto, de modo que, silenció su móvil y lo volvió a guardar en el bolsillo.
Justo en ese momento, la presentadora salió del estudio de grabación.
—Olivia, es tú turno —gritó la asistenta, realmente ella no entendía por qué Olivia, una mujer casada, insistía en fijar la hora del programa para después de las diez de la noche. ¿No tendría que estar acompañando a su marido?
Olivia asintió y al girarse, mostró una sonrisa perfecta, para luego caminar hacia el estudio de grabación.
***
Un Maybach gris plateado circulaba a velocidad constante por la autovía de la Ciudad S y en su asiento trasero había una mujer con una vestimenta sexi, quien abrazaba a un hombre de manera ambigua. Una mecha de cabello rubio y rizado de la mujer se posó cerca de la oreja del hombre haciendole cosquillas de manera seductiva.
—Señor Lucas, lléveme a casa, por favor. ¿Podría cumplir mi pequeño deseo? —La mujer sexi le guiñó un ojo a Lucas.
La mano que tocaba el cuello de Lucas fue moviéndose hacia abajo de manera inquiera por su pecho. Cuando sus delicados dedos iban a abrirle la camisa, Lucas agarró ferozmente su muñeca.
—Ay... Señor Lucas, me duele... ¡Lo siento! —gritó esa mujer atractiva, Linda Molina, por el dolor repentino.
Lucas la miró fríamente, luego posó su mirada en su manicura recién pintada, que era de un rojo tan llamativo que le molestaba, aplicándole más fuerza.
—Llevarte a casa o no, depende de tus propias habilidades, pero al parecer dejan mucho que esperar.
—Señor Lucas.copy right hot novel pub