New york había cambiado poco desde la última vez que lo había visitado, más o menos hacia un año. La mitad de la ciudad junto con Nueva Jersey y Pennsylvania habían sido devorados por los infectados y las explosiones que hubo intentando frenar los contagios. Lo poco que quedaba, al menos un 40% del territorio era controlado por la Elite de ambas cortes, tratando de salvar lo que se pudiera, construir desde las cenizas. La Delief se alzaba a la mitad de todo esto. Un punto donde convergían la Elite Smooker y Lighters en un centro de investigación y control de contaminados.
El virus primero empezó siendo una simple complicación respiratoria el primer día. El segundo los hospitales estaban repletos de cadáveres y pacientes que empezaban a mutar como lo habían estado haciendo en otros países, solo que aquí las condiciones cambiaron.
Nunca era el mismo tipo de mutación. Dios o la ciencia nos habían regalado esta plaga por nuestra avaricia de querer crear al humano perfecto.
Los historiadores decían que la era de Hittler fue la peor pero nada se comparaba con la presencia de los Smookers y Lighters matándose por ser la mejor de las razas.
Por eso, había sido difícil moverme con total tranquilidad por el instituto y había ido de la enfermería al comedor hasta mi habitación individual en el piso 5. Tratando de mantenerme fuera de foco en estos 4 días que llevábamos aquí.
Nunca se sabía quién podía estar mirando.
Solo hasta ahora, bajo el convencimiento de mi nuevo amigo, Ferz, había planteado venir a uno de los muchos gimnasios bien equipados que tenían.
- Levántalo. Tú puedes, una más. – me apremió, aunque dudaba que pudiera ponerle más presión a mi pierna herida después de una hora fuerte en la corredora. Bajé la pierna de la Máquina de femorales y me dejé caer sobre el respaldo tratando de normalizar mi respiración.
Nunca había soportado tan poco en unos ejercicios. Me daba pena.
- Vamos, te creía una chica dura. – dijo deteniendo sus ejercicios a unos metros de mí y acercándose.
- Deja de joderme, Ferz. – dije limpiando el sudor de mi frente. Pensaba que el ejercicio me devolvería algo de ánimo, un poco de sentido y empuje a mi vida pero todavía seguía sintiendo ese vacío. Como si me hubieran arrancado algo. – todavía no tienes el derecho de molestarme.
Se dobló frente a mí justo quedando cara a cara y me dio una de sus sonrisas.
- Tienes razón, ya bastante afortunado soy con que sea el único al que le diriges la palabra. – dijo con orgullo, apartando sus rizos dorados de sus ojos.
- Dale las gracias a cualquier maldición gitana que me hayas lanzado, no te puedo quitar de encima. – dije moviendo mis hombros en círculos intentando liberar la tensión en mi columna. Mi espalda todavía dolía un poco pero nada que no pudiera controlar. Había estado tratando de llevarlo todo con calma, el estrés no me curaría para nada.
- ¿Una maldición gitana o mi poderoso encanto? - Dijo pasando su mano por mi cabeza y retirándose en el acto. Todavía no entendía como no lo había matado, tal vez porque sería muy difícil deshacerme de un cuerpo en este lugar.
- Venga, vamos por algo de comer. Te ves pálida. Y no por cualquier comida, debemos darle uso a esto. – dijo sacando de su bolsillo una tarjeta de acceso a los comedores de arriba, muchos más elegantes, higiénicos y abundante en lo que a porciones se refería.
Me habían dado uno pero me di cuenta muy pronto que mi nuevo equipo no eran mis personas favoritas en el mundo y no me sentaba bien estar a la vista de los guardianes que vigilaban todo como halcones asechando a su presa.
- El arroz que sirven en los comedores de abajo no es tan malo. Deberías de darle una oportunidad a la plebe.
- Mueve tu trasero. Scrott. – me jaló del brazo y me puso a su lado mientras volvía a ceder a sus caprichos. Se hacía costumbre.
- Sabes, no había tenido el placer de la compañía de una criatura tan fabulosa como tu antes. Las islas oscuras sí que forjan el carácter. – dijo empujando levemente con su hombro. Le di una miraba de advertencia, pero como todo, solo sonrió en respuesta.
Le había dejado claro las reglas hace dos días, cuando noté que no se retiraría de mi lado. Nada de acercamientos, nada de tratar de sacarme más información más allá de lo que estuviera dispuesta a ofrecerle y nada de juegos. Pero tal vez pensó que era una especie de escudo contra él.
- lo hacen, pero ya te dije que no vengo de allá. – dije cortando sus divagaciones sobre la marca en mi cuello. Eso junto con mi nuevo fabuloso corte de cabello eran secuelas de mi deserción. Mi mano no tembló ni un momento cuando tomé un encendedor y quemé el tatuaje en busca de romper el lazo que existía entre mi hogar pero ahora, en perspectiva lo extrañaba.
Aunque me convertía en un blanco fácil.
- Mark sirvió un tiempo allá, era jefe de Ala o algo así. Así conoció a Scar y poco después se metieron a esto. – compartió Ferz conmigo luego de unos minutos.
- ¿Scar estuvo en las islas oscuras? – pregunté con sorpresa, no le había quitado el ojo de encima desde que la había visto. Uno, porque era la única que lucía como una amenaza y dos, porque en serio no había nadie en la tierra que no pudiera verla.
El plateado era su color, la mayor parte del tiempo lo vestía haciéndola lucir como de una élite alta. Tal vez lo fue en algún momento.
- No, ella no. Fue reclutadora. Tiene buen ojo para ello. En las Islas Oscuras reclutaba a vándalos y reclusos para formarlos y enviarlos a las fronteras donde más se necesitara guardas para mantener a raya a los infectados. Me reclutaron a mi hace como cinco años luego de haber intentado cruzar a Panamá con un pasaporte trincado, me tomó justo a tiempo de que me metieran al sistema y entonces pensé que tenía una fijación por mí, pero entendí que creía más en mis habilidades. Me motivo a ser lo que era hoy. – dijo con orgullo.
Me había contado que había memorizado al menos el uso de unas 500 tipos de armas y era bueno armándolas y desarmándolas. Tenía una fijación por ellas.
- ¿Qué crees que ve en mí? – pregunté mientras subíamos las escaleras, ¿porque no? el ejercicio no me había matado lo suficiente y solo eran ochos pisos.
- No lo sé, me preguntó sobre si consumías coca o algo y me odió en el segundo que le dije que me parecías muy cool y mi humilde recomendación de que la lleváramos la fiesta en paz contigo. Habías pasado por mucho. – aseguró frunciendo el entrecejo.
- Yo no te pedí eso tampoco, no espero condescendencia de nadie. Ni siquiera tuya. – le regañé mientras doblábamos al último piso que nos separaba del comedor.
- Hey, espérenme. – ambos nos dimos la vuelta y vimos a Xoé literalmente correr hacia nosotros, se veía como si ella hubiera tenido su ronda de ejercicios también. Con la cara enrojecida y bañada en sudor. No era la única que la estaba mirando con desagrado mientras llegaba a nosotros. Y después de lo que me había enterado respecto a ella, era difícil no ser una snob.
- ¿Van por algo de comer? Tal vez podamos adelantarnos a los chicos. – dijo ofreciéndome una sonrisa. Tal vez pensaba que como ella tenía necesidad de esconderme de ellos.
- Eres un asco, Xoé Mckensie. Mark no te dio un respiro hoy, ¿eh? – resaltó Ferz mirando de pies a cabeza mientras seguíamos nuestro camino.
- Mark y todos los demás. Lykar tampoco anda de buen humor, parece algo nervioso. ¿Sabes algo? – se inclinó sobre mí para preguntarle a Ferz. Así que no era la única que se sentía nerviosa en este lugar.
- Debe ser por la situación, hay muchos equipos pidiendo planta en la Delief y todavía no hemos salido de caza. Como no salgamos en unos días los directivos nos sacan a la calle. – aseguró.
Ferz abrió las puertas dobles del comedor dándonos una vista completa de lo lleno que estaba, casi pude aguantar la respiración a ver tantos guardianes en trajes impecables que denotaban su pertenencia. Desde líderes de alto rango hasta generales. Sí que odiaba este lugar.
Escaneé con la miraba el salón esperando no encontrarme con nadie conocido mientras Xoé y Ferz discutían sobre que deberían de comer.copy right hot novel pub