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Tenias que ser tu

La confesión de Iván

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Después de un día largo en el almacén, Paula de la O regresó a la casa de su padre, donde se quedaba en este momento desde que el asesinato de Natalia había sucedido.

Ella, casada de llevar todos los pedidos, revisar el inventario y tratar con los clientes. Abrió la puerta de su casa sintiendo el aire fresco del aire acondicionado cuando una voz interrumpió sus pensamientos.

―Paula, ven a la sala, te están esperando.

Paula con curiosidad, se acercó a la sala con olor a madera vieja para ver a su tía Francisca con una sonrisa en los labios y a su marido, Iván, de pie en medio del lugar.

―Iván― dijo ella con alegría ― ¿qué haces aquí?

―Pues, vienes por lo que es suyo, ¿no?― contestó su tía Francisca en lugar de él.

Ignorando su comentario, Iván dio una ligera sonrisa ― vine a ver si querías salir a dar un paseo, necesitamos hablar.

Paula asintió con la cabeza y dándole un vistazo a su tía, salió de la sala seguida de su marido. Tenía días que no lo veía y ahora se aparecía de la nada, con un buen aspecto y una sonrisa en su rostro. Ella podía jurar que ese Iván era el que había conocido antes de que la desgracia llegara a sus vidas.

Ambos salieron de la casa y las miradas sobre los dos se hicieron presentes ―¿seguro que deseas esto? ― preguntó Paula en un murmuro.

―Me da igual si la gente me cree o no. El juez ya me dio libertad, y sé que soy inocente― afirmó.

Paula le dio una sonrisa ligera y comenzó a caminar a su lado. Si odiaba algo de San Carlos era su horrible calor que levemente se aplacaba por las noches y que fuera un lugar tan pequeño por lo cual se prestaba a rumores de todo tipo, de los que no se podía escapar.

Por un momento se quedaron en silencio, mientras caminaban automáticamente al malecón del puerto, ese que por las tardes se llenaba de parejas y familias tomando el fresco y descansando del largo día que habían tenido.

―Te ves bien― empezó ella la conversación.

―Gracias, he tenido mucho rato para reflexionar― admitió Iván ― también para extrañarte.

Paula volteó a verle y asintió con la cabeza. La brisa del mar cada vez se sentía más cerca de ellos, ya que se aproximaban a las escaleras para bajar y sentir la arena de la playa. Algo que le gustaba a Paula de vivir ahí, eran las noches estrelladas y el cielo despejado para verle.

―Me dijeron que has estado llevando todos los almacenes y que haz hecho un gran trabajo.

―Me gusta mi trabajo― admitió Paula ― además, tengo que ayudarle a tu hermana si no se volvería loca.

―Me alegra que lo que pasó no haya afectado a las ventas y pedidos― comentó Iván― la verdad que la gente ha reaccionado bastante bien.

―Claro que sí. Tu familia es respetada en este lugar y te conocemos desde que eres pequeño, así que sabemos que no serías capaz de hacer algo así― afirmó ella.

―¿En verdad me cree Paula? ― volvió a dirigirse a ella.copy right hot novel pub

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