Cuando Édgar y Doria se marcharon, Claudia retiró su mirada, pero se encontró con la de Daniel.
Ella tosió y apartó su mano del agarre de Daniel:
—No estoy tan mal. Puedo caminar sola, no tienes que...
—Entonces, significa que puedo abrazarte.
Claudia se quedó sin palabras.
Luego, ella susurró:
—Mejor olvídalo.
Daniel no dijo nada, solo que la ayudó y salió del hospital.
Durante el trayecto de regreso a casa, Claudia miró por la ventana y sintió que no había nada que decirle.
Cuando llegó a su casa, Claudia se tumbó en la cama. Luego de un rato, tomó la medicina y bebió el vaso de agua que le entregó Daniel:
—Gracias por tu ayuda, ya me encuentro mejor, puedes irte.
Daniel la arropó:
—No me voy a ir.
Claudia se sentóbruscamente en la cama:
—¡¿Qué?!
Al ver esto, Daniel la agarró por los hombros y la empujó suavemente hacia atrás, susurrando: —El médico ha dicho que necesitas descansar por unos días. Yo me quedaré a cuidarte y dormiré en el sofá.
Claudia se apresuró a agitar la mano en señal de negación:
—No es necesario, en serio, que no es necesario que te quedes. Doria ya le pidió a su conocida que venga a cuidarme y su comida es deliciosa. Me parece tierno que quieras cuidarme, pero no es necesario.
—Aquella señora puede cocinar para ti durante el día, pero por la noche...
—¿En la noche...!
Daniel continuó:
—Si te cuido, no necesitas molestarla más.
Doria frunció el ceño y abrió la boca para decir algo pero Daniel se le adelantó:
—Esto es lo que tengo que hacer.
Al oír esto, Claudia se calmó de repente:
—Oh, ya veo. Es verdad.
La felicidad es para ambos, como también lo es las penurias, así que no puede permitirse sufrir sola.
Y era realmente embarazoso molestar siempre a Esmeralda, ya que ella no pagaba su salario.
Los labios de Daniel se curvaron y cogió el vaso de agua:
—Perfecto. Ahora voy a fuera, llámame si necesitas algo.
—Entendido.
Pronto, la luz del dormitorio se apagó, seguida del sonido de cerrar la puerta.
Claudia yacía de lado en la cama, mirando las farolas fuera de la ventana, con un semblante aturdido.
Fuera del dormitorio, Daniel colocó el vaso de agua en la mesa del comedor, apagó todas las luces de la casa y se dirigió al sofá para echarse.
El sofá no era grande y parecía estrecho al momento en el que éste se echo, sus largos brazos y piernas colgaban de él.
Daniel se dio la vuelta, flexionó sus largas piernas, se abrazó los hombros y cerró los ojos.
***
A primera hora de la mañana, en cuanto Doria llegó a la oficina, Gonzalo se acercó con una mirada ansiosa:
—Señorita Doria, ha ocurrido algo.copy right hot novel pub