A las seis de la tarde...
Gonzalo abrió las ventanas y frunció las cejas con fuerza al ver coches aparcados abajo.
No solo era la policía, sino también estaban vigilándolo los hombres de Édgar.
Samuel lo visitó esa mañana. Aunque no dijo nada, obviamente fue Doria quien le pidió que viniera. Por suerte, Gonzalo se había preparado para ello de antemano.
Al cabo de un rato, se le entregó la comida para llevar.
Gonzalo cerró la puerta, abrió la cortina y botó todas las cajas de comida. Debajo de las cajas había una nueva tarjeta de identificación y un billete de barco con destino al País Z de las once de la noche.
Cuando Jairo le visitó en la prisión, le contó el método de contacto de esos hombres, y su condición era que Jairo le ayudara a escapar de la ciudad.
Jairo estaba bajo la supervisión de los hombres de Édgar y era inconveniente hacerlo personalmente. Pero sus hombres podían ayudarle a resolverlo.
Por eso Jairo, ese hombre astuto, aceptó su condición.
La ruta del barco para salir de Ciudad Sur formaba parte del enlace de contrabando de Jairo y fue muy fácil para éste conseguir un billete para Gonzalo.
Cuando oscureció, Gonzalo se cambió de ropa, bajó a comprar una caja de cigarrillos en una tienda de conveniencia y luego fue a un restaurante a cenar.
Durante todo el proceso, pudo percibir que varias personas le seguían.
Después de salir del restaurante, Gonzalo se dirigió a un centro comercial abarrotado de gente y caminó hacia el parque infantil como si hubiera ido allí varias veces. Con el disimulo de la multitud, se precipitó rápidamente hacia el pasillo de salida cercano al parque infantil.
A continuación, se quitó el abrigo, se puso un sombrero y se precipitó hacia el aparcamiento subterráneo y salió por la otra salida.
De este modo, él perdió a todos los hombres que le habían seguido hasta ese momento.
Gonzalo llamó a un taxi y pidió al conductor que condujera hacia las afueras.
Tras bajar del coche, siguió al cinformante y entró en una estación de metro para dirigirse al muelle del distrito C.
De este modo, aunque descubrieran que había llamado a un taxi, habría subido al barco cuando encontraran este lugar.
Eran ya las 10:30 de la noche cuando Gonzalo llegó al muelle del Distrito C.
Gonzalo se bajó la gorra y miró a su alrededor. Parecía que todo estaba normal.
Jairo daba mucha importancia a este vínculo de contrabando. Si hubiera algo sospechoso, habría formado un cordón.
Con el billete en la mano, Gonzalo subió al barco con éxito. Sin embargo, abrió los ojos con sorpresa cuando abrió la puerta de su habitación y vio a la persona que estaba dentro.
Sentada en una silla, Doria curvó los labios en una sonrisa:
—Este barco hubiera zarpado si llegabas un minuto más tarde—.
Gonzalo dio un paso atrás.copy right hot novel pub