El domingo, las nubes oscuras se acumulaban en el cielo y el aire se sentía muy seco y cargado, como si prometiera una fuerte lluvia.
Alvaro les esperaba en la puerta del laboratorio y, tras un largo rato, un Maybach negro se dirigió finalmente hacia él.
Cuando el coche se detuvo, Doria posó su mirada en el laboratorio, no muy lejos.
Entonces llegó la voz de Édgar:
—Nos enviará allí.
Doria volvió a la realidad, gimió una simple respuesta y empujó la puerta.
Alvaro los saludó al verlos, pareciendo que no estaba forzado.
Al ver que Doria tenía los ojos fijos en el laboratorio, la consoló: —Quédate tranquila. Lo he arreglado todo antes de salir.
Doria asintió ligeramente con la cabeza y no respondió.
En el fondo sabía que, aunque estuviera en la puerta del laboratorio, no podría entrar.
De camino a la mansión de los Curbelo, cuando conducía el coche, Alvaro estudiaba de vez en cuando a Doria y a Édgar por el espejo retrovisor. Parecía que quería decir algo.
Édgar dijo con suavidad:
—Diga las cosas.
Alvaro tosió y miró al frente:
—No es un asunto importante. Es sólo que la familia Curbelo tiene reglas estrictas, así que quédate cerca de mí y no camines después de entrar en la casa. No hables cuando comience el culto. De lo contrario, recibirás un serio castigo si esos peleles lo oyen.
—Por ejemplo.
—Probablemente te arrodillarás en la sala ancestral durante diez días o medio mes. Excepto esto, tendrás que comer verduras verdes o calabaza amarga en cada comida, a saber, para que aprendas esta lección.
Ay, esa experiencia fue tan terrible.
Édgar respondió:
—Ya veo.
Alvaro se giró sorprendido, pues no esperaba que Édgar fuera tan obediente ahora.
Al notar la confusión en sus ojos, Édgar dijo con calma:
—Basándose en esa conclusión, parece que lo has experimentado numerosas veces. No tengo que buscarme problemas.
Alvaro se quedó sin palabras.
Si hubiera esperado esto, no se lo diría.
Alvaro rompió el silencio después de un rato:
—Además, no importa lo que quieras preguntar, espera a que termine la ceremonia de adoración. Boris no es tan malvado como has imaginado y puedes hablar con él personalmente si tienes alguna duda. No hagas un escándalo delante de los Curbelo.
Édgar le lanzó una mirada inexpresiva. Alvaro se calló inmediatamente y concentró su atención en la conducción.
Para ser sinceros, si no fuera porque Boris había estado evadiendo el encuentro con Édgar, éste no decidiría ir a la mansión Curbelo a buscarlo. Era su recordatorio de niño, ya que temía que ambos fueran castigados a arrodillarse en la sala ancestral.
Doria había estado mirando la ventana en el camino y no prestó atención a su conversación.
Después de un largo rato, sintió que alguien le agarraba suavemente la muñeca.
Doria giró la cabeza y lo miró confundida.copy right hot novel pub