Doria todavía estaba muy nerviosa cuando llegó al hotel.
Al ver que Doria estaba preocupada por Édgar, Vicente la consoló:
—Señora Aparicio, esté tranquila. Nuestros hombres están esperando al señor Santángel fuera de la mansión de los Curbelo y no habrá ningún accidente.
Doria dijo en voz baja:
—No me preocupa esto.
Tuvo la corazonada de que Édgar debía saber algo.
Y la verdad no era tan aceptable.
Vicente también averiguó antes algunas pistas sobre la relación de Rosalina con la familia Curbelo. Aunque antes no pudieron confirmar la autenticidad de la información, parecía que Édgar obtuvo hoy la respuesta en la familia Curbelo.
El cielo se fue oscureciendo y empezó a lloviznar.
Pero Édgar no volvió.
Doria respiró profundamente, pensando que no podía esperar así.
Cuando acaba de salir de la habitación, se topó con Vicente.
Media hora más tarde, junto a la orilla del río...
La lluvia se hizo más intensa y el viento se sintió frío.
Doria sintió un nudo en la garganta al mirar la espalda de Édgar. Preguntó: —¿Ha estado aquí después de salir de la mansión de los Curbelo?
Vicente asintió con la cabeza:
—Lleva varios años aquí y nadie se atreve a consolarlo.
Esta fue la razón por la que Vicente pidió a Doria que viniera.
Doria apretó los labios, abrió un paraguas y salió del coche.
Después de una larga esposa, Édgar por fin se fijó en ella y giró la cabeza para mirarla.
Preguntó con voz extremadamente ronca:
—¿Por qué estás aquí?
Las ropas de Édgar estaban mojadas por la lluvia y goteaban por su pelo.
Doria preguntó con una voz extremadamente suave:
—Está lloviendo. ¿No vas a volver?
Édgar miró al cielo y finalmente se dio cuenta de que estaba oscuro.
Retiró la mirada y dijo sin ninguna emoción en sus ojos negros:
—Vamos.
En el camino de vuelta, Édgar había cerrado los ojos y no había pronunciado ninguna palabra.
En todo el vagón reinaba el silencio.
Doria movió los labios varias veces, intentando decir algo, pero se tragó las palabras que quería decir una y otra vez.
Cuando llegaron al hotel, Édgar entró directamente en el baño.
Doria fue al dormitorio a coger su pijama y luego llamó a la puerta del baño:
—Te pongo el pijama en la puerta.
Édgar dio una simple respuesta en el baño.
Doria se dirigió a la cocina y abrió la nevera. Por suerte, había algunos alimentos que había comprado hace varios días.
Édgar se resfriaría fácilmente, ya que hoy se había bañado en la lluvia durante mucho tiempo. Doria preparó una sopa de jengibre y luego se dispuso a cocinar espaguetis.
Cuando la sopa de jengibre estaba casi lista, Édgar salió del baño.
Doria le sirvió la sopa mientras le decía:
—Édgar, acércate a tomar la sopa.
Édgar se acercó y se sentó frente a la mesa.copy right hot novel pub